Trece bestias salieron de entre los árboles. Eran más grandes de lo que yo había pensado, eran iguales o quizá más altos que el caballo más grande del Imperio Kinovy. Su aspecto me recordaba al de una hiena por su tipo de pelaje, por sus colores, pero su cara y sus zarpas eran las de una leona preciosa, en vez del pelaje blanco de los ojos de los leones los tenían de diferentes colores. No tenían bigotes como los felinos, ni cola larga, más bien era similar a la de un antílope, como los dos grandes cuernos que le salían entre las orejas. Eran criaturas impresionantes. Pero nada de eso me impidió que yo siguiera manteniendo mi daga firme.
―No... ―susurró Linka―. Baja tu acero, Ulric. No son lo que piensas.
―¿No son bestias? ―pregunté de forma sarcástica. Era obvio que lo eran.
―No, son amigos ―agarró mi mano y bajó la daga―. Pero incluso nuestros yhirnos se pueden enfadar.
―No todo lo que tiene colmillos o garras son bestias ―gruñó Ragna detrás de mí echándome indirecta de aquello que había dicho.
―Tienes razón ―apreté mi daga. Ella me ponía nervioso―. Tú eres un claro ejemplo de ello.
Pude escuchar como rechinaba sus dientes, incluso escuché el sonido que hacia el aire al salir de sus fosas nasales una y otra vez. Estaba enfadada, pero por lo que fuese se mordió la lengua y no respondió a mi impertinencia. Lo agradecí y pude relajar mi mano al pensar que no se lanzaría sobre mí. Ella me daba más miedo que aquellas bestias felinas a las que Linka había llamado yhirnos.
―Será mejor que entres con Viola antes de que te mate... ―gruñó Ragna casi minutos después. Ya no parecía tan enfadada como al principio, pero seguía estándolo.
Miré a Linka, ésta asintió con la cabeza varias veces, así que no dudé en hacerle caso y meterme en el tipi de Viola. Casi grité cuando un yhirno rozó su cabeza en mi espalda intentando entrar en el tipi.
―¡Ay! ―grité cuando entró―. ¿Qué hace?
―Tranquilo, es un amigo ―Viola me apartó de él tirando de mi brazo―. Pero aléjate hasta que sea él quien se acerque.
―Casi espero que no se acerque, esos cuernos parecen de hierro.
―No te hará nada si tú no le haces nada ―rió―. Deberás aprender a convivir con ellos, siempre están con nosotras, cada una tenemos uno.
―¿Son cómo mascotas?
―No, son como hermanos ―eso era raro, pero no quise interrumpirla―. Solo existen trece yhirnos, dentro de unos meses habrá catorce. El día que nace una thysiati lo hace un yhirno que se asemejará a su hermana thysiati. Como puedes ver el mío tiene los ojos idénticos a los míos, su pelaje bajo el ojo es de los mismos tonos que mi cabello, somos iguales. Yo oigo lo que él piensa y el oye lo que yo pienso.
››Rhayajt lo quiso así, él los creó el día que Magissa vino hacia estas tierras. Ella se quedó sin su caballo cuando unos hombres la atacaron. Los mató a todos con un rayo de fuego, pero no pudo hacer nada por su caballo, así que le pidió a Rhayajt que le enviase un animal y él le dijo que lo crearía de manera especial para ella, tal y como quisiera. Y eso hizo, lo creó conforme a esos seres a los que ella tanto admiraba y temía. Su vida es eterna, como la nuestra para que jamás nos sintamos solas.
―Pero todo este tiempo no han estado aquí ―llevaba más de un mes en Thysia y nunca antes los había visto.
―Cuando el frío es tan intenso y largo ellos se marchan a las cuevas de la montaña, pero vuelven cuando el frío está a punto de terminar.
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Demonio de acero
FantasyLos bárbaros siempre los han llamado demonios de acero, aunque ellos se hacen llamar guerreros. Roban sus apariencias y visten sus pieles para remplazarlos por los hijos del demonio. Los ojos azules de Vladimir McNamara se vuelven rojos bajo la luz...