Capítulo X

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-¿Cómo la tiene?-inquiere Madison, agitada. Estamos tumbadas en el suelo las tres, encima de tres colchones. Nos hemos puesto delante de la ventana porque así vemos las estrellas y nos vemos las caras. Seguro que lo hace para ver mi cara de asustada, al menos la cara de asustada que tendría al haber tenido o a Diego o a John dentro.

-Madison, no sé cuántas veces te he dicho que ha sido un truco, que no hemos hecho nada-le respondo, perdiendo la paciencia. Les hemos explicado eso cuando todos estábamos un poco bebidos, de modo que así nadie nos obligaría a repetir la prueba. Pero ahora, después de tres horas, Madison y Ariadna ya están sobrias. Y en vez de obligarme a repetir la prueba, me dan el tostón, convencidas de que realmente lo hemos hecho.

-Estamos convencidas de que te han rellenado el boquete-responde Ariadna-. Gritabas de placer escandalosamente.

-Ha sido todo un puto montaje, creedme-me pongo a pensar-. Y sólo he visto el miembro de John, punto. 

-¿Y por qué sólo el de John?-pregunta Madison, mientras se expande una crema de esas que huele a gusanos de seda.

-Porque el pobre no sabía que no lo íbamos a hacer y se ha bajado los calzoncillos delante de nosotros.

-¿Y bien? ¿Pulgadas?-reclama Ariadna.

-Yo qué sé, era grande. Muy grande. 

-Pero cómo de grande. ¿Como esta lámpara?

-Que no lo sé, no me he fijado tanto. Sólo sé que era grande. 

-Desde luego-comenta Madison-, siempre igual. ¿Qué haremos contigo...?

-Por lo pronto nada que tengo sueño.

-Si sabes que vas a tener sueños húmedos-empieza Ariadna-, ponte en una esquina.

Pongo los ojos en blanco y me doy la vuelta para poder dormir.


Alguien me coge como a un saco de patatas. Me despierto agitada y mareada, con un dolor de cabeza terrible. Diego, que es el que me sujeta, me lleva a la planta baja. En el trayecto, algo se empieza a revolver dentro y comprendo que tengo muchas ganas de vomitar por culpa de todo el alcohol que bebimos ayer. De tanto meneo, acabo vomitando en movimiento, pero como Diego me ha cogido de tal manera que mi cabeza queda en su espalda, no se da cuenta de cómo vomito y cómo estoy dejando el suelo. Me saca fuera, al jardín, y me pone en la hierba. Más tarde, llegan Tim y John con Madison y Ariadna en sus hombros, igual que Diego y yo. 

Aún empanadas, las tres, en ropa interior, nos revolvemos por la hierba húmeda. Me levanto despacio y me pongo en pie.

-¿Adónde vas?-me pregunta Diego, mientras me toma de la cintura y me vuelve a tirar en la hierba. Se cae conmigo y quedamos uno encima del otro.

-A por una fregona-balbuceo, con los ojos entrecerrados.

-¿Una fregona? ¡No te preocupes!-le hace un gesto a Tim y se gira para lanzarle una mirada a John. Se aparta de nosotras, que estamos tumbadas en la hierba, rebozándonos, aún con el sueño encima, y, de repente, empiezan a dar vueltas los aspersores del jardín.

-¡Me cago en todos tus muertos, Tim Moore!-exclama Madison, con la cara empapada. Ariadna y yo nos enderezamos de golpe al sentir el frío de los aspersores. Respiramos fuerte de golpe mientras nos caen las gotas de agua congelada por el pelo. Y, de repente, alguien nos echa a las tres un cubo de agua con jabón lleno de pequeños cubitos de hielo. Me levanto a tiempo y consigo coger a Diego por los pies y llevarlo al suelo, de modo que él también se moja. Le cojo de los hombros y me cuelgo de él, a través de su espalda, con tal de que no sea capaz de levantarse. Harto de intentarlo y no poderlo (ya que la hierba mojada resbala mucho), me coge y me reboza por la húmedo hierba. Repito la acción contra él y, sin saber cómo, acabamos el uno pegado al otro, mirándonos fijamente a los ojos. Pero algo nos interrumpe: John es arrastrado por Madison y puesto junto a Diego. Madison, aún medio dormida pero caliente como siempre, pretende parparle el miembro a John mientras le hace morritos. John, despavorido por tal escena, se pega más a nosotros con tal de esquivarla y acaba entre Diego y yo.

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora