Capítulo VII

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He avisado a mi madre. Le he dicho que esta noche no dormía en casa. Hemos ido todos a casa de Tim, ya que él nos ha invitado amablemente. Además, como su casa está cerca de la fábrica abandonada, me ha hecho un favor, porque caminar con la pierna quemada es bastante incómodo.

Hemos llegado a su casa y me he sentado en uno de los sofás negros que tiene en una esquina del comedor. Diego ha traído un algodón y alcohol de 96, y me ha estado desinfectando la herida. Tim me ha prestado un cojín que morder para cuando me pusiese Diego el alcohol en la herida.

Aún así, cuando he dicho "Puta" se ha escuchado, incluso cuando tenía el cojín en la boca. Y Madison se debe haber sentido aludida, porque se ha girado cuando he gritado. Ariadna se ha empezado a reír de lo que había pasado. John se ha puesto a mi lado y me ha estado poniendo el cabello detrás de la oreja, para distraerme mientras me ponían alcohol en la herida que me llegaba desde el tobillo hasta la mitad del muslo. Es lo malo de ir en pantalones cortos.

-¿Ya estás mejor?-me pregunta Diego, alzando la mirada peor no la cabeza, obligando a sus ojos a moverse hasta arriba para verme.

Hago que sí con la cabeza pero sigo mordiendo el cojín. A pesar de que ha retirado el algodón hace rato y que está soplando en la quemadura para que no me escueza tanto, me sigue picando como si tuviese millones de bichos comiéndome la pierna. Al fin, después de un rato, me libro del cojín y del escozor y respiro hondo por si el picor vuelve a venir.

-Ha sido increíble, Alice-me repite Diego-. En serio, lo has hecho muy bien.

-¿Alguien quiere vodka con frambuesa?-pregunta Tim, desde la cocina. Está detrás de la isleta como si fuese la barra de un bar. Delante, sentadas en un tamburete, están Ariadna y Maddie.

-No, gracias-le responde John-. Bueno, al menos yo no.

-Va, no me seas soso, John. Va, un poquito.

Sirve seis y los pone en la isla de la cocina. Con la ayuda de Diego, me levanto y camino hasta un taburete junto a Madison. John y Diego también toma asiento un poco más adelante, junto a Tim. Todos bebemos, yo más despacio que nadie.

-¿Qué pasa?-me pregunta Tim-¿No te gusta la frambuesa?

-Oh, no, no es eso, es que ya llevo demasiado alcohol en la sangre. Ya sabes, el que me ha metido Diego-le respondo, bromeando con cara seria. Tim esboza una sonrisa y empieza a hablar con Ariadna.

Me acabo el vaso y automáticamente me lo rellenan. Bebo más mientras escucho el hablar de la gente. Están mencionando algo de la carrera, están comentando cómo lo han hecho los demás concursantes.

Cuando ya llevamos tres vasos o así, y la botella ya se ha acabado, Tim propone jugar a la botella. Menegaría completamente, pero el alcohol me hace decir sí, de hecho, un sí demasiado convencido. Tal vez no sólo sea por el alcohol, tal vez sea por las ganas que tengo de jugar a algún juego obsceno con Diego.

Nos sentamos los seis en círculo. Tim explica las normas: a quien le toque, debe escoger entre verdad o reto. Después, debe escuchar las pruebas o las preguntas que le sugiere el concursante del otro extremo de la botella. Si se niega a cumplirlas, debe quitarse una prenda.

Tim gira la botella. John es el primer afortunado.

La verdad es que me sorprende que haya aceptado jugar a un juego tan obsceno, teniendo en cuenta cómo es. Bueno, qué coño, si yo soy igual que él y también he aceptado. Es todo por culpa del Absolut Raspberri.

-Verdad-dice él, convencido. Tim, que es el que tiene enfrente, le mira pícaro.

-¿Es verdad... que lo has hecho con un tío? ¿Te gustaría probarlo?-alza las cejas continuamente insinuándole algo. Todos reímos.

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora