19. THYTOS

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El aliento del Magna Pecus olía a carne podrida y a sangre seca. Aguanté un grito de repugnancia cuando sus babas marrones cayeron sobre mi mano sin guante. Miré con tranquilidad hacia arriba sin mover ni un músculo, tan solo la mirada. Vi los ojos de la bestia, pero no nos miraban a nosotros, no se había percatado de nuestra presencia a pesar de que el suelo casi vibrase con los temblores de Lud, que parecía notar a lo que casi la pisaba. Me vi obligado a cerrar los ojos durante minutos ya que unas gotas de sangre morada de la bestia me habían empezado a caer sobre la cara.

El sonido lejano de una rama al romperse hizo que el Magna Pecus se girase de forma brusca en mi dirección, pero sin mirarme directamente. Momento en el que Snorri aprovechó para disparar su flecha tensada desde hacía casi minutos, acertando en su otro oído. Apenas se movió, pero la bestia no tardó en rugir de nuevo, mis oídos casi no soportaron el chillar de la criatura, oí un pitido ensordecedor, pero no tapé los míos, sino los de Lud, que casi se retorcía sobre la nieve. Miré muy despacio a Snorri que permanecía en la misma postura, como si todavía tuviese una flecha entre sus dedos tensando el arco, pero no había nada, estaba inmóvil. Hubiese parecido de piedra de no ser por el escaso parpadeo de sus ojos azules, jamás había visto que sus ojos brillasen tanto. Tampoco lo había visto tan serio como en aquel instante.

La bestia se levantó sobre sus dos patas traseras e intentó arrancarse la flecha con sus patas delanteras. Su intento fallido la hizo restregarse sobre el tronco de un árbol hasta que el astil de la flecha acabó por partirse. Por un segundo mi miedo se convirtió en lástima, aquel ser jamás podría llegar a sacar las puntas de las flechas de sus oídos, de ser así, tendría muy cosas posibilidades de volver a oír. Pero cuando giró su cabeza hacia el lugar donde los lobos habían empezado a aullar, me confirmó que no era como yo pensaba, que aún seguía escuchando. A pesar de que el Magna Pecus escuchaba a los lobos aullar, no salió en su busca, es más, se tumbó casi de un golpe sobre la nieve en el lado del oído que le dolía más. Supe que escuchaba del lado de la primera flecha, el lado que quedaba descubierto.

Se tumbó casi sobre nosotros, uno de los pies de Snorri casi fue aplastado, quedando junto a su hocico, fue entonces cuando pensé: ‹‹¿No tiene olfato? No, no debía de tenerlo, porque de haber sido así, hacía rato que hubiese olido nuestro hedor››. Porque precisamente en nuestro duro y largo viaje no olíamos a rosas, llevábamos casi un mes sin poder lavarnos y más de una vez habíamos tenido que orinarnos encima porque hacía demasiado frío para orinar en algún árbol. La bestia cerró sus ojos rojos, parecía que el frío de la nieve aliviaba su dolor, pero seguía viva, porque su torso subía y bajaba al ritmo de su fuerte respiración.

Los lobos volvieron a aullar, pero aquella vez más cerca, escuché que perseguían algo. La bestia todavía no había abierto los ojos, así que levanté mi cabeza con sumo cuidado para ver aquello que huía de los lobos. Cuando vi de qué se trataba no dudé en levantarme y salir corriendo hacia ellos. El Maga Pecus se levantó tras de mí. Desenvainé mi espada y la daga de Snorri, miré hacia atrás y vi que la bestia era más rápida que yo. Las flechas de mi amigo lo detuvieron y se dirigió hacia él. Cuando vi que una de sus flechas había alcanzado uno de los brillantes ojos rojos de la criatura, comencé a correr de nuevo hacia los lobos que se acercaban a nosotros.

Las deformidades perseguían a una niña. Una niña que en cuyas manos llevaba un ramillete enorme de Thytos que parecía proteger, pero que no dudó en soltar al verme. Yo corrí hacia ella y ella también corrió hacia mí, apenas a un metro de mí, se lanzó a mis brazos y comenzó a abrazarme tan fuerte que supe que si corría sin abrazarla, no se soltaría. Nunca, nadie me había abrazado así. Los lobos se pararon en seco al reconocerme, pero nada les impidió seguir aullando, gruñendo, relamiéndose y acercarse poco a poco.

Demonio de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora