Capítulo XVI

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-Tenéis razón, lo siento, perdonadme-Diego se disculpa, con los palillos en la mano derecha y su mano izquierda rascándose la nuca. 

Son las tres de la mañana y estamos comiendo sushi de un Take away que había cerca del hospital. Qué normales somos. Aunque bueno, eso no es lo peor. Volvemos del hospital, de habernos perdonado después de que Diego se haya caído de una moto en una carrera en la que tienes que abrirte de piernas.

Mi vida desde que conocí a los chicos flexibles es surrealista. Pero me gusta, es lo peor de todo. 

-Diego, debes entender que entre nosotros hay algo más que amistad-le comento-. Por favor, no lo hagas más difícil.

-Ya he dicho que lo siento, por favor. Estoy arrepentido, ya lo he dicho. Dejadme ya, ya he pedido perdón-sonríe-. Plastas.

-Siempre igual-le revuelvo el pelo-. Te perdonamos. Pero quiero que entiendas que lo nuestro es una relación, y que tener sexo con otras personas es ser infiel. 

-Vale-dice, casi abatido-. A partir de ahora os seré fiel. 

John y yo reímos mientras miramos a Diego. 

-Más te vale, sino te capamos-comento de broma.

-Vale, me comportaré, pero eso no, por favor-dice Diego, suplicando cómicamente. Todos reímos al unísono-. Por cierto, ¿no tenéis sueño?

-Pues sí, un poquito de sueño sí que tengo-dice John, dejando los palillos y bostezando-. Aunque antes de irme a dormir me gustaría enseñaros algo.

John se dirige al jardín. Diego y yo nos miramos dubitativos, pero bajamos de nuestros taburetes y acabamos siguiendo a John hasta fuera. Una vez allí, vemos que se dirige al pequeño garaje que John ha utilizado siempre como cobertizo. Entramos y no vemos nada debido a la falta de luz, pero de repente alguien encienda la luz y todo cobra color. Delante de nosotros hay una moto con un lazo rojo encima.

-Ésto es para vosotros-dice John.  Diego se queda perplejo un rato y después reacciona.

-¿Pero... por qué?-le pregunta Diego- Se supone que soy un cabrón por haberos puesto los cuernos, ¿pero en vez de reñirme me das una moto?

-Era un regalo que os quería dar ayer, bueno, esta mañana. Pero te encontré con aquella chica y no os lo pude dar. Es un regalo para los dos, porque tengo malas noticias. 

-¿Qué pasa, John?-inquiero, preocupada.

-Oh, bueno, no os preocupéis, pero me tendré que asentar un tiempo porque he descubierto que el patrimonio que tenían mis padres era más grande que un puñado de dinero. Sólo os diré que tenían como diez casas en toda la costa oeste. Y necesito ir a visitarlas porque venderé alguna.

-Qué extraño... ¿Y nunca te hablaron de ninguna de ellas?-me acerco a él y miramos como Diego se sube para probar la moto. 

-Bueno, mi relación con ellos siempre fue mala. Por no decir inexistente. Y murieron cuando yo era joven, así que tampoco recuerdo mucho sobre ellos. El caso es que muchas de ellas las venderé, por no decir todas. Y necesito ir a verlas.

-¿Y no podemos ir de vacaciones?-pregunta Diego, bromeando.

-No, me gustaría hacerlo en el menor tiempo posible. Mi intención es estar sólo una semana fuera, de modo que pueda venderlas todas. Y parar en cada una de ellas es ralentizarme. Espero que lo entendáis.

-Por supuesto-le digo-. No te preocupes por nada. Yo vigilaré a Diego.

-Bueno, por eso os hago este regalo, para que os lo paséis bien en mi ausencia. 

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora