Capítulo 35

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Sus labios se mueven sobre la piel de mi cuello haciéndome reír, me retuerzo y chillo como una niña, él ríe, su risa ronca, su pecho vibra.

– ¿Mi pequeña tiene cosquillas? –trato de ponerme seria.

– No –me besa de nuevo y suelto una carcajada–. Ya basta –continúa, es implacable–. Clarión dije, basta –chillo. Sus manos se mueven hacia mi rostro; su mirada seria, su voz solemne.

– Te amo... He visto lo más hermoso de la creación y nada se compara contigo –me sonrojo y una sonrisa ladeada nace en sus labios– me encanta ese rubor –dice cerca de mi boca, me besa con ternura.

Estamos desnudos, aprovechamos nuestro tiempo juntos, sus labios besan todo mi rostro sacándome una sonrisa bobalicona.

Hoy es un buen día, su semblante sereno, juguetón; hay días que actúa extraño, se muestra distante, han pasado casi cuatro semanas desde nuestra última conversación, es un tema que nos hace discutir, no lo tratamos, es evidente que es el enorme elefante en la habitación; y cuando él cree que no lo observo, su mirada lleva una nostalgia que me hiela por dentro, sus labios en mi piel me distraen de mis lúgubres pensamientos, su boca llega a mi estomago y coloca ahí un beso húmedo, ahogo un gemido.

Aun conserva el apartamento, así que aquí estoy, debajo de él, su presencia me domina, estoy bajo el influjo de sus caricias, sus cálidos labios se mueven más hacia el sur.

– ¿Clarión? –advierto.

– ¿Si?

– ¿Q-qué haces? –pregunto con voz entrecortada; levanta su rostro y me mira con intensidad, estoy en una posición muy comprometedora. Su sonrisa coqueta sale a relucir.

– ¿Qué crees que hago? –no espera mi respuesta, agacha su cabeza y se sale con la suya, Clarión siempre consigue lo que quiere.

Observarlo vestirse es fascinante para mí, estoy sentada en la cama, viendo como pasa su camiseta por su cabeza, como sus músculos se contraen con cada movimiento, una sonrisa estúpida llena mi cara, me rio y él frunce el ceño, se agacha para tomar mis calcetas y deportivas, se arrodilla frente a mí, toma mi pie y me coloca la calceta y zapato, repite la misma acción con el otro pie, para cuando termina me toma de las manos y levanta.

– Arriba pequeña, es hora de dejarte en casa, antes de que Julie comience hacer preguntas.

Y es que ella aun no lo conoce y a la larga me gusta esto, solos somos él y yo.

Hacemos el viaje en la motocicleta de Caliel, debo confesar que amo esos paseos. Llegamos a nuestro destino y me bajo, se quita el casco y le doy el mío, él me sonríe, me toma y planta un sonoro beso en mis labios, rio y niego con mi cabeza, soy una tonta enamorada.

***

Por regla general los domingos son muy ruidosos en esta casa, pero hoy esta inusualmente en silencio, es extraño que Julie no ande revoloteando, me acerco a la cocina y la encuentro pegada en el ordenador, bufo, Henry ha contaminado su alma, me rio.

– ¿Qué es tan gracioso? –pregunta sin siquiera mirarme.

– Nada, sigue en lo tuyo... Eh, cuidado te traga la pantalla –ella bufa, es que por poco no pega su frente en ella.

Pasamos un rato en silencio y el timbre suena, vuelve a sonar, espero que Julie se levante.

– Te toca –dice ella, gruño y me levanto.

Llegó a la puerta y al abrirla mis ojos se amplían... Samuel está parado ahí con una expresión de aflicción en su rostro, estrecho mis ojos.

– ¿Qué haces aquí?

El abrazo de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora