Nadie aún no había notado aún mi preséncia. Perdida en las profundidades de las preguntas que rebotaban por mi cabeza, empezé a descender hacia la planta baja. Agarraba con fuerza el pasamanos de madera rojiza.
Terminé de bajar las escaleras de caracol. La tabla de madera crujió bajo mis pies llamando la atención de Allison que en el instante en que me vió se levantó del sofa y corrió a mis brazos causando un pequeño estrepido a cada paso. Me agché un poco y la enredé en mis brazos entre pequeñas risas, al mismo tiempo que daba vueltas sobre mi misma.
Solté con delicadeza a Allison que volvió corriendo a mirar la televisión. Miré a Allion ya casi abducida por la pantalla y sonrei. Un leve sonido que venía de Mia llamó mi atención. Me miraba atentamente mientras que me iba acercando a ella.
- Donde estamos- susurré cansada mientras dejaba caer mi cabeza sobre la barra de bar-.
Notaba un cosquilleo de frío en mi mejilla, sin embargo Mia no contestaba. Me incorporé para volver a preguntarle sin embargo sus palabras me cortaron.
- No tengo permiso para contartelo- dijó de espaldas a mi mientras rebuscaba entre la nevera-.
Giré sobre mi asiento, con mi espalda arqueada y los ojos cerrados, con una ganas tremendas de querer volver a la cama. Bajé del taburete y con curiosidad me dirigí hacia el fino césped que podía observar detrás de aquellos cristales. De repente, a pocos pasos, un destello de luz dilato mis ojos, cerrandolos de golpe y usando de escudo mis manos. A medida que abría mis ojos y estos se acostumbraban a la luz, avance y abrí la puerta corrediza de cristal.
Una brisa suave pero fría erizó mi piel haciendome temblar unos segundos.
- Joder!- grité de repente cuándo la punta de una astilla se clavó en la planta de mi pie derecho-.
Mi reacción fue realmente ridicula por el hecho de haber saltado como si lo que se había clavado en mi piel fuera un insecto. Agarré mi pie y saqué la astilla y luego con una mueca molesta volví a posar mi pie en la madera. Unas risas se oyeron de golpe haciendome reccionar.
Levanté mi cabeza de golpe y me encontré a J sentado en un sofa de exterior. Se encontraba con la cabeza hacia atrás retorciendose de risa mientras que su brazos descansaban en la parte superior del sofa. Su cabellera peliroja quedaba colgando dando un aspecto realmente atractivo. Traía puesta una camisa de tiras azul y desgastada que le quedaba bastante grande y unos tejanos cortos junto a unas chanclas.
Hechizada por tal imagen, quedé completamente fuera de sitio. Cuando sus ojos conectaron con los míos salí obligatoriamente de mi fantasía y me pusé seria ignorando su mirada.
- Que es este lugar- pregunté de forma seca recordando lo sucedido la noche anterior-.
Al no tener respuesta me giré para mirarle pero para mi sorpresa y sin siquiera darme cuenta se encontraba a una distáncia realmente escasa. Tan incómoda me encontraba al tenerlo comiendome con la vista que hize el intento de retirarme pero el tenaz agarre me lo impidió.
Sus rasgos mostraban seriedad. Me observaba como si pudiera leer a través de mi, como si fuera un objeto transparente ante sus ojos. Intenté recobrar el aliento pero no podía moverme, me tenía paralizada como en una red. Una red por donde se escapaba todo lo que tenía dentro. Intenté parar mis pensamientos para que por si acaso no pudiera leer mis pensamientos, emociones. Entonces su rotro pasó a ser sereno dedicandome una sonrisa.
- Eres fácil de intimidar- susurró cerca de mis labios- Y también de leer-.
Traté de quejarme, aunque lo único que salieron de mis labios fueron torpes tartamudeos. Cuando pensé que iba a besarme por instinto cerré mis ojos avergonzada, sin embargo, la húmedad de sus labios la sentí en mi frente. Abrí mis ojos y le miré.
ESTÁS LEYENDO
Signos vitales de viejas memorias (en edición)
RomanceAmor prohibido, historias más allá de la que ha vivido y amistades de las que duran para siempre. Eso es lo que descubrirá nuestra protagonista, Alba, cuándo decide romper las cadenas que la tiene prisionera bajo la custodia de su madrastra. Mientra...