En la entrada de la ciudad de Sangre había una gran puerta de barrotes y verjas a su alrededor. Cada tres o cuatro metros había una columna negra y sobre ella una gárgola de piedra. Era aterrador y la niebla que se había vuelto grisácea, nos aterró más. No había nadie por los alrededores y dentro tampoco vimos a nadie, tan solo había una única farola que tenía en su interior una llama de fuego. Instintivamente abrimos la puerta de hierro chirriante y nos acercamos a ella, todos queríamos luz a nuestro alrededor en ese momento.
―Cyril, creía haber escuchado cómo decías que no entrarías a la ciudad, ¿te acompañamos al carro? ―se burló Snorri. No fue una burla para reírse de él. En aquel momento todos necesitábamos que alguien hiciese una broma para romper el hielo que nos había congelado.
―No me quedo solo allí ni harto de vino ―dijo sudando y casi tiritando―. Me quedaré bajo la farola ―metió la mano y buscó algo en el bolsillo de su pantalón. Cuando lo encontró y lo sacó, nos mostró un trozo de carbón―. Voy a hacer un círculo protector. El que vaya a quedarse conmigo que se quede junto a la farola, el que no vaya a quedarse, que se aparte de ella, por favor.
Y casi nos apartamos todos al mismo tiempo, excepto mi padre y Varik que se habían juntado aún más a la farola. Cyril se inclinó y comenzó a decir algo entre murmullos mientras dibujaba el círculo con el carbón a alrededor de la farola. Mi padre, Varik y Cyril se quedaron dentro del círculo.
―¿No vienes con nosotros Varik? ―le pregunté extrañado.
―No, después de lo que he visto en el bosque me creo lo de los vampiros. Yo me quedo aquí ―dijo pálido y sudando―. ¿Seguro que el círculo nos protegerá?
―Segurísimo ―afirmó Cyril―. ¿Qué es eso que has visto?
―El espíritu de la chica a la que le machaqué la cabeza. Me ha perseguido con el mismo mazo ―contó Varik muerto de miedo y tocándose el cuello. Era sido una pena que la joven no se hubiese vengado―. N... no tenía cabeza.
―Mira el lado positivo ―dijo Snorri aguantándose la risa―. Si no tiene cabeza no puede buscarte.
―Si vuelves con vida te partiré las piernas por eso ―amenazó Varik.
―Sí... seguro que sí... ―le respondió con sarcasmo.
―Bueno, bueno, sí, sí ya seguiréis después ―dije cogiendo a Snorri del brazo y arrastrándolo hacia los edificios―.¡Ah! Por cierto, papá, toma ―le lancé una estaca solo a él. Cyril tenía una metida entre su cinturón, pero a mi padre se le había caído―. Cuida bien de esos dos, que no se peleen.
―No te preocupes, Ulric. Dirigente McNamara... ―nos señaló a Snorri y a mí con la estaca y dijo―: Cuídelos bien, son solo unos críos.
Vladimir no dijo nada, solo asintió con la cabeza y se adelantó entre los edificios.
Caminamos en silencio y cada segundo que pasaba se volvía más oscuro. La calle por la que caminábamos también estaba vacía, no había nadie en las ventanas de los edificios grises. Supe que aunque no hubiese sol, todavía era de día. El final de la calle estaba marcado por una enorme casa de lujo de cinco plantas. En lo alto de la puerta de la entrada estaban grabados los escritos:
‹‹விலைமாதர் இல்லம்››.
―Yo he visto antes esta casa ―les dije―. Es el burdel.
―¿Cómo sabes tú eso? ―preguntó Snorri.
―Por un libro de leyendas. El burdel estaba dibujado y cada una de sus piedras es idéntica a la del dibujo, incluso las letras de la puerta. Significan burdel ―omití que el autor era S.P. Geluk―. No debemos entrar.
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Demonio de acero
FantasyLos bárbaros siempre los han llamado demonios de acero, aunque ellos se hacen llamar guerreros. Roban sus apariencias y visten sus pieles para remplazarlos por los hijos del demonio. Los ojos azules de Vladimir McNamara se vuelven rojos bajo la luz...