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Todas las niñas estaban jugando en el enorme jardín que el orfanato poseía, algunas se deslizaban por los toboganes, unas corrían tras otra tratando de alcanzarse, se balanceaban en los columpios, etc. Todas siendo supervisadas por unas cuantas voluntarias y religiosas que no paraban de advertir del peligro de correr como cabras del monte.

— Tenemos a setenta y seis niñas en este momento aquí, en general somos una comunidad distribuida entre el norte de Washington— hablaba la religiosa guiando a los cuatro. Clare se le había pegado al instante con sus ojos viajando por todos lados, Jasper y sus hermanos estaban unos pasos más atrás. Era notoria la incomodidad del rubio y sus hermanos sonrieron divertidos al verlo se ese modo.

La sangre dulce estaba impregnada por todos lados, incluso en las paredes. Era demasiado abrumador, pero algo lo hacía seguir caminando; Clare, quién no dejaba de sonreír a cualquier pequeña que la miraba.

Al llegar al centro, todos se percataron de la presencia de visitas y algunas pequeñas no dudaron en saciar su curiosidad y se acercaron. Al instante quedaron hipnotizadas por la belleza de esa joven mujer, en cosa de segundos Clare estaba siendo rodeada por infantes que prácticamente la hicieron arrodillarse jalando de su abrido para poder tocar su cabello, rostro y ropa.

— Oh. De acuerdo. Hola a ustedes, también— bromeó mirando a las niñas con una sonrisa.

— Eres muy bonita.

— Que lindos ojos.

— Cuándo grande quisiera ser como tú.

— Tu cabello es tan suave.

— Que piel más fría y pálida.

— Es como la reina de las nieves.

Todo eso soltaban las infantes al mismo tiempo, mareando a cualquiera que las oyera.

Los Cullen miraban a unos pasos atrás, las pequeñas también habían reparado en su presencia pero Clare se había llevado toda la atención en ese momento.

— Se la están comiendo viva, quién lo diría— rio Zachary con los brazos cruzandos.

— Las niñas no siempre ven a una chica que parece un ángel— le sonrío la religiosa mirando enternecida el como las infantes rodeaban a la chica—. Al parecer tiene un don con los niños.

— Si— suspiró Jasper sin despegar su vista de la escena.

Podía ver la felicidad de su esposa siendo rodeada por esas crías, sus ojos anaranjados tenían un brillo maternal que lo hizo sentir culpable. Pero la decisión estaba tomada, ella vendría aquí y se haría nada más voluntaria.

Algo lo golpeó, no físicamente, emocional a decir verdad. Era extremadamente potente, que nisiquiera podía pasarlo por alto.

Frunció el ceño y dudoso miró sobre su hombro siguiendo ese escalofriante sentimiento de melancolía. Busco con sus ojos dorados, hasta que al límite del patio trasero notó dos viejos columpios colgando de un árbol. Uno estaba vacío, pero en el otro una pequeña niña de cabello rubio fresa se balanceaba ligeramente.

B R E A T H-Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora