A cabo.

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Esa misma tarde Santiago fue a la playa y al zambullirse como cualquier persona, nado hasta una profundidad considerable, y no volvió a salir, nadie se dio cuenta.

Llegó a las oficinas centrales y entró rápidamente a su alcoba, sacó una pequeña caja de lentillas y volvió a salir. Iba vestido con el traje uniforme de los del lugar, luego llegó frente a una oficina, en una proyección en la entrada se leían "Kaelyne Straw", acercándose a la puerta fue escaneado y pudo entrar.

Enseguida la mujer dentro lo miró sorprendida.

—¿Albrecht? ¿Como llegaste aquí? No hay rastros de tu llegada...

—Kaelyne... Necesito hablar contigo... Por favor que sea privado.

Ella lo miró dudosa, enseguida oprimió algo en su mesa.
—Ya está, cámaras desactivadas. A excepción de la personal claro.

—Bueno... Necesito que me ayudes.

Kaelyne comenzó a reír.
—¿Que te hace pensar que voy a ayudarte en algo?

—Sabes que la misión no acabara nunca... Yo... Quiero escapar.

— Oh, si que estas loco muchacho.

—Por favor, yo no puedo salir mas de estas oficinas, yo prepararé mi fuga pero necesito materiales.

—Ah, y ¿Que gano yo?

—Ir conmigo.

Ella lo miró confundida y un poco ruborizada.
—Albrecht... ¿Hablas en serio?

—Solo consigueme materiales... Te daré una lista... Me la pasas por baing pop... Eso sera todo. — le decía con voz suave.

—¿Y que pasa con la chica aquella... Aguilera?

—Ella no es nada para mí. Y para ella estoy literalmente muerto...

—Yo... — ella susurraba, se levantó del asiento y se dirigió junto a Santiago. —Lo haré... — le dijo y lo beso con suavidad.

El le correspondió llenándose la conciencia con el acto.
Ailana... Hare todo por ti... Perdoname esto...

Y terminaron en un apasionado beso.

***

Ailana terminó sus deberes, hizo su monólogo con la señorita Rose, se acostó y abrió el pequeño cajón de la mesita de luz al lado de su cama.
Sacó la fotografía donde bailaba con Emmanuel, se los veía tan enamorados.

Ailana se preguntaba ¿Por que la camarera les tomaría una foto? Que extraño...

Enseguida se escuchó a alguien golpeando la puerta.

—¿Que pasa? — preguntó Ailana desde su cama.

—Señorita Lana... ¿Podria abrir? Debo lavar algunas ropas suyas. — le decia Anita, la mujer que ayudaba en los quehaceres.

Lana se levantó y le pasó su canasta de ropa, la miró.
—¿Vas a lavarla a estas horas?

—Si... Su madre me ha estado regañando mucho... Y necesito esto... Ese tiempo que me echó del trabajo apenas estuve...

Lana recordaba que estuvieron mucho tiempo sin Anita, y su madre solía hacer las cosas del hogar, o mas bien Cristhianno. Y ahora que el se había ido de la casa no hubo mas remedio que traer de nuevo a la señora.

Dos igual a uno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora