MAD WORLD. (Chris Evans y tu)

Condena

La seño Lis, se retiró de la celda, llena de tristeza, con el corazón en mil pedazos. Ese día ella había conocido algo en ella, conoció el orgullo de Ellen. La seño Lis, era la única persona que tenía en el mundo, en ese mundo loco, sentía la necesidad de ayudarla, de hacer cualquier cosa para librarla de prisión, o de cualquier manera la condenarían. Sentía tanta ira, tanto enojo, por las autoridades corruptos; necesitaban demostrar al mundo que la justicia si existía, encerrando a una pobre muchacha, a una pobre y tonta muchacha.

A una semana, de ser trasladada, al una prisión en la capital, necesitaba ser enjuiciada para poder llevarla al reclusorio de mujeres. La seño Lis, había empeorado de salud, se veía mas débil, mas pálida, mas vencida; pero sus ganas de ayudar a Ellen seguían más vivas que nunca. Ella sentía que con su declaración podrían ganar el fallo a favor de Ellen.

Evans salió de el hospital, su familia estaba muy feliz por tenerlo de vuelta, de vuelta a la vida, pero ya la vida para el no era igual, miraba a su alrededor, todo a su alrededor era rostros familiares, lugares desgastados. Ya era tiempo de regresar a su vida normal, películas, alfombras, eventos, amigos.
En su habitación, habían momentos en los que la soledad le llegaba de golpe, sus lágrimas inundaban su suelo, inundaban su vida. El recuerdo de Ellen aun estaba impregnado en su vida, el recuerdo de aquella chica que le robó el corazón, a la cual el convirtió en mujer, estaba tan confundido, estaba tan triste, tan desilusionado. No entendía como la mujer que amaba le había mentido, le había robado su vida.
Sí, era cierto que la detestaba por lo que le había hecho, pero era cierto que también la necesitaba, necesitaban su piel áspera tocando su piel, necesitaba si ombligo abultado sobre el de él. No era capaz de borrar aquel rostro inocente de su recuerdo.
En esa vida, tenia comida, tenía vestimenta, tenía dinero, tenía de todo, menos a ella, no la tenía, no tenía su amor, que es igual a no tener nada.
A pesar de las personas que lo rodeaban se sentía el hombre más solo del mundo, de ese mundo loco.

25 de abril. El día del juicio había llegado. Ellen estaba en una celda, dentro de la corte. La seño Lis iba llena de esperanza. Antes de empezar, ella pidió conversar a solas con Ellen.

-Hola! Ellen. -Saluda la seño Lis. Ella iba vestida con un atuendo muy elegante, siempre sostenida de su bastón.
-Hola!,-Susurra Ellen cabizbaja, sentada en un catre viejo, dentro de la celda, a ella la habían bañado y vestido formal para la ocasión. Se veía calmada, parecía no tener miedo, parecía que ya nada le importaba.

-Todo va a salir bien. -Le dijo seño Lis, con una pequeña sonrisa en el rostro para darle ánimos.
-Lo sé. -Dijo en voz baja. Su rostro seguía gacho.
-Vamos a salir de ésta juntas. -Le prometió.

Ellen levantó la mirada y la vio fijamente. Suspiró profundo y se puso de pie, acercándose un poco a los barrotes.

-Seño Lis. ¿Puedo pedirle un favor? -Pregunta.
-Claro! Lo que sea. -Respondió ansiosa por saber que era lo que le iba a pedir Ellen.
-No quiero que declare. -Dijo muy firme.
-Qué? _Se sorprende ella. _-¿Cómo puedes pedirme eso? Sabes bien que mi declaración servirá para que recuperes tu liberad.
-Por favor! No quiero que declare. _Suplica. _-Yo me voy a declarar inocente y con eso bastará. ¡Por favor!

La seño Lis, ante insistente petición de Ellen, que por desconocida decisión no sabía que hacer. Pero al ver su rostro confiado no tuvo opción que aceptar.

-Está bien. Confío en ti. _Le dice, acariciando su mejilla, lo cual provoca que Ellen se retire de los barrotes.

Todos estaban reunidos en la sala de na corte, esperando que diera inicio. Estaban únicamente los abogados de los Evans, y como testigo tenían a la pesada de la vecina, que seguramente había vendido su declaración. Y por parte de Ellen, estaba Clarita, su hermano Ever y yo; que ninguno declararía por petición de Ellen. Nadie más. Los padres de Ellen, no querían saber nada de ella, para ellos también estaba muerta.