Capítulo XV

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Me dirijo a casa de John y Diego para ver cómo están y pasar el día con ellos. 

Lo de anoche fue increíble. El jueguecito que Diego propuso fue la guinda del pastel. Así que hoy por la tarde tenemos plan también, por eso voy derechita a su casa. A ver qué hacemos hoy. Ojalá se le haya ocurrido otro de sus jueguecitos a Diego. Cada vez que recuerdo lo de anoche, me entra la risa floja, no sé si porque me gustó demasiado o porque aún siento las cosquillas de ayer.

Diego y John tienen plena confianza en mí, de modo que me han dado unas llaves de su casa, como si también fuese mía. Me alegra ver que me tratan así. Bueno, al fin y al cabo, somos una relación, ¿no? Qué menos que haya confianza entre los tres. Así pues, como tengo llaves, abro la puerta y dejo el bolso en el colgador. Me dirijo a la cocina para ver si están ahí pero no los encuentro. Miro en el salón y allí tampoco están. Decido ir al jardín y tampoco los veo, pero a través de una ventana abierta del segundo piso los escucho discutir, tanto a John como a Diego.

Subo corriendo las escaleras y abro la puerta de la habitación de Diego. Allí están los dos, mirándose como si pudiesen disparar con los ojos, mirándose con rabia y dolor, algo totalmente inexplicable después de todo lo que pasó ayer. Diego está en ropa interior y John tiene los ojos rojos como si hubiese estado sin dormir varios días. Diego se mantiene impasible, sentado en una silla como si se estuviese vistiendo. 

-¿Qué... Qué ha pasado?-pregunto, mientras observo preocupada el panorama. La cama está revuelta, algún que otro mueble está fuera de lugar y hay un sonido de agua de fondo. 

John se gira y se enjuaga las lágrimas para que yo no lo vea. Diego sigue poniéndose la camiseta y los pantalones.

-¿Qué ha pasado?-repito, más convencida, con una lágrima cayéndome del ojo izquierdo. Aprieto los puños para no dejarme llevar demasiado por la rabia. Creo que me estoy haciendo una idea muy cercana a la verdad. Ninguno de los dos responde, así que me acerco a John y le cojo del hombro. Le doy la vuelta y observo su rostro. No está triste, sólo parece hueco- ¿John?-con la manga le enjuago las lágrimas.

-Diego se ha acostado con otra-lo mira como si lo intentara matar. 

-Me parece que estáis haciendo una montaña de un grano de arena-se defiende el chico elástico-. Además, lo nuestro no era amor. Era amistad, ¿recordáis?

-Los amigos no se tatúan sus nombres en el brazo-digo entre dientes, con cara de enfadada, mientras le enseño mi tatuaje, aún reciente, en el que hay una D y una J. El orden fue así porque parecía gracioso que en mi muñeca izquierda pusiera DJ. 

Ah, sí, se me ha olvidado comentar que Diego, John y yo fuimos anoche a tatuarnos nuestras iniciales en las muñecas. Nos pareció gracioso. A mí me pareció impresionante, era como si a partir de aquel momento tuviese a John y a Diego junto a mí. 

Y ahora está con la cabezonería de que esto no es amor. 

-¿Queréis dejarme en paz?-Diego se pone las bambas y se levanta de la silla, aún serio, como siempre. Parece que el que se tenga que disgustar aquí sea él.

-¿Que te dejemos en paz?-sigue John, cogiendo fuerzas- ¿Acaso no te ha quedado claro que para nosotros esto era amor y no sólo amistad?

-Venga ya, John. Tú eres mi primo y eras el primero que no quería nada del trío. Ahora no me vengas con excusas.

-Diego, aún no lo entiendes. Yo te quiero. Alice y yo te queremos. Te queremos como algo más que un follamigo-se le secan las lágrimas y la garganta.

-Déjalo-digo seria, frunciendo el ceño-. Vámonos, John.

-¿Adónde pretendes ir, John? Esta es tu casa-le recuerda Diego.

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora