Capítulo VIII

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Como la tarde es larga y mis deberes están hechos, me dirijo a casa de Diego. 

Esta mañana, en clase, me ha explicado que John ha ido de nuevo a comprar muebles y que hay que montarlos, así que estaré entretenida montándolos. Espero que hayan traído algo para mi supuesta nueva habitación, la verdad es que me emociona mucho tener otra casa, saber que tengo cobijo en cualquier sitio si alguna vez me siento sola.

Diego también me ha estado comentando que John está buscando trabajo. La herencia es grande y le cunde de sobras para vivir casi diez años, pero él quiere trabajar para hacer algo productivo. De hecho, está pensando en montar su propio negocio, y espero que sea de muebles.

Una vez allí, Diego me abre la puerta y me hace pasar al recibidor. Las paredes aún siguen blancas y los zócalos aún siguen muy nuevos, se nota que es de hace relativamente poco. Me alegra saber que yo formaré parte de esta casa desde un principio. 

Pasamos a una sala aún vacía de la planta baja, que es la que usan para poner las piezas de muebles aún por montar. Las paredes están rayadas porque apoyar tablas de madera acaba por hacer rozaduras. Afortunadamente, esta habitación se utilizará de biblioteca, así que las estanterías taparán los rasguños de la pared.

-¿Y John?-pregunto-¿No está?

-Verás, hay algo un poco privado que no te he contado. Sabes que John es muy especial, no le gusta ningún tipo de comentario sobre sexo ni anatomía, no le gusta hacer actos obscenos ni presenciarlos. 

-Ajá, y dime, ¿qué ha pasado?

-¿Prometes no reírte?

-Claro, pero, ¿tan grave es?

-No, el problema es que para él se le ha hecho un mundo. A ver, John se ha criado en un ambiente un tanto cristiano, y según qué actos aún no ha experimentado. Sin ir más lejos, aún sigue virgen.

-Bueno, no pasa nada.

-Tampoco ha eyaculado en su vida-se sonroja un poco y tose-. Y esta noche ha tenido una polución.

Me tapo la boca para evitar reírme. Me imagino el escándalo que habrá montado.

-Se ha despertado justo cuando le pasaba, y se ha puesto a gritar como si le hubiesen poseído-Diego se ríe, se ríe mientras habla y yo estoy a punto de explotar de risa-. He ido corriendo a su habitación pensando que le pasaba algo. Y cuando lo he visto me he empezado a reír de una manera...

Me tapo la boca otra vez y de tanto aguantarme la risa me salen lágrimas de los ojos. Me empiezo a reír a carcajadas, ya cansada de aguantarme las ganas.

-Y se ha avergonzado, y apenas me ha dirigido la palabra. Sólo he visto que ha comprado muebles nuevos. Y ya está. Y ahora está por ahí, supongo que habrá ido a distraerse un poco-aún em sigo riéndo y él mantiene su sonrisa-. O sea que ni se te ocurra decirle nada, ¿vale?-No puedo tomarle en serio después de todo.

-Pobre-digo, dejándome de reír-, lo debe haber pasado fatal, más teniendo a su primo ahí delante.

-Yo creo que lo que más le duele de estas situaciones no es no poder verlas, es no poder vivirlas como los demás. Nosotros estamos acostumbrado a ver algo sexual como algo gracioso, pero a él, desde pequeño, le han enseñado a verlo como algo prohibido y vergonzoso, por eso se lo toma todo así. 

Miro un rato los rodapiés. Me llama la atención que en uno de ellos haya una especie de marca, después me doy cuenta de que es la marca de la empresa de zócalos.

-Por cierto-le digo a Diego-, tengo una cosa para ti.

-¿En serio?-pregunta, intrigado-¿Qué es?

Pretty flexible boyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora