La extraña señora nos hace pasar a un salón pequeño pero acogedor. La sala es una especie de máquina del tiempo: hemos retrocedido varios años porque todo está decorado con muebles de la época. John, aún inquieto por haber sido apuntado con un arma, mira reacio a la señora que nos hace pasar mientras cierra la puerta y apaga las luces. Pasa las cortinas y enciende una pequeña vela en una habitación alejada sin ventanas. La ventana que da a la calle, la entrecierra y baja la persiana, dejando un cierto espacio entre paneles por si tuviese que mirar quién hay fuera sin que a ella la vieran.
-¡Ian!-exclama la mujer. Al poco tiempo de decirlo, un chico alto y delgado de cara pálida y mejillas hundidas se presenta delante de nosotros. Lleva un poco de barba y el pelo corto, casi a cero, pero no le queda mal. Sus ojos son dos pozos hundidas que parecen vacíos, y su expresión es tan hueca como su mirada. Se nos queda mirando, en especial a mí, se me queda mirando la barriga, como si intuyera que llevo un hijo dentro. Y me inquieta.
A lo mejor estoy paranoica. Ser madre te cambia, al menos eso dicen todas. Y creo que lo estoy empezando a experimentar.
El chico, que según la mujer es Ian, se pone ante nosotros y nos mira. La mujer mayor, la cual ha dicho llamarse Mara, le comunica que venimos para investigar sobre Ride, y el chico aprieta la mirada de nuevo. Nos mira con furia antes de intentar saltar sobre nosotros, pero su madre lo para en seco al decir que éramos amigos de Diego. Bueno, amigos es un poco flojo para lo que teníamos con él.
-¿Qué queréis?-pregunta el chico, demasiado borde.
-Iré a vigilar-nos comunica Mara.
-Va, soltadlo, qué queréis saber.
John y yo nos miramos.
-Está muerto, ¿verdad?-se dirige a la mesa de la cocina y se sienta. Se pone nervioso y contrae todos los músculos de su cara hasta empezar a sollozar levemente. Ver que se llevaba también con él me hace recordar que Diego era una persona fácil de amar. Era una de sus cualidades.
Me acerco a él, pero como si hubiese intuído mis intenciones me mira con ojos tristes y me señala una silla que hay cerca de él. Me siento y John también, sólo que en otra silla diferente. Ambos lo miramos, él se enjuaga las lágrimas y es entonces cuando me coge de las manos, pierda su expresión dura y nerviosa y se convierte en un desconocido que parece más íntimo que nunca.
-Tenemos poco tiempo, Alice-me dice.
-No recuerdo haberte dicho cómo me llamaba-me altero y frunzo el ceño.
-¿Crees que es necesario que me digas cómo te llamas? ¿O que estás embarazada de él, de John, el primo de Diego?
-¿A qué te refieres?-John me imita: baja las cejas, extrañado.
-Habéis estado investigando sobre Ride, ¿verdad?-los dos asentimos, aún con el ceño fruncido- ¿No habéis descubierto a qué nos dedicábamos? ¿Por qué hacíamos aquellas encuestas tan extrañas?
-Debe referirse al documento del pendrive de Diego, Alice-John me refresca la memoria.
-¿Sabéis? A todos les parece surrealista, pero creo que después de lo que habéis pasado nada os parecerá más surrealista que haber perdido a un novio porque sí. Sin motivo-hace una pausa-. Sí, Diego vino hace unos meses, para entregarme esto-se acerca a la alacena, retira unos platos y saca un sobre. Nos lo entrega.
Lo abro: dentro hay una fotografía, donde salen Diego, Erik, Ian, Megan y una chica (supongo que Rebece). Es de hace años, porque todos parecen más jóvenes y algunos incluso tienen cara de niño. Después de haberla mirado un rato, Ian me señala el dorso de la foto, de modo que la giro y leo lo que pone:
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Pretty flexible boy
Teen Fiction[Pretty flexible boy] Alice es una chica de diecisiete que apenas ha tenido contacto con los chicos. Relacionarse con la gente siempre se le ha hecho difícil, más teniendo en cuenta los nervios que le causan algunas situaciones. Y cuando se enamora...