6. EL EMBLEMA DE UN DIOS

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De forma impresionante fui esquivando todos los estacazos de Varik. Incluso él se sorprendió. Su cara había sido bastante expresiva y tras parar el primero de sus golpes su cara fue digna de ver. Había ido aumentado su fuerza con cada golpe que me iba destinado. De forma sorprendente, había descubierto mi don, aparte de ser un patoso y bocazas, era ágil y hábil con la espada. Bueno, en ese caso había sido con el palo. Incluso Vladimir se había sorprendido, su rostro seguía siendo fuerte, de enfado, pero algo en él había cambiado. Nos observaba cada segundo, cada minuto. El anciano limpio y refinado que nos había dado la bienvenida se acercó al administrador Bierbaum.

—¡Alto todo el mundo! —gritó Bierbaum—. ¡Quietos!

Todos se quedaron inmóviles como estatuas de piedra, incluido Varik. Aquel fue mi momento, cogí el palo y lo aticé con él en el trasero. Me hice el loco silbando, pero éste sabía de sobra que había sido yo y se me echó encima como un loco.

—¡Te han dado una orden, Sullivan! —le dijo Vladimir. Lo cogió de la parte de atrás de su estrecha camisa y lo arrastró casi tres metros lejos de mí —¡Tú, Hammel-Go! ―se acercó―. Estate quietecito por una vez en tu vida —esto último me lo susurró en el oído.

Era la cuarta o quinta vez que sentía su aliento cerca de mi cuello. E igual que la primera, mi piel sintió un escalofrío para después ponerse como la de las gallinas. Me había dado y me daría siempre repelús que se acercase tanto a mi cuello.

—Escuchadme con atención todos los que llevéis en Ovis menos de tres semanas. El resto puede hacer lo que más le plazca —comenzó Bierbaum—. Esta mañana ha llegado el carro marcador, se trata de una sencilla grabación de un dibujo con coloración, una marquita de nada. Iréis pasando por lista, así que cuando escuchéis vuestro nombre id al comedor.

Se formó un pequeño revuelo. El primero de todos en ser nombrado fue Cyril Adams, el chico moreno que había estado comiendo al lado de Varik y en frente de Snorri. Sus ojos, pelo y piel eran bastante oscuros, pero con claridad aprecié como palidecía por segundos. El pobre chico no tendría más de veintiún años, quizás aún no los tuviese y desde luego aquel no era su día de suerte. La señorita Shannon casi lo obligó a comerse su propio vómito por nuestra culpa. Él fue el primero en pasar a... ¡vete a saber exactamente qué! No me di cuenta, pero habían nombrado a otros dos hombres que siguieron al pobre Cyril.

—Oye —me dijo Snorri algo intranquilo. Había empezado a sudar—. ¿Qué ha querido decir con eso?

—Yo... —no supe qué responderle. No lo quise imaginar. Las palabras de Bierbaum no habían sonado nada bien—. Yo n...

—¡Nos van a tatuar! ¿Verdad? —miró hacia todos lados y rió preocupado—. Hago, moldeo, manejo cuchillos y cosas afiladas, pero no puedo con las agujas. Me dan muchísimo miedo.

—No te preocupes, ha dicho que es una marquita de nada.

—¿Una marquita? —tras preguntar y mirarme desesperado, comenzó a reír de forma sarcástica—. A estos hombres les das un dedo y te cogen el brazo entero. No te creas lo que dicen... dioses... Necesitaré una cerveza antes y después de entrar ahí...

—Tranquilo... relájate —intenté calmarlo. Antes o después tendría que entrar solo al comedor y sin tomar ninguna cerveza—. Coge aire y expúlsalo.

—Lo que me faltaba hoy... estoy morado, lleno de defecaciones, orina, sudor... ¡Y sangre de Demetry! Y después lo estaré también de tinta... ¡Seguro que se me infecta y me tienen que cortar un brazo! ¡Seguro!

—¿Quién eres tú y qué has hecho con Snorri Hood? —le pregunté muy serio. Lo agarré y lo comencé a zarandear—. ¿Dónde está ese chico alegre lleno de positividad y entusiasmado por ir de aventurillas? ¿Ese chico que no ha dejado de sonreír desde el día que nació? ¿Ese flacucho que le ha dado a Demetry Ivanov su merecido doble? ¿¡Dónde está ese chico!?

Demonio de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora