Capítulo 3

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"No puedes evitar que el corazón reclame protagonismo, pero puedes negarte a escucharlo."

Clarión

Se suponía que era una vida, la maldición solo cobraría una vida.

Quiero arrancar cada uno de mis cabellos. La incomodidad toma terreno. Tomar forma humana es exasperante, estoy a merced de las necesidades del hombre natural, y por ende, comienzo a sentir todo aquello que hace de la humanidad lo que es.

Lo más frustrante es que estoy limitado. Mi esencia etérea sigue estando ahí, puedo cambiar cuando lo deseé, pero es difícil asimilar el cambio, en las primeras horas, solo soy un simple mortal. Un gruñido visceral me abandona, denotando mi frustración.

— ¿Por cuánto tiempo estarás así? —la pregunta de Aragón me saca de mis ofuscados pensamientos, miro a mi alrededor, y mi ansiedad va en aumento. ¡Ni siquiera puedo verlo!

— ¿Podrías mostraste? —pregunto entre dientes. Evidenciando mi molestia. Su risa profunda es un aliciente para mi ira.

—Por ello no cambio lo que soy, la humanidad no es lo mío —responde en tono burlón. Lo que dijo no es ninguna novedad para mí, a los de mi casta, no les apetece el cambio. Aunque, se han visto casos.

Esa luz comienza a tomar forma, un hombre grande portando una armadura, alas negras plegadas a su espalda. Su tez oscura le da un halo de oscuridad, parece un ángel vengador —gruño— ya comienzo a pensar como un mortal.

Regreso mí mirada a él, tiene esa sonrisa engreída en su rostro, quiero borrársela de un puñetazo, pero no soy estúpido... Aunque lo que digo a continuación me hace uno, un total y absoluto estúpido.

—Necesito estar con ella —mi voz es desesperada.

Aragón gruñe en voz baja.

—Eres más peligroso en esa forma, de lo que eres como guerrero, y eso es ya decir mucho, que la necedad no se adueñe de ti Clarión, eres un...

— ¡Se lo que soy! —exclamo irritado. No tiene que darme una clase al respecto.

—Entonces no lo olvides —anuncia con voz firme— Se que estás...—mueve su cabeza en señal de desaprobación—. Ni siquiera voy a ir ahí, sólo en ese estado, ten cuidado—finaliza señalando mi cuerpo.

—Lo tendré —le doy una pequeña inclinación con mi cabeza. Voy de salida cuando su voz me detiene.

— ¿Guerrero? —giro mi cuerpo para enfrentarlo.

— ¿Si?

—Mientras me lo permitan, cuidaré tu espalda —asiento, agradeciendo su respaldo en esto.

Hace siete años me encontraba en el mismo hospital, sólo que ahora soy un humano, uno bastante irascible, todas estas emociones me tienen bullendo por dentro.

Al pasar un tiempo observando a la humanidad, aprendí a conocerlos, a predecirlos, pero jamás pensé que tomaría forma humana, verlos interactuar no es lo mismo que sentir lo que ellos sienten, estoy en su piel. Ahora los comprendo más, son tan volátiles —emito un resoplido enojado—, por este motivo no quería mostrarme a Emma. Nunca lo vi necesario, aunque ella siempre sacara el tema, yo no le di importancia, tampoco quería que me viera en mi forma más pura, se que puede ser algo desconcertante, y no quería ver en su mirada temor, no hacia mí, ni siquiera por un segundo.

Sé que la humanidad le teme a lo desconocido, yo no quería de ella esa mirada —me rió en voz alta— creo que lo que vi hoy en sus ojos dolió más, no pude ver su alma, pero sus ojos, ellos me odiaron. Y ¿Ella? Ella sencillamente estaba fuera de sí, ni siquiera se dio cuenta de quien la sacó de la casa, o cuando la llevaban al hospital, no necesito ningún poder celestial para saber que ella estaba muy afectada, verla en ese pasillo, con sus ojos vidriosos y esa entrometida mujer cerca de ella, saco lo peor de mí, pero su mirada, ni las batallas más sangrientas me han dejado sin fuerza como lo hizo su mirada.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora