Le pedí a Viola que me trajese mis ropas, le expliqué que tenía hambre y que debía cazar porque no estaba dispuesto a revivir lo que había sufrido durante un mes con mi amigo. Le conté todo lo que habíamos tenido que pasar con las provisiones de los sacos, que casi las tuvimos que comer por peso para no gastarlas, porque las tuvimos que suministrar para un largo tiempo y no supimos cuánto nos durarían ni cuánto tiempo íbamos a tardar en regresar al Imperio.
Le dije que encontrar comida con la que sobrevivir en la nieve fue un gran reto, porque no había animales o plantas. Nunca estuvimos seguros de cuándo podríamos encontrar algo que llevarnos a la boca y si no hubiese dio por Snorri y su maestría con el arco habríamos muerto de hambre. Sabía que para Viola aquello era cruel, pero no me lo demostró con gestos o palabras, con su mirada me bastó para comprenderla. Pero me daba igual, tenía hambre y quería comer algo de pescado. Hacía meses que no había probado algo de los mares o ríos. Además, quizá fuese lo único que se me daba bien matar, aún no era capaz de partirle el cuello a un pájaro o a un conejo.
Viola salió a buscar el resto de mi ropa. Tardó en regresar más de lo que esperaba, pero cuando lo hizo no regresó sola. Con ella entró una de las chicas que me superaba en altura. Su cabello era de color canela, lo llevaba más corto que yo y sus diminutos rizos eran casi afro. Sus grandes ojos de iris morado como el de una berenjena destacaban con su piel tostada oscura. Pude apreciar el comienzo de su tatuaje en la espalda, las rayas más cortas comenzaban en su nuca.
―Esta es mi hermana Aske ―la presentó―. Sé que va en contra de nuestras normas, pero ella nos acompañará y te explicará cuáles de las plantas son comestibles y cuáles no lo son. Tan solo te lo explicará una vez, no habrá otra. Así que más te vale que estés atento y tengas buena memoria.
Por primera vez me habló sin sonreír. Me pareció que estaba enfadada, pero tampoco hizo algo por evitar que yo cazase. No había entendido aquello que me dijo sobre Rhayajt, que ponía a sus hijas a prueba y que debía salir de ellas el ser capaces de sobrevivir sin alimentarse ni beber agua, pero Viola se olvidaba de que yo no era un hijo de Rhayajt y que debía alimentarme para sobrevivir. Y en aquel momento no estuve dispuesto a morirme de hambre. No quería ser sometido a ninguna prueba, porque no tenía intenciones de quedarme en Thysia.
Me puse toda mi ropa excepto las mallas inferiores, no fui capaz de quitarme los pantalones mojados delante de las dos chicas. Me ruboricé solo de pensarlo. Ninguna de las dos me quitó el ojo de encima mientras me vestía. Salí del tipi tras Aske, seguido por Viola, nos introdujimos en el bosque de hojas azules y cortezas moradas. Con cada paso que dábamos, Aske me señalaba alguna planta y me explicaba si era buena o mala. Cuando explicó la primera comestible yo alargué mi brazo y arranqué una de las flores. Ambas thysiatis exclamaron de sorpresa y casi de dolor. No volví a arrancar ninguna más, me limité a prestar atención e intenté recordar el aspecto de todas las flores y plantas comestibles o curativas.
Al pasar por debajo de un árbol de corteza espinosa y negra con hojas alargadas de color naranja, una fruta similar a la forma de una pera, pero peluda y de color rosado, cayó sobre mi cabeza. Ambas me observaron cuando solté una exclamación al asustarme, gracias a los dioses la fruta era blanda y no me hizo mucho daño, de haberlo hecho me habría ridiculizado todavía más.
―¿Esta fruta es comestible? ―le pregunté a Aske.
―Sí, los animales se las comen ―dijo señalando a una especie de ardilla gris con orejas gachas, rabo alargado y fino.
Me llevé la fruta a la boca porque yo no la había arrancado. Supuestamente Viola me dijo que iba a respetar que yo comiese seres vivos, pero al arrancar la flor me había mirado como si fuese un asesino. Esa vez no fui yo quien había arrancado la fruta, se había caído al suelo, así que en teoría no estaba "matando" a nada, se había caído sola y se pudriría en unos días. Escupí el primer mordisco, no estaba mala, al contario, estaba buenísima y era dulce, pero me dio repelús tragarme la piel peluda y rosa. Tiré de la piel y la fui pelando, el interior era todavía más rosado.
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Demonio de acero
FantasyLos bárbaros siempre los han llamado demonios de acero, aunque ellos se hacen llamar guerreros. Roban sus apariencias y visten sus pieles para remplazarlos por los hijos del demonio. Los ojos azules de Vladimir McNamara se vuelven rojos bajo la luz...