Capítulo 7

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"En algunas situaciones nos volvemos dependientes, somos adictos a personas. Es deprimente no poder encontrar el ancla en nosotros mismos, sino en otros."

Emma

Es una ironía de la vida, me encuentro frente a las tres lápidas que muestran los nombres de mi familia.

Jeremy Mason Collins.

Amelia Elizabeth Collins.

Anna Marie Cohen.

Ambos tienen la misma fecha de muerte 7 de diciembre 2008. Es el mismo día de mi nacimiento, solo cambia el año. Han pasado cinco años... Estoy a tan solo dos años de que sus feas garras estén sobre mí.

Unos brazos firmes se posan en mi cintura sacándome de mis lúgubres pensamientos. Sus labios besan mi cuello. Su nariz esta fría. Sonrío.

—Mmm, hueles bien.

—Gracias —me giro para así poder verlo.

Él tiene esa hermosa sonrisa que he llegado apreciar.

— ¿Todo bien? —pregunta con una expresión preocupada en su rostro. Afirmo en silencio.

Hace poco menos de un año conocí a Daniel. Sí, ese precioso chico con sus perfectos brazos marcados, aquel que marco mi piel con la hermosa ala en tinta negra. Lo vi de nuevo una tarde que salí de compras con Julie, me pidió mi número de teléfono, y dos días después llamo para pedirme una cita, luego otra, otra más, hasta que sus labios se fundieron con los míos. Él me dio mi primer beso, pensé que sería un momento especial, fue lindo, pero, tal vez deseaba otros labios.

Un suspiro se me escapa. Siento su mano darle un ligero apretón a la mía para así hacer notar su presencia. La culpa me reclama. ¡Estoy pensando en otra persona! Un imposible. Sí, literal.

Hace un poco más de 3 meses que estamos juntos. Sí. Daniel es mi novio, y no vamos más allá de un simple beso, unas cuantas caricias. Un poco lamentable, considerando el hecho de que es un chico realmente hermoso. Comienzo a pensar que entre nosotros hay más material de amigos, que de novios. Él es una de esas pocas personas con la que es fácil estar, simplemente tiene algo, algo que aun no logro descifrar. De lo que estoy segura es que a mí me encanta estar con él, aunque algunas veces se muestre hermético, hable poco, y no tenga ni idea de su apellido, es alguien con el cual es fácil de estar. Lo que exaspera un poco es que cada vez que indago más acerca de su vida, él me evade con inteligencia. Así que lo dejo estar, porque yo tengo equipaje, uno muy pesado, y a mí tampoco me gustaría que me presionaran a contar más allá del límite que me he impuesto.

— ¿En qué piensas? —pregunta en tono suave.

—En ti —digo imitando su tono. He comenzando a decir verdades a medias.

—Eso es genial —se acerca y sus labios rozan los míos. Me encanta su manera de besar—. Lamento mucho la muerte de tu familia —dice con voz solemne, es sincero. Levanto mis hombros y pestañeo varias veces, las lágrimas se acumulan en mis ojos cada vez que recuerdo su trágica partida.

—Gracias —mi voz en un hilo. No quiero hablar de ello, por lo que cambio de tema—. Quiero un helado.

Sus vejas se juntan, me mira por unos breves instantes.

— ¿Un helado? ¿Ahora? —pregunta incrédulo.

—Ujum —presiono mi frente en su duro pecho. Su risa retumba en mi oído, y mi corazón se calienta.

—Vas a congelarte la lengua —su tono jocoso y mi risa sale amortiguada, ya que mi rostro esta aplastado en su pecho. Beso el hueco de su cuello. Él besa mi cabeza y lleva sus manos a mi rostro para que nuestros ojos se conecten. Esas ranuras avellanadas me cautivan.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora