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Palmetto, Carolina del Sur, 1976

-¡Que si, hombre!
-Júralo.
-Eres un embustero, Patchett.
-¿Que te parece, Lamar? ¿Estoy mintiendo, o no? ¿No puede una puta profesional poner el condón sólo con la boca?
Lamar Griffith repartió una mirada burlona entre sus mejores amigos, Hutch Jolly y Neal Patchett
-No lo sé, Neal. ¿Puede hacerlo?
-No sé por qué te lo pregunto -se mofó Neal- porque nunca has estado con una puta.
-¿Y tú sí? -se carcajeó Hutch.
-¡Sí, y muchas veces!
Los tres estudiantes de último curso del instituto ocupaban un reservado en el Dairy Barn. Hutch y Lamar compartían un banco de vinilo. Neal estaba repanchingado en el otro, frente a la mesa rosa de fórmica.
-No me creo ni una sola palabra- dijo Hutch.
-Me llevó mi viejo.
Lamar hizo una mueca.
-¿No te dio vergüenza?
-Claro que no.
Hutch miró a Lamar con desdén.
-Está mintiendo, tonto- Se dio la vuelta hacia Neal y le preguntó-: ¿Dónde está esa casa de putas?
Neal se vio reflejado en la ventana de cristal en el fondo del reservado. Su hermosa cara le devolvió la mirada. Un flequillo rubio oscuro le caía sobre las cejas, por encima de los atractivos ojos verdes. La chaqueta marrón y blanca del instituto aparecía muy usada y colgaba con gracia por encima de los hombros.
-Yo no he dicho que me llevase a una casa de putas. He dicho dicho que me llevó a una puta.
Hutch Jolly no tenía el físico tan atractivo como su amigo Neal. Era un muchacho grande, desgarbado, de hombros anchos y pelo rojizo. Las orejas asomaban muy rectas de los lados de la cabeza. Acercó la cabeza, se enjugó los labios carnosos y dijo con voz suave, de conspirador:
-¿Quieres decir que hay una puta aquí, en la ciudad? ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Dónde vive?
Neal dedicó una sonrisa a sus amigos.
-¿Creéis que voy a compartir un secreto como éste con vosotros dos? Lo primero que haríais sería aporrear su puerta y quedar como unos perfectos imbéciles. Me reforzaría de confesar que os conozco.-Llamó a la camarera y pidio una ronda de coca-colas. Cuando se las sirvieron Neal sacó con disimulo del bolsillo interior de la chaqueta un frasco de plata y echó bastante licor en la bebida antes de ofrecerla a los demás.
Hutch ayudó con Bourbon. Lamar rehusó.
-No, gracias. Ya he bebido bastante.
-Gallina- dijo Hutch dándole un codazo.
Neal volvió a meter el frasco en el bolsillo de su chaqueta.
-Mi vino dice que hay dos cosas de las que un hombre no tiene nunca bastante: whisky y mujeres.
-Amén- Hutch siempre estaba de acuerdo con cualquier cosa que dijera Neal.
-¿No estás de acuerdo, Lamar? -Preguntó Neal con sarcasmo.
El chico de pelo oscuro se encogió de hombros:
-Claro.
Neal fruncido el entrecejo con disgusto y se dejó caer pesadamente contra la pared.
-Te nos estás volviendo muy serio Lamar. Si no puedes estar a nuestra altura, tendremos que pasar de ti.
Los oscuros ojos de Lamar se llenaron de preocupación.
-¿Qué quieres decir con "estar vuestra altura"?
-¡Quiero decir que la armes, que la pilles, que cojas una buena borrachera!
-Su mamá no quiere que haga esas cosas tan feas. -Hutch cruzó de forma afeminada las grandes y toscas manos bajo la barbilla y parpadeó varias veces. Utilizó una voz de falsete para ridiculizarlo aún más.


Lamar tomó en serio la burla.


-¡El viernes por la noche vomité hasta las tripas como vosotros! -exclamó-. ¿No robé sandías en verano como me pidió Neal? ¿No fui yo el que compró el aerosol cuando hicimos la pintada en la pared de Correos?


Hutch y Neal se rieron de la vehemencia con que protestaba. Neal le palmeó la mejilla por encima de la mesa.


-Te has portado muy bien, Lamar, muy bien. -Incapaz de permanecer serio, estalló de nuevo en una carcajada.


Los huesudos hombros de Hutch se estremecían de risa.


-Has vomitado más que nosotros dos juntos, Lamar. ¿Qué pensaría tu mamá de la resaca que tenías ayer por la mañana?

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora