Capítulo XVII

100 12 37
                                    

-¡Oh, no!-me despierto alarmada- ¡Megan!

-¿Se puede saber qué te pasa, Alice?-Diego se despierta frotándose los ojos, con el sueño aún encima.

-¡Se me había olvidado por completo! ¡Corre!-me levanto y me pongo unos tejanos cortos y una camiseta. Me pongo los zapatos y me miro al espejo. Han pasado ya tres días desde lo de carrera, o sea que a lo mejor es demasiado tarde. Espero que no...

-Sigo sin entenderte-se da la vuelta y pone la cara en la almohada.

-¡Van a construir en el terreno donde estaban Megan y Faith!

Diego da un respingo y se levanta de golpe. Se viste corriendo y los dos bajamos para ir a hablar con el propietario del terreno. Andamos por la calle hasta llegar a mi casa y, después, nos dirigimos calle abajo hasta la entrada al pequeño bosque. Pasamos por pequeños caminos de hierba hasta llegar a un claro. Pero está vacío. Me derrumbo y caigo al suelo de rodillas.

-Eh, levanta-me dice Diego-. Puede que nos hayamos equivocado de camino. A lo mejor este no era el claro. Fíjate en cuántos hay ahora, es como si los estuviesen contruyendo expresamente. 

Levanto la mirada llena de lágrimas, me las enjuago y veo lo que dice Diego: han estado construyendo claros en el bosque, repartidos de forma equitativa y cuadriculada, como si visto desde el cielo pareciese una figura. 

-¡Ven!-Diego me coge de la mano y corremos hasta llegar un poco más adelante, donde hay otro claro. Y así hasta peinar nueve claros sin resultado alguno- ¿Nada?

-No...-me agacho e inspecciono el suelo- Me temo que hemos llegado tarde-cojo una flor del suelo, reconociéndola, reconociéndola por haberla plantado y regado yo misma. Rompo a llorar y noto cómo Diego se agacha y me abraza, mientras mira la flor.

-Lo siento, Alice, yo... Ojalá hubiésemos venido antes.

Y así es la forma en que una pierde a su hermana por segunda vez. Justo cuando creo que mi vida estaba rozando la perfección, pierdo a otra persona. 

Mi hermana, que nunca ha podido estar a mi lado de forma material, con la que siempre me he sentido identificada, a la que intentado revivir plantando flores encima de sus cenizas, a la que siempre he tenido como referente. Aquélla a la que nunca podré volver a ver. Ni siquiera podré sentir que la tengo a mi lado. 

Alzo la cabeza y, mientras lloro, saco de mi bolsillo un mechero. 

-¿De dónde has sacado ese mechero?-pregunta Diego.

-Es tuyo, y no me gusta que fumes-respondo, llorando-. Así que te lo quité. ¿Tienes tu botellín de whisky?

-¿Qué pretendes?-me pregunta, mientra saca del bolsillo de su cazadora un botellín con un poco de whisky. "Para emergencias anímicas", pone en la etiqueta que lleva puesta- ¿No querrás quemar todo esto?

Derramo el whisky en el suelo y me reservo un trago. Me lo bebo y enciendo el mechero, de modo que todo el alcohol se convierte en una llama. Lanzo la flor, mientras lloro. Rompo el botellín y con un cristal me corto la palma de la mano, de modo que empiezan a gotear sangre y lágrimas encima de la llama.

-Megan-digo, ahogada en mis lágrimas-. Te quiero. Nunca te olvidaré. Espero que me perdones algún día, por haber sido tan cabezota y haber echado tus cenizas por aquí-me río entre lágrimas-. ¿Recuerda cuando me trajiste aquí por primera vez? Hace tanto tiempo ya... Yo sólo era una niña. Pero aún te siento aquí como aquel día. Descansa en paz, y en serio te pido disculpas por haber olvidado venir aquí antes de que fuese demasiado tarde-me enjuago los mocos con la manga de la camiseta-. Perdóname.

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora