Capítulo 40

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Mi cuerpo se estremece. Un escalofrío recorre mi espina dorsal y mi omóplato izquierdo cosquillea, como si pequeños alfileres se incrustaran en mi piel. Con un movimiento brusco la mano en mi hombro es sacudida violentamente, por instinto reacciono pegando mi espalda a la puerta. Lo que me sujetaba, ya no está. Mi mirada recorre la habitación... La tenue luz proveniente del exterior a través de las amplias ventanas muestra el cuerpo de Julie, agazapado en un rincón, sus manos temblorosas, su rostro claramente contrariado, comienza a sacudirse es espasmos erráticos. Ahogo un chillido cuando su rostro se desfigura dando paso a otra mujer, su rostro blanquecino, sin vida, lleva una tira de oro en su frente, sus ojos dorados rojizos, lo que sale de sus labios me estremece:

—Mi trabajo no ha acabado... Encontrare la manera de erradicar tu linaje —la bruma que cubría el rostro de Julie se esfuma y así sin más el rostro de aquella mujer, desaparece.

Todo sucedió en cuestiones de segundos, tan rápido que mi cerebro aun no lo procesa. Mi mano está cubriendo mi boca y mis mejillas están húmedas. Todo mi cuerpo tiembla. Un fuerte golpe me estremece. Mi espalda aun está apoyada en la puerta de entrada y esta, está siendo azotada con fuerza. Los golpes cesan y él está frente a mí.

— ¡¿Dónde está?! —su voz envuelta en ira. El rostro de Clarión es una máscara de furia, potente, incluso siniestra.
Sus alas plegadas, su forma etérea maravillando mis sentidos. Cierro mis ojos cuando una ráfaga resplandeciente se sitúa detrás del guerrero. Se a quien pertenece; Helena.

—Ve con cuidado —dice el ángel en tono amargo.

Mi cerebro se ha atrofiado y mis pies siguen clavados en el sitio. No puedo hablar, ni pensar con coherencia. Mis ojos se cruzan con los de Clarión y en ellos veo temor. Me atemoriza aun más pues eso es algo que solo he visto dos veces en esas profundidades azules, la noche en que asesinaron a mis padres y la vez que descubrió que estaba embarazada, por instinto llevo mis manos a mi vientre. Mi boca está seca, mi lengua sale para refrescar mis labios, como puedo articulo.

— ¿Qué le ocurre? —él se acerca a mí, sus fuertes manos enmarcando mi rostro. Su expresión impávida.

—Nada que deba preocuparte...

— ¡Tonterías! —exclamo con brusquedad— ¿Qué sucede con... Julie? —mi voz baja; temerosa por la respuesta que él pueda darme.

—Esperamos la decisión del Creador... —la habitación se carga de electricidad y yo ahogo un gemido. La voz proviene de un arcángel. Él es imponente. Sus alas plateadas plegadas a su espalda, su armadura de bronce, su estatura y belleza fría me absorbe, y como si no pudiera evitarlo me encuentro atraída y ensimismada en él. Sus ojos dorados brillan, como si estuviesen cargados de energía, algo divino los envuelven.

Un escalofrío me saca del trace, mi cuerpo se estremece y no tiene nada que ver con la temperatura de la época. Tomo el antebrazo de Clarión, pero las palabras de Gabriel consiguen mi atención.

— Ella se debilita, hoy es el último día de la fiesta solemne, las luces se apagarán llevándose consigo la impiedad causada... La maldición sobre tu familia, por fin, ya no tiene validez alguna.

— ¿Y qué tiene eso que ver con Julie? —nadie responde— ¿ Qué sucede? —susurro mirando al hombre que amo— Por favor, por favor... No me ocultes nada —ruego, él toma mi rostro y pega su frente en la mía. Suspira pesadamente.

— ¿Recuerdas los mensajes? ¿El sentirte siempre observada, vigilada? ¿El accidente de Julie cuando fuiste al lago? ¿El por qué Samuel estuvo aquí el día que te llevo consigo? —él enumera y yo cierro mis ojos, de repente ya no quiero seguir escuchándolo. Niego con mi cabeza, no puedo creer lo que de su boca sale, trato de alejarme, él midiendo mi reacción toma mis hombros y me planta en el sitio con firmeza—. Si haces una pregunta, tienes que ser lo suficientemente valiente para conocer su respuesta... —inspira profundo—. No voy a ocultarte nada — frunce su ceño con pesar y aunque posee esa belleza dura e irreal, puedo ver un atisbo de humanidad en sus ojos—. Julie es el títere de alguien...Alguien a quien no querrás enfrentarte nunca, los ataques previos, no se comparan en nada a lo que ahora está dentro de ella, el demonio menor y lo de Samuel, solo fue una distracción. Nunca lo pensamos posible, ahora tu visión cobra forma —niega con un movimiento de cabeza—. Ella sabía como actuar, pero sus planes han sido frustrados —termina en tono frío y yo niego con mi cabeza, ahogándome en llanto. No puedo creer a sus palabras. Ella nunca me lastimaría.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora