Lo reconozco, soy una chica frágil.
Está claro que no soy la típica chica cachas, que parece que se va a comer el mundo, ni tampoco aquélla que hace locuras y nunca sale herida. Sólo hace falta verme para saber que simplemente soy una chica normalita, la Alice de siempre. Aquella que permanecía en casa estudiando mientras los demás salían de juerga y me enviaban fotos de cómo lo estaban pasando.
Pero bueno, no soy fuerte, pero soy una chica, que, al fin y al cabo, son sinónimos. Todos piensan que ser chica es fácil, pero se equivocan. ¿Acaso un chico tiene que pasar unos días al mes perdiendo sangre? ¿Tienen que dar a luz a un bebé, no sin antes haberlo llevado en su barriga durante nueve meses? No, está claro que no. Ser un chico es fácil. Simplemente vives como quieres sin que la sociedad te diga nada y vas dejando hijos por ahí. Si eres un poco suelto, te felicitan por haber estado con tantas tías. Y si invertimos la situación te llaman puta pore star con tantos tíos.
Y a pesar de ser una chica y tener que pasar por todo eso, puedo llorar. Que la gente no crea que no se llora, que llorar es de cobardes, de aquellos que lloran por algo que no supieron defender. Bueno, la muerte de Diego no fue mi culpa. Sé que a lo mejor podía haberla evitado. Pero no fue cuulpa mía que justo aquel día se me cruzaran los cables y discutiésemos por una tontería. Y que por eso muriera, por estar solo en vez de estar conmigo.
Mi madre dice que me torturo demasiado con ese tema. Pero ella tenía razón cuando me dijo que no me preocupara por los muertos y disfrutara de los vivos. Porque justo aquel día Diego murió y yo no supe ver cuán equivocada estaba al haberle gritado por tener razón.
Hoy hace exactamente cinco meses de aquéllo. La vida sigue, más gris que nunca, pero sigue, al fin y al cabo. El otoño empezó tan sólo hace dos meses, pero para mí es invierno desde aquel aciago día. A veces me pregunto si Diego estaba destinado a morir, si realmente había hecho algo malo que había tentado al Destino. Pero después me acuerdo de su sonrisa pícara, de su mirada, de Él. Y me convenzo de que no era así. Si lo mataron fue por una injusticia, estaba claro. Y la palabra Ride seguro que era algo para devolver el equilibrio. Algo que pudiese incubrir al asesino. Aunque, ¿no hubiese sido más fácil decir su nombre? Bueno, Diego siempre fue muy especial. Le gustaban los acertijos, así que Ride puede significar cualquier cosa.
De momento, me lo tomo como Viajar. Viajar en su moto, claro. De vez en cuando, cojo su moto y conduzco rápido hasta llegar a tiempo. Echo carreras con el sol para ver quién llega primero al horizonte. Y siempre gana él, claro. Pero al menos el tiempo que estoy haciendo el tonto cuál borracha que sigue una línea infinita en forma de círculo en el suelo, me olvido por un instante de que ya no está aquí.
No sólo me pasa ahí. A veces, entro a casa de John, pongo algún disco de Lana del Rey, me siento en el sofá y cierro los ojosm creando mi propio paraíso oscuro. Rememoro aquellos momentos en que Diego estaba arriba haciendo arreglos en casa con alguna canción puesta. Recuerdo a John, trabajando duro como siempre, mientras Diego pintaba mientras hacía cualquier tipo de muestra de flexibilidad.
Y entonces abro los ojos y todo sigue como siempre. La casa, más lugúbre y sola que nunca, sigue vacía. El único sonido que se escucha es el reloj de pared, cómo los péndulos van y vienen. El disco ni se oye porque hace rato que se ha acabado. Es lo que tiene recordar: las horas se te pasan volando pero tú sólo recuerdas unos minutos.
Más de una vez me he quedado a dormir en aquella casa. A veces duermo en el suelo, cerca de una ventana, abrazando alguna prenda de ropa de Diego. La huelo y es como si aún estuviese aquí. Como si estuviésemos los dos tumbados sobre el suelo, abrazándonos.
Y al día siguiente la prenda ya no huele a él, huele a mis lágrimas.
Poco a poco van pasando los días, y poco a poco me doy cuenta de que nada volverá a ser como antes. Tal vez pueda encontrar algo que se le parezca, pero dudo mucho que mi vida sea igual de maravillosa que cuando Diego estaba en ella. Aún recuerdo la primera vez que nos dijimos más de dos palabras. Fue en una fiesta de Tim, y no fue un buen comienzo, precisamente. Yo me había sentado encima de su toalla y él me pidió que me levantara. Tal vez no sea lo más romántico del mundo, pero cuando estás enamorada te da igual de lo que hables con tal de hablar con él. Además, no todas las historias de amor empiezan bien. Lo bueno es que terminen bien.
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Pretty flexible boy
Teen Fiction[Pretty flexible boy] Alice es una chica de diecisiete que apenas ha tenido contacto con los chicos. Relacionarse con la gente siempre se le ha hecho difícil, más teniendo en cuenta los nervios que le causan algunas situaciones. Y cuando se enamora...