Capítulo 34

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Estoy desnuda frente al espejo, buscando marcas visibles en mí, siguen sin aparecer, esperaba que tardaran en mostrarse, pero no hay nada.

Rememoro lo acontecido minutos antes... ¿Qué rayos paso ahí?

Pensando en ello estoy cuando los vellos de mi nuca se disparan, un escalofrío me recorre. Salgo del pequeño cuarto de baño y reviso mi habitación, todo está en calma, me estremezco. Vuelco mi atención al espejo, segundos después su reflejo se muestra y doy un respingo.

Mis ojos se encuentran con los suyos, es hermoso volver a ver esas tonalidades de azul bailando en su mirada. Nos observamos, bueno, él observa mi desnudez, he perdido el pudor delante de Clarión; sus manos se posan sobre mis hombros, bajan por mis brazos, me estremezco de placer, tocan mi cintura y ambas manos se unen en mi vientre, frunce el ceño, sus dedos recorren mi piel y arruga más su frente. Estrecho mis ojos, él se acerca para besar mi hombro y luego mi cuello, su aliento roza mi oreja.

– Vístete –susurra a mi oído; desaparece.

Levanto mis cejas y niego. Ese hombre tiene problemas. Miro hacia el lavabo, a un lado, en una pequeña repisa esta un camisón de seda; sonrío, debió haberlo traído consigo. Me visto y salgo, está sentado en la cama, su mirada distante, cabizbajo.

– ¿Qué ocurre? –se que le debo una disculpa, pero las palabras se han quedado atoradas en mi garganta. Me mira y sonríe.

– Nada por lo cual debamos preocuparnos –mis ojos se estrechan, mi mirada acusatoria.

– No te creo –el ríe– ¿Qué fue lo de antes? –pregunto.

– No fue nada... me equivoque –susurra con un dejo de tristeza.

– ¿En qué? –suspira.

– No tiene importancia, simplemente anhelaba un imposible.

– Eres insufrible –lo acuso, se acerca a mí.

– No más que tú –susurra contra mis labios, me besa suave, gentil, abro mis labios para él, sus besos son como estar muriendo de frío y entrar en una pequeña y cálida cueva, su aliento me calienta por dentro, su lengua danza con la mía, se aparta poco a poco, mira mis ojos–. Hay buenas noticias, Aragón ha dado con un caído, ha sido parte de la legión –suspiro.

– Quiero que esto acabe pronto –me doy cuenta de mis palabras y aunque deseo que todo esto termine, temo por nosotros, miro su rostro– ¿Qué pasará con lo nuestro?

– ¿A qué te refieres? –bufo y lo aparto.

– Eres un ángel, no eres de este mundo... ¿Cómo se supone que va a funcionar esto?

– Vamos por pasos...

– ¿Renunciarás a lo que eres por mí? –me mira solemne.

– Emma... –rio con desgano.

– Tú no sabes lo que deseas...

– Te quiero a ti, estoy seguro de eso...

– ¡No! Quieres ambas cosas, amas tu naturaleza y también a mí, eso lo sé, pero ¿sabes qué? ¡No puedes tener ambas! Te toca elegir –le devuelvo sus palabras, sus ojos se entrecierran, pero no dice nada, porque sabe que he dado en el punto exacto. Se acerca y besa mi frente.

– Descansa –con ello se marcha.

¡Sera idiota! La cólera abunda en mí. Jalo las sabanas con rabia y me meto debajo de ellas, mi mente profiere insultos,una cantidad exorbitante y todos dirigidos a él.

***

Observo mi reflejo, estoy ojerosa y demacrada, hago una mueca, prosigo a cepillar mis dientes, mi noche fue un desastre, no pude conciliar el sueño, sentía su presencia, pero no se mostró y no había nada más que decir entre nosotros.
Salgo del cuarto de baño, me visto con unos pantalones de mezclilla, un jersey en color crema y unas botas altas, falta poco para el invierno y el clima está enfriando.

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora