Capítulo VI

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Madison y yo corremos por uno de los parques que hay repartidos por nuestro vecindario. Se ha empeñado en llevarme a correr porque así vemos traseros de tíos. Según ella, nuestra posición es privilegiada porque vamos por una colina desde donde se ve todo el parque. He insistido diciendo que me gusta Diego, y ella me ha dicho que ir a ver culos no es nada malo, aún sabiendo que tengo fijaciones en Diego. Según ella, como aún no estoy saliendo con él puedo ir a mirar traseros sin sentirme culpable.

Después de casi una hora de carreras, llego a casa agotada y me pego una ducha bien fría. Se avecina el calor y cada vez lo noto más. Ya huelo el verano, ya huelo a los chicos en ropa interior por la playa.

Puta Madison, me está pegando su perversión.

Ah, hablando de chicos, llevo más de una semana yendo a la nueva casa de Diego. Estoy haciendo vida con John y con él, como si fuésemos los tres amigos de toda la vida. Sin ir más lejos, esta tarde hemos quedado para cocinar en su casa (básicamente, ensuciarle la cocina a John).

John es realmente un chico majísimo. He hecho migas con él fácilmente porque se parece mucho a mí. De vez en cuando, cuando no está Diego en casa, me pongo a hablar con John y se me pasa el tiempo volando. Es un chico que siempre saca temas de conversación entretenidos y, aún sigo sin saber por qué, cada vez que le miro a los ojos me río sola. Y él lo sabe. Por eso evita mirarme a la cara. Siempre dirige su mirada a otros lados y aunque a veces intento superar esa extraña reacción, al final acabo siempre con la misma expresión de niña tonta de tres años que no puede parar de sonreír al ver un caramelo demasiado apetecible.

Y el súmmum fue el otro día, cuando me lo encontré en calzoncillos por accidente. Me puse tan roja que tuve que ir corriendo al baño a echarme agua en la cara. No sé si fue bochorno o si realmente el chico me excitó, lo único que sé es que ahora apenas puede mirarle. Ya no a la cara, quiero decir a él en sí. Cada vez que dirijo mi mirada a su cuerpo, mi mente lo recuerda en ropa interior y empiezo a mover las piernas con gestos agitados como si estuviese tan nerviosa que sólo pudiese correr. Creo que ha sido una de las razones por las cuales ha sido tan fácil sacarme a correr con Madison: los nervios que cojo cuando estoy a solas con John. Qué coño a solas, ¡cuanto estoy acompañada también em pasa! Es como si estuviésemos destinados a estar juntos, y eso me choca, porque yo amo a Diego.

Acabo de ducharme y me pongo el albornoz. Camino hasta la habitación y, una vez allí, me visto tranquilamente. Mientras lo hago, pongo Brooklyn baby, de Lana del Rey. Diego me dejó el disco de Ultraviolence, así que mientras lo tenga en mis manos, lo escucharé tanto como pueda. Fue de los pocos que pudo recuperar de su antigua casa, así que le tiene muchísimo aprecio. Cuando voy a su casa y hay que montar muebles, lo llevo conmigo para ponerlo durante el montaje. 

La parte de abajo de la casa está bien, claro, pero la primera planta y el desván siguen vacíos, así que de vez en cuando llegan muebles por montar. 

Cuando acabo de ponerme la última prenda de ropa, me pongo con las tareas que debo hacer para el lunes. Odio el punto del curso en que se avecina el final pero no llega aún, porque es el trecho en que más deberes hay por hacer. Además de los exámenes, claro. Y por si fuese poco, es la época de caza, al menos la de Madison, así que sale con más frecuencia por las noches. Y me invita a mí también. Bueno, más que invitarme, me arrastra.

La época de caza de chicos es en esta parte del año porque así Madison tiene asegurado a un tío antes del verano. Claro, conociendo a Madison es raro que se conforme sólo con un tío. Pero que no sea de extrañar: lo de ganar a un tío ahora es para empezar una cadena de relaciones. Madison tiene la teoría de que los tíos se te acercan más si les dices que tienes novio. Y no se equivoca, al menos los últimos cuatro veranos le ha funcionado. 

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora