Capítulo 37

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Emma

Mi mente se quedó atascada en el hecho de que estoy embarazada... Un hijo de Clarión.

Lo observo, sus ojos fijos en mi rostro, los presentes en completo silencio. Cierro mis ojos, necesito ordenar mis pensamientos... ¿Un hijo? Una parte de él y de mí fusionadas en una persona tan pequeña. Mi imaginación juega en estos momentos mostrando el rostro de un bebé, mejillas sonrosadas, ojos celestes, así es como me gustaría que fuese, niño o niña, mi deseo es que lleven esos increíbles ojos azules, los mismos que me devuelven la mirada en estos momentos, se acerca y su aliento roza la piel de mi frente, besa mi sien y baja a mi oreja, su roce electrizando mi cuerpo.

—Dime que lo deseas tanto como yo, por favor —suplica en un susurro.

Vuelve su rostro y su aguda mirada se encuentra con la mía. Llevo mis manos a su boca, las puntas de mis dedos rozan sus gruesos y besables labios, acerco mi rostro y nuestras bocas se unen en un beso tierno, sutil, bondadoso. Ambos aceptando el amor que hay en nuestros corazones. El destino de nuestras vidas; la razón por la cual estamos aquí, inesperado, sí, no deseado, jamás. Amo a la persona que mis labios besan, mi cuerpo anhela mostrarle mis expresiones de cariño, mi alma lo ha reclamado. Nos devuelve a la realidad el sonido de una puerta ser cerrada. Clarión gira su cuerpo y me doy cuenta que estamos solos. Así es como debe ser, el momento es nuestro para compartirlo en la intimidad. Me mira por un largo momento y en la calma que nos envuelve, pienso en mi vida a su lado, en lo que acaba de suceder, en que estuve a punto de morir, de llevarme consigo al bebé que se gesta dentro de mí. Un temblor recorre mi cuerpo. La tristeza agolpándose en mi pecho. Él emite un sonoro suspiro.

—Ven, voy ayudarte con ese baño —dice levantando sus cejas con insinuación. Tratando de aligerar la carga sobre mis hombros. La tensión por todo lo vivido. Una pequeña risa se me escapa.


Ya en la cama puedo disfrutar del momento, está detrás de mí con su brazo rodeando mi vientre, su dedo pulgar rozando mi piel caliente y es que solo me ayudo a darme un baño, sus oscilaciones sutiles me excitaban, pero el cansancio dominaba mi cuerpo... Ahora estoy limpia, en la cama y el sueño ha huido, me siento inquieta.

—Necesito hablar con Julie.

—Helena se está encargando.

—¿Cómo es que lo hace?—estoy intrigada.

—Descansa —esta evadiendo mi pregunta y sé que aunque siga preguntando no me dirá nada.

—¿Van a tener funerales?

—Sí —susurra.

—Quiero presentar mis respetos.

—Bien.

—¿Cómo es que Elisabet y Gamaliel entraron en la dimensión? —pregunto en voz baja.

La voz de Clarión se escucha ronca:

—Ellos son ancianos, con el conocimiento y la sabiduría suficiente para transportar sus espíritus —se nota molesto, como si no deseara hablar del asunto, pero yo necesito saber.

—Elisabet me ayudó.

—Ella ahora descansa.

—¿Y Samuel? —me aprieta más a él.

—Pequeña hay cosas que es mejor no saberlas, la ignorancia en algunos casos es medicina —me giro y él acaricia mi rostro—. Tus heridas están desapareciendo —ira llena esos dos pozos azules— Él no debió ponerte un dedo encima.

—Ella me dio algo para beber —cambió el rumbo de la conversación.

—Elisabet fue una mujer inteligente, con conocimientos. Sabia de nuestro lazo, así que hizo lo que estaba en sus manos para ayudarte, por ello no resultaste con un hueso roto o algo mucho peor... Sabía que Samuel se había perdido —dice.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora