10. Estamos en fuego

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Nuevamente lunes. Nuevamente tacones. Nuevamente Laurent. Me coloqué mi suéter y salí de mi habitación para tocar la puerta de en frente. Al rato recibí un "ya casi estoy" pero por el poco tiempo que llevaba conociendo a esa chica sabía que eso significaba un "aún no me he bañado".

Caminé hasta la cafetería y me serví un café y saque un paquete de galletas de chocolate. Me senté en una de las mesas -literalmente, me senté en la mesa- mientras balanceaba mis piernas, y trataba de tocar el suelo, tenía sus desventajas ser del tamaño de un hobbit.

-¡GRACE! -me volteé y vi que el chillido provenía de una castaña que llevaba el concepto mini-falda al extremo- ¡GRACE!

La amable mujer apareció de la cocina frente a la chica

-¿Dónde está mi ensalada de frutas? -ordenó ella con tono autoritario. Fruncí el ceño al notar la actitud de la delgada petiza.

-Acabo de llegar, Lily. Aún no la he preparado -respondió Grace, tan humilde como acostumbraba.

-¡Y qué esperas entonces! -chilló nuevamente.

-Hazla tú, princesita, ¿tienes las manos buenas no? -me metí en la conversación y ambas me miraron con diferentes expresiones.

-No es mi trabajo servir a los demás -contestó ella con ciertos aires de superioridad- ¿Para eso le pagan, no?

-No -contraataqué- Le pagan para alimentarnos, no para satisfacer todos tus caprichos, mal criada.

La castaña se retiró de la cafetería con el rostro rojo producto de la furia.

-No debiste haber hecho eso, Savannah -dijo Grace- Esa chica es mala hasta con sus propios padres.

-Me tiene sin cuidado -me encogí de hombros- Llego tarde a historia, te veo en el almuerzo.

-¡No causes problemas, niña! -gritó Grace mientras yo salía de la cafetería.

[...]

-¡Miss Anderson! -chilló nuevamente la irritante maestra francesa- Cuantas veces tengo que repetirlo.

-Ya lo ha hecho las suficientes y yo no veo ningún cambio -respondí descalzándome los tacones y sentándome en la silla.

-Arriba niña, si no aprendes a caminar en estas cosas, reprobarás la materia y además dejaras en vergüenza al internado en el evento de la próxima semana. Ahora, Savannah, no es tan difícil, solo debes tener una buena postura.

Suspiré y por quinta vez en la maldita clase, me calcé los tacones. Me levanté de la silla y por unos momentos perdí el equilibrio hasta que pude estabilizarme de nuevo.

-Vas muy bien, ahora camina -comentó la maestra y pude notar como todas las chicas de la clase me miraban con sorpresa- Sigue así, intenta llegar hasta la puerta

Caminé lo mejor que pude y cuando estaba a punto de celebrar por llegar a mi meta. La puerta se abrió y me golpeo logrando que callera al suelo. La maestra soltó un grito ahogado.

-¡Pendejo hijo de tu bendita madre sabes cuánto me ha costado que esta chica camine en estos desgraciados tacones! -le gritó a Alex mientras que el pobre no sabía qué hacer- ¡Ahora te vas a ir y vas a dar treinta vueltas al campo de fútbol americano! ¡Ya ya ya!

-Pero eso va contra las reglas de la institución.

-¡YA! -gritó ella perdiendo toda prudencia

Alex salió corriendo al campo, intimidado. Los demás chicos y el maestro Patrick entraron a el salón y se colocaron en el otro extremo.

-Los mencionados la clase anterior por favor al centro -dijo Patrick mirando su lista- Thompson, Brooks, Anderson, Thompson, Wood y Young.

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