12. SER FUERTE

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Al abrir los ojos no sabía dónde estaba. Las mantas eran diferentes, los muebles, la tela, todo era distinto. Salí corriendo fuera del tipi. Lo observé durante minutos, era de color verde. Corrí al tipi de Viola.

―¿Qué está pasando? ―dije al verla.

―Ulric, tranquilo.

―N... no... no entiendo que está pasando yo...―el brazo todavía me dolía―. ¿Por qué me duele? ―me quité las pieles superiores y justo donde terminaba mi tatuaje del dios de la guerra empezaban trece rayas finas de color azul marino―. ¿Qué?

―Ulric mírame ―me mostró su costado izquierdo―. Antes tenía doce rayas, una por cada hermana, ahora, esta ―señaló la más pequeña―. Esta eres tú y esta soy yo ―señaló la penúltima de las rayas de mi brazo―. Somos hermanos. Rhayajt te ha escuchado todo el tiempo, sé que ya lo consideras como Dios, por eso te ha aceptado como hijo suyo. Magissa anoche te tuvo como si hubieses nacido.

―¿Fue un parto metafórico? ¿No fue real?

―No, todo fue real, su tripa crecía conforme tú vivías, conforme pensabas y creías. Al parir, al ayudarla te tuvo a ti.

―¿Por eso no notaba al bebé en su barriga? ¿Por qué no tenía nada dentro?

―Yo sí te notaba dentro de ella, no sabía que eras tú, pero sí te notaba ―pude ver como una lágrima corría por su mejilla―. Tú no notabas al bebé porque eras tú, pero Magissa te ha notado y te ha sentido como nunca nadie lo ha hecho.

Entendí lo que tiempo atrás Magissa me dijo: ‹‹No te preocupes, en un futuro me harás un regalo mejor del que puedas darme ahora mismo››.

―Pero no lo entiendo, ¿por qué sacrificar una oportunidad de tener otra hija para tenerme a mí? Un día me marcharé, me lo prometiste.

―Te acepto como hijo mío por lo que un día harás ―dijo Magissa tras de mí. Volvía a vestir de negro―. Ahora no he sacrificado nada, no he perdido nada. Lo haré el día que te vayas, pero no me arrepentiré de haberte aceptado como hijo. Aún no eres consciente de lo qué harás el día que te marches de estas tierras. Y cuando te vayas yo podré estar orgullosa como madre, porque te he llevado en mi vientre aunque tú no lo hayas sentido.

―No lo entiendo ―confesé.

―No hay por qué entender todo en la vida, es imposible comprender todo, no te preocupes ―me sonrió Magissa.

―¿Entonces ya no podré dormir nunca más con Viola? ―muchas cosas pasaban por mi mente, ¿iban a separarme de Viola? ¿Ya no era su regalo?

―Por poder puedes, pero ahora tienes tu propio espacio, tienes tu propio hogar ―me agarró de la mano con cuidado―. Ahora ven conmigo. Rhayajt tiene un regalo para ti.

Salimos del tipi de Viola y la seguí hasta una de las casetas de madera. Magissa soltó mi mano y me indicó que entrase. Allí dentro había un enorme montón de paja blanca y sobre ésta había un pequeño bulto gris y marrón del que asomaron una pequeña cabeza felina con cuernos. Era un yhirno, sus ojos eran de un color verde vivo y brillante, el pelaje bajo sus ojos era de color negro azabache. Era mi yhirno y todavía era bebé. Me miró y soltó unos pequeños maullidos como pidiéndome ayuda. Miré a Magissa y ella asintió con la cabeza mientras sonreía. Me acerqué a mi yhirno y lo cogí despacio y con cuidado. No puede evitar llorar, era precioso, era mío, lo cuidaría como a nada en el mundo, jamás dejaría que le pasara nada malo. Tenía que ser fuerte, tenía que protegerlo.

―Es hembra ―me dijo Magissa―. Los yhirnos de mis hijas son machos porque ellas son chicas, pero el tuyo es a la inversa. ¿Cómo la vas a llamar?

Demonio de aceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora