Capítulo 36

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Emma.

El miedo corroe mi alma, figuras relucientes luchan contra oscuras sombras, pero ninguno de esos ángeles parecen notar al caído envuelto en llamas, se supone que Jaén debe saber cuando estoy en peligro, él ni siquiera esta cerca y no logro visualizar a Helena, todo es tan jodido, intento levantarme pero mi cuerpo y cara duelen, el caído sigue avanzando... Un estrépito se oye, la puerta tiembla, miro en esa dirección y sobre ella hay un símbolo, una serpiente invertida, la puerta se suelta de sus bisagras y rompe en mil pedazos, luz estalla a mi alrededor cegándome, pego mi rostro al suelo y una voz fuerte y varonil resuena, una voz muy familiar.

—Busca a Emma y sácale de aquí —ordena el hombre ¿Qué mierdas está pasando?

Una mujer en armadura plateada llega a mí, me toma del brazo y me levanta, caigo al suelo de nuevo, el caído se ha arrojado contra el ángel y ambos luchan, gruñidos, golpes y patadas vienen y van, necesito moverme, corro y choco contra un duro pecho, toma mi brazo.

—Llévala lejos —demanda Clarión, mi mirada repasa su aspecto, su armadura negra, sus alas imponentes, es majestuoso.

Jaén toma mis hombros y luego se aleja, asombro en su mirada. Incredulidad tiñendo su rostro.

En un movimiento inesperado Clarión toma mi brazo y me acerca a él. Todos hablan a la vez, es confuso.

—Se protege —dice Jaén en un susurro.

—El sello lo protege —lo corrige Helena.

—¡Sácale de aquí, ahora! —ruge Clarión.

Jaén, Amarisse y Helena cumplen su orden, me resisto, esto es una completa locura, no entiendo nada y quiero respuestas.

—Clarión...

—Déjale —gruñe Helena.

—¡Por todos los santos! —grita Amarisse sacándonos de la disputa, una barrera de humo oscuro nos impide salir.

—Son muchos —la voz de Helena apagada.

—No me digas, que comentario más inteligente, consorte—dice Jaén con sorna.

—Vete a la mierda, debilucho —el ángel ríe.

—Bueno, eso no lo decías cuando estabas encima...

—¡Basta! —esta vez es Amarisse quien gruñe.

Llevo mis manos a mi cabeza en total desesperación, no veo como voy a salir de aquí con vida. Amarisse se acerca a mí.

—Haz tu magia, ángel —escucho decir a Jaén. Helena bufa y sonríe convirtiéndose en luz, toda ella es luz.

Una risa se escucha, miro hacia atrás y en la base de las escaleras se encuentra Ethel, hay un puñado de caídos con ella.

—¿Abandonan tan pronto? ¿El creador los ha desamparado?—ríe, son como campanas de cascabel, es un ruido molesto, mira en mi dirección y su semblante decae—¡Adiel! —grita iracunda.

El arcángel se muestra en todo su esplendor. Helena vuelve a su forma natural (o por lo menos la que conozco) y su rostro se desencaja.

Todo parece detenerse y fluir a cámara lenta, es tan irreal, de repente el sitio se carga de electricidad, es como si el aire haya escapado de la habitación e ido a parar al majestuoso ser de alas plateadas, junta sus manos y...

Un fuerte estruendo estalla arrojando mi cuerpo contra la pared más cercana; al parecer su ira estaba dirigida solo a mí, en mi precaria posición mis ojos se abren y veo a Clarión luchando contra el caído que poseyó a Samuel, los movimientos de ambos precisos, devolviendo cada estocada, el guerrero se agacha evitando el envite del caído y se desplaza con agilidad para incrustar su espada en el pecho del hombre, sus gritos de dolor tétricos, su ropa se quema rápidamente, su piel se carboniza para dar lugar a su estructura ósea, humo negro la cubre, la hoja de la espada resplandece, fuego cubriéndola y los chillidos del caído llenan mis sentidos, el fuego consume los huesos de Samuel convirtiéndolos en cenizas.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora