11. UNO MÁS

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Oscuridad. Lo primero que recordé era la oscuridad que me rodeaba en el agua. Me incorporé con fuerza y gracias a Rhayajt me encontraba de vuelta en el tipi de Viola. Me dejé caer en las mantas casi de un golpe.

―¡Ulric! ―Viola se echó encima de mí―. ¡Qué susto más grande nos has dado! Te he visto caer a través de los ojos de Miska.

―¡Miska! ―me volví a incorporar―. ¿Dónde está? ¿Está bien? ¿Está herido?

―Estaba bien, no te preocupes por él ―me abrazó―. Esa criatura no tenía nada que hacer contra Miska, tú eras la presa de ella.

―¿Y dónde está? ¿Está muerta?

―Sí, está muerta, Ragna la ha matado con la lanza cuando Miska intentaba protegerte.

―¿Ragna? ―recordé la escena de los ciervos y ella. La recordé montaba sobre Silver con la lanza en la mano―. La he visto horas antes en el bosque, pero no sabía que me estaba siguiendo todo el tiempo.

―Ya sabes que no se fía de ti ―pensó antes de seguir, como si lo que iba a contarme fuese un secreto―. Y bueno... quería ver con sus propios ojos cómo matabas a un ser vivo y demostrarnos de una vez por todas que eres un demonio. Un demonio de acero.

―Ah...―pensé en decir de todo menos bonita, ¿cómo era posible que siguiese con eso? Ya estaba cansado de todo ese tema del demonio de acero―. Resulta que la que ha acabado matando a un ser vivo es ella. ¿Debo llamarla demonio de sangre?

―Ah, sí ―rió―. Ahora cada vez que ella te llame demonio de acero tú puedes decirle eso, le va a sentar muy mal, pero al menos dejará de pensar que eres un monstruo, porque como has dicho, ella también mata.

ef

El clima en Thysia estaba loco. Cuando llegué a la tribu estaba llena de nieve, ésta me llegaba por las rodillas, un mes después hizo calor durante varias semanas para que de nuevo el frío y la nieve volviesen. Todo volvía a estar nevado. Además me volví a introducir en el bosque con Miska porque era el cumpleaños de Viola y no me hacía mucha gracia pasearme con la nieve por los tobillos, pero tenía que encontrar el regalo perfecto antes de que se despertase. No iba a recibir ningún regalo especial por parte de sus hermanas y Magissa. La castigaron sin regalos durante doscientos años por haberme recibido a mí como uno. Pero yo no la iba a dejar sin regalo.

―No encuentro nada que esté a la altura de Viola ―me quejé a Miska―. No puedo regalarle una planta, ni un animal, ni frutas ni nada de nada... por Rhayajt, qué complicado es hacer un regalo sin matar nada. En el Imperio regalamos a las mujeres flores o piedras preciosas, pero todas las piedras que veo o encuentro son feas y sin pulir...

Miré al cielo. Una pequeña bola de fuego pareció salir del sol y se dirigía directa mí. Corrí hacia un lado y aquella bola cayó justo en las aguas en las que Viola me había llevado a lavarme por primera vez. Me resultó extraño mirar aquel lugar, parecía que había pasado tanto tiempo desde ese primer día... pero tan solo habían pasado tres o cuatro meses, ya había perdido la cuenta. Me acerqué con cuidado al agua, allí en el fondo de piedras redondas y blancas había algo que brillaba. Toqué con cuidado el agua, su temperatura era como siempre, así que me metí con cuidado y alargué mi mano hacia aquel brillo naranja. Cerré la mano a su alrededor esperando quemarme, pero no fue así, saqué la mano, la abrí para descubrir una piedra blanca y violeta en forma de péndulo alargado, estaba inmejorablemente pulido. Era el regalo perfecto para Viola y me lo había enviado Rhayajt.

Me gustaba saber que había alguien que escuchaba mis problemas con constancia. Conforme pasaban los días iba creyendo más y más en la existencia de Rhayajt y estaba dejando a mis propios dioses en el olvido. ¿Qué pensaría mi tío Connor, fiel devoto a sus dioses? Me daba igual lo que pensase, porque sus dioses me habían hecho sufrir siempre, no me escucharon y me dejaron morir en la nieve. En cambio Rhayajt no me dejó morir dos veces, me acogió en su tribu y me escuchaba cada día, cada minuto de mi insignificante vida sin ser hijo suyo.

Demonio de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora