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Bella y Jacob habían llegado al punto del campamento al cabo de unos veinte minutos. La humana al ver al cobrizo se acercó para darle un abrazo el cuál fue aceptado al instante.

Ambos se separaron, Bella le sonrió a su amiga quién le devolvió el gesto.

— Gracias— dijo Edward a Jacob con su tono rebosante en educación, el metamorfo solamente asintió.

— Debes volver antes de la tormenta— dijo Bella a su amigo.

— Me voy a quedar, mi conexión a la manada ayudará a saber todo lo que pasa— explicó el moreno a la humana.

— ¿No pelearas?— interrogó esperanzada la castaña.

— Seth me reemplazará mañana, no quisiera perderse la acción, pero no se meterá en problemas— le contó. Bella hizo una mueca, eso significaría que Jacob pelearía, prefería que tanto Seth y él se quedaran mañana en el campamento, pero no podía hacer nada por eso.

— Vamos adentro— dijo Edward guiando a su novia hacía la carpa ya que la temperatura comenzaba a bajar al alejarse del cuerpo del licántropo.

Jacob miró a Clare regalándole una pequeña sonrisa.

— ¿Ninguna descarguita para mi?

La vampira rio en voz baja acercándose a su amigo rodeandolo en un abrazó que este aceptó, en este gesto Clare hizo uso de su descarga de adrenalina como lo llamaban.

— Cuidate mañana, Jake— murmuró la chica contra su pecho desnudo.

La nariz del moreno ardió, pero ni era el mismo ardor de cuando estaba con otros vampiros como si le entrara lejía en esta. Era un ardor sutil, leve y completamente tolerable. Así era siempre el olor de Clare, junto con su perfume de frutos rojos.

— Estaré bien.

Ambos se separaron y caminaron en distintas direcciones, Clare fue dentro de la carpa donde se acomodó a los pies de Bella quién ya se había metido dentro del saco de dormir para mantenerse en calor. Tanto ella y Edward intentaron guardar su distancia de la mortal, sus temperatura no eran las indicadas para esa situación.

Alice tenía razón, una tormenta se acercaba y al caer la noche ya estaba nevando y corría un viento que amenazaba con alzar la carpa y lanzarlos lejos de ahí.

Las primeras horas no fueron un problema, pero con el paso del tiempo la carpa comenzó a perder el calor que había y por ende Bella también.

La neófita frotaba sus manos en las piernas de la chica tratando de que la fricción repetitiva le hiciera entrar aún que sea un poco en calor, pero esto no ayudaba del todo. La castaña jadeaba del frío, su cuerpo se sacudía y sentía pequeños pinchazos en sus piernas, además de que sus dedos estaban sufriendo calambres por estar tan helados.

B R E A T H-Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora