Prólogo

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"El razonamiento humano nos impide ver más allá, nos ciega a ese mundo espiritual que está ahí, existe y es real".

Amelia Collins

—Los seres espirituales están entre nosotros. Ángeles y demonios librando una lucha constante, no podemos ignorar todo esto, si lo hiciéramos ignoraríamos la creación en su totalidad, ellos existen, están ahí afuera, ángeles protectores y demonios que infectan todo cuanto tocan. La humanidad está en peligro pequeña y nosotros solo podemos elevar nuestras suplicas al Creador.

Mi madre le cuenta a mi pequeña Emma historias sobre ángeles, esas mismas historias que me contaba a mí, solo que hablar de ángeles y demonios, de la guerra entre ellos, no me parece un cuento muy apropiado para una niña tan pequeña.

En tono amable interrumpo su cháchara:

—Mamá por favor, aprecio lo que haces, pero, ¿No crees que es una historia un tanto profunda y siniestra para una bebé tan pequeña? —mi madre suspira.

—Mi querida Amelia, mi historia es real. Te has vuelto una mujer guiada por razonamientos vanos. Esa lógica, la evidencia que quieres buscarle a todo, te limita ver más allá, estás tan absorta en lo que es normal que te ciegas a lo que es real —respiro profundo y cuento hasta 10. Ya más calmada, la miro y trato de sonreírle.

—Mamá, sabes que de eso no estoy hablando, sino que...—me interrumpo para dar lugar a un suspiro cansino.

—Ya se querida, ya lo sé, todo acerca de un mundo de luz, pacifico, lleno de ángeles que son enviados para nuestro cuidado, nada de cosas feas. ¿Así estaría mejor?

Sonrío. Mi madre es una mujer buena. Tuvimos nuestras diferencias... ¿Qué adolescente no piensa que su madre es el enemigo? Pero sé que es una buena madre y será una abuela maravillosa, aunque el hecho de que siga con su parloteo y su frase tan común de: "Los ángeles están a nuestro alrededor". No diré nada más, no voy arruinar mi tarde. Eso significa que dejo pasar el hecho de que esa frase tiene su historia, una un tanto molesta para mí. En lugar de expresar mi frustración apruebo sus palabras:

—Mucho mejor.

Zanjando así el tema que trae recuerdos no tan gratos. Dirijo mi atención a mi hija.

—Hola pequeña Emma, mami esta aquí —al mirar el rostro de mi ángel, mi sonrisa se ensancha. Ella me hace muy feliz.

—Emma es un buen nombre —dice mi madre con orgullo.

Y sé que para ella, por ser de descendencia Judía, es importante que el nombre tenga un significado; y que el mismo destaque algo relevante para la persona que lo posee. Sin duda el nombre de su nieta, le queda como un guante. Perfecto.

—Lo es, después de todo ella merecía tener ese nombre —termino en tono bajo.

Fui madre hasta el séptimo año de mi matrimonio, después de tantos tratamientos infructuosos y darme por vencida, supe que estaba embarazada. Fue difícil el periodo de gestación, sufrí un accidente de auto a las 11 semanas, amenazas de aborto, pase algunas semanas en el hospital y cuando por fin nació mi hija nadie objeto cuando Jeremy y yo decidimos bautizar a nuestra pequeña con el nombre de Emma. Quisimos un nombre que signifique algo para nosotros y para ella, así que después de tanto pensar y buscar, dimos con el indicado. En germánico, Emma significa "La que es fuerte" y mi hija lo es.

—Es una niña muy sensible —dice mi madre sacándome de mis recuerdos, su tono es misterioso.

—Mamá ¿Qué dices? —la cuestiono.

—Nada Lia —utiliza el diminutivo de mi nombre—, cosas de viejas —continua con tono despreocupado.

No me parece que sean cosas de viejas, pero decido no ahondar en el asunto. Salgo de mi habitación para ir en busca del biberón de mi hija, a mi regreso escucho a mi madre platicar con mi pequeña, es fascinante. Emma balbucea y gorjea más con mi mamá, que conmigo o en dado caso con Jeremy, me hace sentir celosa.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora