Capítulo 5

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"El dolor nos desgarra por dentro, nos roba pedazos de nuestra vida. Muchos afirman que a través del dolor nos hacemos más fuerte. En algunos casos, nos hace más cobardes".

Emma

Han pasado varias semanas desde el asesinato de mis padres y yo sigo encerrada en mi nueva habitación, nueva casa, nueva... Familia.

Mis tíos son mis tutores legales, así lo determino mi papá y mi mamá apoyo su decisión, así funcionaban ellos, y aunque después todo se torno gris, en muchas ocasiones mostraban residuos de la felicidad que compartían.

Ahora estoy aquí. Lejos del lugar donde crecí. Tal vez pueda darme el lujo de comenzar de nuevo. No es que me haya mudado de estado o país, pero el condado es extenso y albergo la esperanza de no ver caras conocidas, rostros que me hagan recordar lo mal que lo pase, pero, las esperanzas son frágiles. No tengo la fuerza suficiente para levantarme, nada ha cambiado, me marchito día con día. Mis dedos tocan la cicatriz en mi muñeca, una pequeña línea delgada, no estoy muy orgullosa de ella. Pero ahí está. Me recuerda lo desesperada que estaba con acabar con mi dolor. Hasta que la sangre comenzó a fluir comprendí mi error, miedo se apodero de mí, mi alma gritaba que lo que hacía estaba mal. Me pregunto si eso es lo que sienten los que ha intentado extinguir la luz de sus ojos. Miedo, un miedo que te hela los huesos. Él me dijo una vez que la vida es un precioso regalo y que no hay eternidad para los que la rechazan.

El día que eso ocurrió Julie no dejaba de llorar, se lamentó por horas, creo que esa mujer rompió la represa que tenía ahí dentro. Ella fue la que me encontró en el baño, con mi palma sobre la abertura de la muñeca tratando con desesperación, detener la sangre. Cuando la cuchilla traspaso mi piel, sentí un dolor más profundo del que sentí el día que mis padres murieron, no pude seguir. Así que Julie me encontró con solo una vena abierta y de mis labios salió un mísero: Lo siento.

Dolía, claro que sí, pero a veces el entumecimiento toca lo profundo de tu alma que la escala de dolor, se ha soportable. No solo tuve que lidiar con la mirada lastimera de mi tía, sino con la enfermera que me atendió.

Desde entonces no ha sido fácil para nadie en esta casa, lidiar conmigo. Ella y su esposo Henry están al tanto de mis problemas <<mentales>>. Siempre al pendiente de mis medicaciones. Si supiera que ha pasado un año desde que deje de tomarlas, lo más seguro es que si continuaba con esos medicamentos terminaría con un daño mayor, no lo sé, simplemente obedecí a Clarión, él fue muy certero al decir que para lo que veo ninguna medicación es efectiva.

—Cariño, ¿puedo pasar? —toco mi cabello, está sucio, grasoso, la verdad creo que lo lave hace como 9 días, le tocara ver esta versión de mí.

—Sí —mi voz es ronca, creo que ni mis dientes he lavado, me he vuelto una asquerosa.

Ella pasa y se queda en el umbral, no da un paso más, probablemente el olor ya inundo sus fosas nasales. Sonrío para mis adentros, si es como mi papá se volverá loca, al recordarlo hago una mueca.

— ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? —le doy una pequeña sonrisa.

—Tú me recuerdas a mi papá —suelto de repente y todo mi cuerpo se tensa, no debí haber dicho eso.

Mis palabras la hacen reaccionar y ella se adentra en la habitación sentándose en el lado inferior de mi cama.

—Está bien recordarlos cariño, recordar las cosas buenas, aquellos pequeños detalles que nos hicieron felices, incluso en aquellas cosas que nos irritaban encontraremos algo y podremos reír, yo lo hago a menudo... Jeremy...—su voz se quiebra—. Él siempre fue un buen hermano, estoy segura de que también fue un buen papá.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora