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—¿Entonces...?

Clare no giró sobre su hombro. No hacía falta. Reconocería aquella presencia en cualquier parte: serena, enigmática y envuelta en un silencio casi antiguo.
Zachary estaba de pie a sus espaldas, los brazos cruzados, observándola con una mezcla de cansancio y melancolía.

Decir que ambos habían superado la partida de Alice y Jasper habría sido una mentira. La herida seguía abierta, visible en cada rincón de la casa Cullen. Los susurros eran inevitables; todos los escuchaban, aunque fingieran no hacerlo. Las sospechas crecían cada día, alimentadas por el miedo: que los dos se habían marchado, que habían huido antes de la guerra.

Pero Clare y Zachary no podían creerlo.
Zachary se negaba a aceptar que su “pequeño monstruo”, su compañera de vida, lo hubiese dejado sin una sola palabra. Después de tantos años, pensaba conocer cada rincón de su mente, cada chispa de su espíritu impredecible. Y aun así, Alice lo había sorprendido. La espontaneidad siempre había sido su don… y su condena.

Y Jasper.

El nombre pesaba en el pecho de Clare como un eco que no cesaba. No podía concebir que él —el hombre que había luchado contra su naturaleza por amor, que había resistido la sangre humana solo por estar con ella y con su hija— simplemente los hubiera abandonado. No. Jasper no era cobarde. Jasper amaba.

Aún lo sentía, aunque fuera solo en la brisa o en el perfume que parecía colarse entre los árboles.
Cada noche, Clare creía percibirlo, su aroma, su rastro… y a veces se convencía de que si miraba lo bastante tiempo hacia el camino, podría verlo regresar. Quizás eran solo espejismos de su mente cansada, aferrada a una esperanza que se negaba a morir.

—No se fueron —susurró, cruzándose de brazos mientras el viento jugueteaba con su cabello castaño rojizo—. Volverán por nosotros.

—Pienso lo mismo —respondió Zachary, avanzando hasta situarse a su lado. Su mirada también se perdió en la distancia, fija en la espesura del bosque.

Dos centinelas.

Dos corazones colgando de la misma esperanza, listos para romperse.

Desde el interior de la casa llegaban risas. Rosalie, Esme y Carmen preparaban galletas para las pequeñas, Adhara y Renesmee, que corrían entre los muebles dejando un rastro de risas dulces. Era curioso cómo dos niñas humanas —una de ellas mitad vampiro— podían llenar de calidez un hogar lleno de seres fríos.

—¿Qué sucederá si Aro no quiere escuchar razones? —murmuró Clare, apenas moviendo los labios.

Zachary la miró de reojo, notando la tensión en su mandíbula, el miedo oculto tras su voz suave.

—No lo sé, Bambi —respondió con sinceridad—. Pero veo ese temor en todos… incluso en Carlisle, por momentos. —Guardó silencio un instante antes de añadir, con firmeza—. Si llega el momento de pelear, no me apartaré de tu lado.

Clare lo miró con ternura.
Esa promesa, simple pero leal, le devolvió un poco de aire. Ambos sonrieron, con esa complicidad que solo tienen los que se conocen más allá de la sangre o el tiempo.

Ser parte de aquella familia era algo más que un vínculo inmortal.
No solo había ganado un esposo; había encontrado hermanos, hermanas y unos segundos padres. Por eso se negaba a creer que Jasper y Alice los hubieran abandonado. No ellos. No sin motivo.

Entonces el viento cambió. Un aroma nuevo, agrio y primitivo, tensó el aire a su alrededor.

—¿Quién…? —Clare frunció el ceño, desconcertada. Todos los testigos ya habían llegado. ¿Quién podía ser?

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⏰ Última actualización: Oct 19 ⏰

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B R E A T H-Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora