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La cogió por la mano y la empujó detrás de él. Cerró la puerta, descolgó el teléfono y señaló hacia el sofá.
—Siéntate.
—Todavía tengo trabajo que hacer, Dillon.
—Estás libre para el resto del día, además no me importa lo que tengas en tu agenda. Vamos a hablar. Ahora siéntate.
Ella se dejó caer en el sofá, cubriendo su cara con sus manos, capitulando más por un agotamiento emocional que por una ciega obediencia.
—¿Quieres beber algo?
Ella movió la cabeza. Dillon se sentó en una silla de metal, situándola sólo a un par de centímetros de sus rodillas, inclinando la silla hacia atrás y rodeando sus brazos por detrás de ella.
—Venga, suelta.
—Suelta, ¿qué?
—¡Maldita sea! ¿Vamos a seguir jugando a adivinanzas?
—Este es tu juego, no el mío. Me quiero ir a casa.
—Hace un minuto querías trabajar.
—¡Deja de presionarme!
—Entonces hablemos.
—¿Qué es lo que quieres saber?
—Para empezar, ¿me puedes explicar por qué dos hombres están reclamando a Graham como su hijo?
—Ambos tienen mucho que ganar si Graham es su hijo. Hutch tendría un riñon y Neal, un heredero.
Cuando Dillon alzó sus cejas inquisitivamente, ella añadió:
—Se ha quedado estéril como consecuencia del accidente que cortó las piernas de Iván.
Dillon no se quedó satisfecho con la explicación.
—Esto no tiene sentido, Jade. Normalmente, los hombres no van reclamando por ahí su paternidad. Normalmente es en otro sentido.
—Las circunstancias no son normales.
—¿Te acostaste con ambos?
—No.
—Entonces, ¿sus demandas sobre Graham son totalmente infundadas?
Ella no dijo nada.
—¿Quién es su padre, Jade?
—¡No lo sé!
—Entonces, sí que te acostaste con ellos.
—¡No!
—¡Maldita sea! —gritó—. Sé clara conmigo.
—¡Ellos me violaron!
Las palabras retumbaron por las paredes de la pequeña habitación. Retumbaron dentro de la cabeza de Dillon mientras miraba perplejo a Jade.
Ella volvió a cubrirse la cara con las manos.
—Me violaron —repitió suavemente—. Me violaron.
Dillon se pasó las manos por el pelo y lo mantuvo unos momentos apartado de su cara. Cuando bajó las manos se frotó las palmas en las pantorrillas. Había querido saberlo. La había presionado para que se lo dijese, pero no había contado con eso.
Había esperado oír confesiones de una reformada adolescente caprichosa o de una tímida introvertida que había reclamado atención convirtiéndose en chica fácil o de una rebelde que quería atormentar a sus padres. No había esperado una violación.
—¿Cuándo, Jade?
—El febrero de mi último año en la escuela. Fue el día que supe que Gary y yo habíamos recibido becas para la universidad.
—¿Gary? Vaya, cuando pensaba que conocía a todos los actores de esta trama me introduces uno nuevo.
—Gary Parker —dijo ella—. Éramos novios en la escuela, pero mucho más que eso. Nos íbamos a casar y juntos íbamos a cambiar el mundo.
Con voz reposada y remota, le relató lo sucedido.
—Teníamos tantas expectativas para el futuro... Lo quería tanto...
—¿Puede ser Gary el padre de Graham?
Ella miró a través de la ventana, que por ahora era un pedazo de crepúsculo.
—No. Yo era virgen cuando me violaron.
—Impresionante. ¿Y lo hicieron los dos?
Volvió los ojos hacia él.
—En realidad fueron tres. El tercero se llamaba Lamar Griffith. Era un muchacho tímido y sensible, pero lo hizo para salvar su cara delante de Neal.
—¿Todavía vive en Palmetto?
Ella le explicó el destino de Lamar.
—Ya lo tengo —dijo Dillon tras una larga pausa—. Fue idea de Neal.
—Oh, sí —respondió fieramente—. Era su líder. Si no hubiera sido por él, nunca habría pasado. Pero Hutch y Lamar podrían haberle detenido. En vez de hacerlo, también me violaron, y me dejaron abandonada.
—¿Te abandonaron?
—Donna Dee me llevaba en coche a casa de Gary para informarle de lo de las becas. Por el camino nos quedamos sin gasolina.
Le explicó lo sucedido en esa lúgubre tarde, sin olvidar ningún detalle singular. A pesar de los años, sus recuerdos permanecían cristalinamente claros.
—Cuando me subieron estaba enfadada. Pero empecé a tener miedo cuando Neal no cogió el desvío hacia la casa de Gary y me condujo hacia el canal donde habían estado antes pescando. Él ordenó que saliesen todos del coche. Yo me opuse, pero me arrastró fuera.
—¿Y los otros obedecieron como ovejas?
—Es difícil que te puedas hacer una idea del control que tenía Neal sobre ellos. Habrían hecho cualquier cosa que él hubiera dicho. Se pasaron latas de cerveza. Yo rechacé beber nada. Cuando acabaron, pregunté si nos podíamos ir. Neal dijo: «Todavía no». Le pregunté por qué, y me dijo... —Vaciló, y sus ojos se desviaron hacia su regazo—. Me dijo: «Porque antes de irnos, te vamos a follar».
Dillon acercó los codos a la espalda de la silla, cubriendo su boca con los dos puños. Cerró los ojos, deseando que nunca hubiera utilizado esa crudeza con ella. Y deseando, con toda su alma, haber golpeado la cara de suficiencia de Neal Patchett cuando tuvo la oportunidad.
—No dudé ni por un momento que lo harían.
La voz de Jade sonaba cavernosa. Dillon sabía que Jade no estaba allí con él; había vuelto a esa fría y lluviosa noche de febrero.
—Me volví y eché a correr, pero Neal me alcanzó y me agarró por el pelo con una mano. Me dolió. Grité, y las lágrimas aparecieron en mis ojos. Levanté los brazos para intentar sacar su mano de mi pelo pero no pude. Mientras tenía los brazos levantados, él puso su otro brazo alrededor de mi cadera y me empujó al suelo. Estaba frío y mojado. —Hizo una mueca—. Olía mal, como a pescado muerto.
»Hutch gritó: “¿Pero qué coño estás haciendo?”, y Neal contestó: “Exactamente lo que he dicho que le íbamos a hacer. Cállate y ayúdame. Aguántale los brazos”.
»Me puse a gritar y a llorar, diciendo que no, no. No podía ver a nadie, excepto a Neal. Le ataqué, hasta que Hutch se dejó caer detrás de mi cabeza y me cogió por las muñecas. Me las puso en el suelo, por encima de mi cabeza. Neal se estaba doblando encima de mí, diciendo que me callara. Me golpeó varias veces.
»Lamar dijo: “¿Te has vuelto loco Neal?”. Neal lo miró por encima del hombro y le dijo: “Haz algo útil y deja de comportarte como una gallina. No le vamos a hacer daño”. Lamar se tiró hacia atrás, yo no le podía ver, pero pude oír como decía: “Está llorando”. Entonces Neal se puso realmente furioso. Dijo: “¿Quieres un trozo de esto, o no? Si no, aparta tu culo fuera de mi vista”.
»Neal se había estirado encima mío. Separó mis muslos y clavó una rodilla encima de uno de ellos. Yo grité. Me volvió a pegar. Intenté darle patadas. Entonces fue cuando Lamar me cogió fuertemente por los tobillos. No me podía mover, y empecé a suplicarles que no lo hicieran.
»“Hazla callar —dijo Neal—. No soporto esta manera que tienen las mujeres de quejarse.”
«Hutch cogió mis dos muñecas con una mano y me tapó la boca con la otra. Yo eché mi cabeza hacia atrás e intenté suplicar ayuda con mis ojos a Hutch, pero él no me estaba mirando la cara. Estaba mirando lo que Neal me estaba haciendo.
Dillon no movió ni un solo músculo. No dijo nada. Durante unos segundos, Jade se entretuvo con la hebilla de su reloj de pulsera. La habitación estaba tan silenciosa que él podía oír el tictac.
—Neal me rasgó la blusa. Mi sujetador se abrochaba por delante. Lo desabrochó y lo dejó abierto. Recuerdo..., recuerdo la vergüenza que sentí al estar de esa manera. Cerré fuertemente los ojos. Me mordí la lengua hasta que noté que me había hecho sangre. Él dijo: “¿No son las tetas de Jade Sperry una bonita vista?”.
Hipó un seco sollozo.
—Creía que me iba a morir. Quería morir. La mortificación de eso... Neal, a quien yo odiaba... —Se llevó la boca a la mano, como si fuera a devolver, pero continuó, con la voz ahogada—: Me puso las manos encima. Me las estrujó, apretó y tiró de ellas. Era horrible, doloroso y humillante. Se inclinó y me chupó con fuerza el pezón izquierdo. Con tanta fuerza que me hizo mucho daño.
Dillon saltó de la silla. Se metió las manos en la parte de atrás de los tejanos y caminó por la habitación como si buscase una salida. Se sentía tan furioso que le hubiera gustado golpear algo, destrozarlo, aplastarlo. Jade no se dio cuenta de su reacción y continuó con su horripilante relato.
—Neal se estaba riendo cuando se puso de rodillas y se desabrochó los pantalones. Se los bajó y cogió su pene con la mano. Dijo: “Bonito, ¿eh, Jade? Seguro que tu coño no puede esperar”.
»Hutch parecía preocupado y le dijo: “Neal, venga, ya te has divertido bastante. Déjala ir”. “¿Que la deje ir? —dijo Neal—. Ni hablar, estoy llegando ahora a la parte más divertida.”
»Neal me levantó la falda. Yo movía las caderas de un lado a otro tratando de que dejase de quitarme las bragas. Él tenía tanta prisa que Lamar le tuvo que ayudar. Entonces Neal...
Dillon había estado de pie, enfrente de la ventana, mirando sin ver cómo se oscurecía el cielo. Entonces Jade dejó de hablar. Él miró por encima de su hombro hacia ella. Su cabeza estaba reclinada sobre sus manos: se estaba haciendo un masaje en las sienes.
Dillon volvió a su silla, la giró y se sentó enfrente de ella. No dijo nada, y resistió el impulso de tocarla. Su sola presencia parecía que a ella le daba seguridad. Por lo menos lo esperaba. Jade bajó las manos de su cara y se humedeció los labios.
—Neal escupió en sus manos y se frotó con la saliva. Me dijo: «Apuesto a que eres buena chupando pollas. ¿No se la chupas a Parker? Deberías hacérmelo a mí también». —Cerró los ojos, como eternamente agradecida—. No me lo hizo hacer —dijo bruscamente.
»No le fue fácil, pero me penetró. Creo que se sorprendió al saber que era virgen porque me miró a la cara y se echó a reír. Se me acercó y me dijo: “Bueno, esto es gloria. Voy a conseguir después de todo tu cereza”. Ésta era una vieja broma entre nosotros. Entonces él... —Bajó su cabeza todavía más—. Él... empujó con fuerza y me hizo mucho daño.
Las luces de seguridad halógenas del exterior se encendieron automáticamente. Algo de su azul y blanca luz se introdujo por la ventana, pero la mayor parte de la oficina siguió inundada con sombras profundas y con el sonido sibilante de su voz.
—Creí que duraría toda la vida. Después me di cuenta de que no había tardado mucho en llegar al clímax. Al retirarse esparció su semen encima de mi estómago. Lanzó la vista hacia Hutch y sonrió. «He engrasado el coño para ti.»
»Cambiaron las posiciones. Cuando Hutch retiró la mano de mi boca intenté gritar otra vez, pero no tenía fuerza. Apenas pude levantar un brazo. Cuando Hutch se inclinó sobre mí, le arañé la cara. Me maldijo y puso su mano en la mejilla. La sangre caía por sus dedos. Eso le puso furioso. Gruñó: “Aguántale las manos, Neal”. Neal me cogió las manos y las mantuvo asidas a ambos lados de mi cabeza.
»Hutch fue el único que me besó. Al principio creí que eso era todo lo que iba a hacer. Su peso casi me ahogaba, y continuaba hurgando con su lengua en mi boca. Me hizo sentir náuseas. Estaba gritando el atropello en mi interior, pero el único sonido que emití fue como el maullido de un gatito.
»Oí que Neal se reía detrás de mí. “¿Llegarás al final, Hutch? Oye, me estás poniendo cachondo otra vez. Incluso a Lamar se le está poniendo dura.” Lamar se rió nerviosamente.
«Grité cuando Hutch me penetró. Fue el doble de brutal que Neal. Me di cuenta de que me estaba desgarrando el interior y haciéndome sangrar. Lo notaba.
—¡Hijos de puta! —siseó Dillon.
Con una rabia casi incontrolada se golpeó las piernas con los puños.
—Cuando Hutch llegó al clímax, arqueó la espalda y emitió un ruido horroroso y estruendoso. Recuerdo que separaba los labios de sus dientes. Estaba feo, repulsivo. Entonces cayó encima de mí. Yo no podía respirar, pero noté su cálida respiración en mi cuello. Olía a cerveza y me hizo sentir náuseas, pero tenía miedo de que si devolvía me ahogaría en mi propio vómito. Así que me las arreglé para no hacerlo.
»Lamar fue el último. Pero para entonces ya no tenía fuerzas para luchar. Creí que Lamar se pondría a llorar cuando me mirara. Sus manos estaban en su bragueta, pero dudaba. Neal le dijo: “¿Cuál es el problema? A ver qué tal haces tu trabajo”. “No sé si debería hacerlo, Neal.” La voz de Lamar era insegura y temblaba. Eso era característico de él.
»Desde que Hutch se había probado a sí mismo, se encontraba envalentonado. “Maldita sea. Deberíamos de habernos imaginado que el maricón se iba a acojonar.” “¡No soy un marica!”, gritó Lamar. Creo que entonces ya estaba luchando contra sus ambigüedades sexuales. Debió de pensar que o lo hacía o sería objeto de sus mofas, así que lo hizo.
«Cuando se bajó los pantalones, los otros aplaudieron su erección. Supe que era la primera vez para él. No sabía dónde... Continuaba embistiéndome. Me hacía daño porque estaba magullada y escocida. Cuando hubo entrado, empujó frenéticamente, como si fuera un animal en celo La cara se le llenó de sudor. Neal continuaba haciendo bromas y riéndose de la técnica de Lamar. Finalmente se corrió.
»Se estaba riendo aliviado cuando salió de dentro de mí. Pero al mirarme a la cara se le congeló la sonrisa. Creo que Lamar se dio cuenta del alcance de lo que habían hecho. Sus ojos pedían perdón en silencio. Pero nunca le perdoné, ni entonces ni cuando lo vi unos años después.
—¿Cuándo fue eso? —preguntó Dillon.
Ella le explicó brevemente el funeral de Mitch Hearon y la inesperada aparición de Lamar.
—No los he perdonado, a ninguno de ellos, hasta hoy.
Después de un prolongado silencio, ella levantó la cabeza.
—¿Me puedes pasar un kleenex, por favor?
Dillon localizó una caja de kleenex en un lado de la mesa. Cogió uno y se lo dio.
—Gracias.
No lo utilizó para secarse los ojos, porque durante todo el relato no había vertido ni una sola lágrima, sino para secarse el sudor de las palmas de las manos.
—¿Te abandonaron allí, Jade?
—Sí —rió ella amargamente—. Como un cruel tópico, Neal se fumó un cigarrillo antes de marcharse. Recuerdo el olor del azufre de la cerilla y del humo del tabaco. Me había enrollado como una pelota. En ese momento era insensible. No recuerdo haber notado tanto el dolor como el entumecimiento.
«Discutieron qué hacer conmigo y decidieron que tenía la fuerza suficiente para encontrar mi camino de vuelta a la ciudad. Lamar preguntó: “¿Qué vamos a decir si alguien descubre lo que ha pasado?”. Neal le dijo: “¿Quién lo va a contar? ¿Tú? Seguro que no. Entonces ¿de qué estás preocupado?”.
«Hutch preguntó qué pasaría si yo contaba algo. Neal se echó a reír. Dijo que yo no lo contaría porque no querría que mi “chico querido”, refiriéndose a Gary, “se enterara”. Dijo que yo lo había estado pidiendo y que había estado coqueteando con los tres. Evidentemente Lamar y Hutch estuvieron de acuerdo con él, sobre todo porque ellos sabían que eso era lo que él quería de ellos, y también para justificarse por lo que habían hecho.
»No creo que Neal tenga ningún remordimiento ni que se sienta culpable. Es amoral. No tiene conciencia. Quería darme una lección porque amaba a Gary en vez de a él, y además vengarse de Gary por haberse burlado de él en una estúpida pelea. Vio la manera de castigarnos a la vez. Porque se llama Patchett, consideró que tenía todo el derecho.
—Supongo que irías enseguida a las autoridades, ¿no?
Jade volvió a reírse amargamente.
—Dillon, tú aún no me conoces bien. Tan pronto como me pude mover, gateé hacia la carretera. No me importaba si moría con tal de vivir lo suficiente para ver cómo los castigaban.
Ella volvió a explicar su visita al hospital y todo lo que había pasado al día siguiente en la oficina del sheriff Jolly. Dillon no se lo podía creer.
—¿Así que una pandilla de violadores se escondió debajo de la alfombra y fue olvidada?
—Hasta ahora.
—Ahora, quince años después, has vuelto para vengarte. Quieres hacerles pagar por su violación.
—No sólo por eso.
—¿Quieres decir que hay más?
—Gary.
—Oh, es verdad. Me olvidaba —dijo humildemente—. Muchas veces los novios pasan malos momentos como éste, Jade.
—Gary sufrió, desde luego. Especialmente cuando Neal y los otros me pintaron como una chica fácil. Neal no le dejaba en paz. Se mofó de Gary con insinuaciones hasta que no lo pudo aguantar más.
Cuando le contó lo que Gary había hecho después de verla entrar en casa de Georgie, Dillon se quedó perplejo. Se volvió a pasar las manos por el pelo y buscó algo qué decir. Se contuvo para no decirle lo primero que se le había ocurrido: que Gary debería de haber tenido más fe en la mujer que amaba. Pero a ella no le habría gustado.
—Después del suicidio de Gary no podía estar en Palmetto, pero juré que un día volvería y que cuando lo hiciera tendría el control.
—Acabas de estrujar a Iván y a Neal. Ellos han visto la escritura de la pared, y saben perfectamente lo que les significa la nueva industria.
—Tienen que responder de muchas cosas. No soy la única a la que han hecho daño durante estos años.
—Antes de venir, ¿sabías que Hutch estaba enfermo?
—No. Planeaba denunciar la corrupción del departamento del sheriff.
—¿Está corrompido?
—Me jugaría cualquier cosa. Él tapa las huellas de los Patchett, justamente como había hecho su padre.
—En cualquier caso, el asunto es discutible, ¿no?
—Supongo que sí.
Las últimas noticias eran que el trasplante de riñon de Hutch había sido un éxito. Los doctores se mostraron reservados hasta que disminuyó el riesgo de infección, pero el diagnóstico era bueno. La reacción del órgano había sido combatida con drogas. Al parecer no había sufrido ningún efecto secundario, aunque se dudaba de que pudiese volver a ocupar el cargo público.
—¿Y que hay de Donna Dee? Ella es tan culpable como todos ellos.
—Siempre ha querido a Hutch. Si yo hubiese denunciado su corrupción, ella hubiese sufrido la desgracia con él. Como era de esperar, ella ha venido a mí, suplicando por su vida, igual que yo le supliqué a ella para que dijese la verdad en la oficina del sheriff Jolly. Ésta no es la razón por la que me negué a que Graham hiciera de donante, pero ella sabe lo que significa sentirse desesperado, abandonado por tu última esperanza.
—¿Tiene Lamar familia aquí?
—Su madre. Según tengo entendido, no supo nunca de la violación.
—Entonces, cualquier forma de venganza será ineficaz, ¿no?
—Excepto que Graham podría ser su único nieto.
—¿No sabes realmente quién lo engendró?
—No.
—Graham tampoco lo sabe.
—¡No, y no quiero que él lo sepa!
—Seguro que ha preguntado de dónde viene, quién es su padre.
—Le quité importancia al asunto. Graham acepta el hecho de que sólo tiene madre.
Dillon frunció el ceño dubitativamente.
—Por el momento, es posible. Pero ¿y mañana? ¿Y después de mañana? A medida que se haga mayor hará más preguntas para saber quién es su padre.
—Si esto sucede, le diré sinceramente que no lo sé.
—Hay maneras para detectarlo. Se llaman huellas digitales genéticas.
—No lo quiero saber. No hay ninguna diferencia. Él es mío. Mío —dijo ella, con la voz quebrada—. Si hubiese sabido que Hutch estaba enfermo y Neal estéril, habría dejado a Graham en Nueva York. Nunca imaginé que él sería el factor pivotante de sus vidas. Me asusta, Dillon. Tú crees que me he pasado esta tarde, pero sé el tipo de traición que Neal y su padre son capaces de hacer.
Su miedo era obvio. Instintivamente, Dillon se le acercó. Igual de instintivamente, ella retrocedió.
—Maldita sea. Me gustaría que yo no te representara ninguna amenaza. Me gustaría abrazarte.
La oscuridad parecía intensificar la ronquedad de su voz.
—Sólo abrazarte, Jade. Eso es todo.
Después de un momento, ella susurró:
—No creo que pase nada si me abrazas.
—Yo nunca te haría daño —dijo mientras se levantaba y se dirigía hacia el sofá, colocándose al lado de ella—. Nunca.
—Te creo.
Él la rodeó con sus brazos y se apoyó hacia atrás, arrastrándola consigo hasta que estuvieron apoyados en los cojines del sofá. La intimidad de la posición la alarmó. Ella podía notar sus bíceps.
—Está bien —murmuró él—. Está bien. Te soltaré cuando quieras. ¿Quieres que te suelte? Dímelo.
Después de una tensa espera, ella movió la cabeza y se relajó contra él. Aparentemente, la pequeñez del peto de su mono no la ofendió. Apoyó la cabeza en su pecho. Su pelo se deslizó por su piel, haciéndole gemir de placer. La mano de ella continuó confiadamente en su brazo.
—¿Jade?
—Hmmm.
—Desde esa noche, ¿has sido incapaz de hacer el amor?
—Incapaz, y no lo deseaba.
—¿No lo deseabas ni probar?
—Lo intenté con Hank.
—¿Hank Arnett? —Los celos le golpearon.
—Él se había enamorado de mí. Yo lo sabía pero no quería que lo estuviese. Tampoco quería hacerle daño. Seguí diciéndole que no había solución, que no iba a cambiar. Discutí con él para no darle falsas esperanzas con mi recuperación. Hank se mostró obstinado.
—Y al final se convenció.
—Tardó años. Yo quería devolverle su afecto, por eso empecé a ver una psicóloga. Un día fui capaz de besarle con naturalidad.
—¿Te gustaba besarle?
—Tanto como era capaz.
Los celos de Dillon se habían apaciguado. Ella no lo había calificado así cuando le dijo que le habían gustado sus besos.
—Por entonces murió Mitch. Lamar apareció en el funeral. Al verlo me acordé de nuevo del horror. Entonces le dije a Hank que no podría tener una relación sexual con ningún hombre. Me era imposible.
—¿Le dijiste por qué?
—No. Y como no lo hice se enfadó y desapareció durante meses. Un día volvió y desde entonces hemos sido buenos amigos. Al final lo ha aceptado.
Dillon no quería ser el defensor de la causa de Hank, diciéndole que era un buen tipo y que ella debería de haberle dado otra oportunidad. Hank estaba en Nueva York; Dillon estaba aquí con ella, abrazándola.
—¿Por qué me has contado lo de tu violación, Jade?
Cuando ella levantó su cabeza y lo miró, él se dio cuenta de que no había razón para sentirse celoso de Hank ni de nadie más.
—Tú no hubieses aceptado como soy sin una explicación.
—¿Y?
—Y, porque..., porque es importante para mí que entiendas por qué soy como soy.
Para reprimir sus deseos de besarla, colocó la cabeza debajo de su barbilla.
—Lo que te ha pasado ha sido un crimen. Fue inesperado, sucio y violento. No tiene nada que ver con el sexo.
—Ya lo sé. Dillon.
—La intimidad del sexo entre dos personas que se quieren...
—Es algo muy diferente —dijo ella acabando la frase—. La psicóloga me repitió eso mismo hasta que me puse enferma de oírlo. No, no me culpo subliminalmente a mí misma. Sí, estaba enfadada con el sexista sistema legal, como lo estaba con los hombres, pero no creía que todos los hombres fueran bárbaros. No, no sentía inclinaciones hacia el lesbianismo. No, no quería ver a todos los hombres castrados.
—Es un alivio.
Ella volvió a levantar la cabeza y cuando sus ojos se encontraron se empezó a reír. Él también se echó a reír. Rieron durante varios minutos, y fue catártico porque ninguno podía llorar. Su risa les dejó sin fuerzas, y se apoyaron mutuamente para aguantarse.
Entonces dejaron de reír, precisamente en el mismo instante. Hacía sólo un segundo que se estaban divirtiendo, pero de pronto se miraron fijamente a los ojos, sin aliento y tensos.
El pecho de Dillon se notaba tirante. Sus ojos se dirigieron hacia la boca de ella. Él vio cómo movía sus labios.
—¿Dillon?
Él cerró rápidamente los ojos.
—Te quiero besar, Jade, te quiero hacer el amor por primera vez en tu vida. Te quiero enseñar lo que es realmente, lo que puede ser. Quiero que me hagas el amor.
Cuando volvió a abrir los ojos, los de ella se sobresaltaron. Sus labios estaban temblorosos. Él estuvo tentado de subir su boca hasta la altura de la suya y descubrir por qué ella le estaba mirando con esa particular expresión. Confiaba que fuese porque la atraía y no al revés.
Le apartó el cabello. Ansiaba aliviar el temblor de sus labios con besos suaves, masajeando la línea de preocupación que había entre sus cejas. Quiso contagiarle que su respiración fuese de pasión y no de temor. Quería darle el regalo del descubrimiento sexual que le habían robado.
Pero si no lo hacía bien podría convertirse en un daño irreparable. Por ello la apartó, se levantó y la ayudó a levantarse.
—En otro momento —dijo tristemente.


La casa estaba a oscuras. Dillon, que había insistido en seguirla hasta casa, no se marchó hasta que la vio entrar sana y salva. Cathy le había dejado una nota en la cocina, explicándole que se había ido a acostar temprano porque tenía dolor de cabeza. Había una cazuela en la nevera, decía la nota. Todo lo que Jade tenía que hacer era calentarla en el microondas. Pero no se sintió lo suficientemente hambrienta como para molestarse. Después de comprobar que la casa estaba cerrada, subió a su habitación.
Una luz se reflejaba por debajo de la habitación de Graham. Llamó a la puerta y la empujó. Estaba encima de la cama, mirando la televisión con un aparente desinterés.
—¿Puedo entrar?
—Es tu casa.
Desoyendo el comentario, se acercó al pie de su cama y se sentó.
—He cogido la indirecta. Estás enfadado conmigo.
Él dudó entre continuar de mal humor o desahogar su rabia. Se decidió por lo último.
—¿Acaso no estarías furiosa conmigo si yo te hubiera avergonzado hasta dejarte para el arrastre? Mamá, me trataste como a un niño delante de Dillon y del señor Patchett.
—Lo que hice quizá te pareció ilógico, Graham, pero yo estaba tremendamente preocupada.
—¡Montaste un número por nada! Ni siquiera llegaba demasiado tarde.
—Ésa no era totalmente la razón. Estaba preocupada porque estabas con Neal.
—¿Por qué? Estuvo simpático. Y tú lo conoces, así que ¿cuál es el problema?
—El problema es que lo conozco demasiado bien. No es bueno.
—Pues lo parecía —repuso en tono agresivo.
—Seguro que lo parecía. Rezuma encanto pero está podrido hasta la médula, Graham. Tienes que creerme en lo que te voy a decir: mantente alejado de él, puede ser peligroso.
Graham hizo un sonido de burla.
—Lo digo en serio. La próxima vez que se te acerque, quiero saberlo inmediatamente.
Se la quedó mirando, con la obstinación de un adolescente.
—Has cambiado, mamá.
—¿Cambiado?
—Desde que nos hemos mudado aquí, estás tensa todo el tiempo.
—Tengo un trabajo enorme que hacer, Graham. Además de la fábrica, estoy adquiriendo propiedades para la casa matriz de la compañía, haciendo todo...
—¿Estás tratando de comprar tierra a unas personas llamadas Parker?
Jade miró a su hijo con sorpresa.
—¿Cómo te has enterado de eso?
—El señor Patchett lo mencionó hoy.
Jade no había vuelto a saber nada de Otis Parker desde su última conversación por teléfono. Había dudado entre llamarle para presionarle o darle más tiempo para que considerara su oferta. Graham había confirmado sus sospechas: los Patchett iban detrás de ella.
Concentró de nuevo sus pensamientos en Graham y dijo:
—Sabes lo ocupada que estoy. Tengo muchas cosas importantes en la cabeza. Eres lo bastante mayor para comprenderlo.
—También tenías mucho trabajo en Nueva York, pero no te sacaba de quicio. ¿Qué ha pasado?
Jade se le acercó, y peinó hacia atrás su cabello con los dedos.
—Últimamente estoy tan nerviosa porque quiero hacerlo bien en este proyecto. Y porque quiero que tú seas feliz aquí. Lo eres, ¿no? ¿Te gusta la casa?
—Sí, es estupenda, pero...
—Pero ¿qué?
—Tengo que volver a dar toda esa explicación a mis nuevos amigos.
—¿Explicación?
—Sobre por qué no tengo padre y por qué Cathy no es realmente de la familia. Ya sabes, toda esa mierda que siempre tengo que explicar. —Él se mordisqueó una uña—. Ya sé que siempre me has dicho que éramos una familia especial. Única. —Levantó sus tristes ojos azules hacia los de ella—. No quiero ser especial, mamá. Estoy cansado de ser único. Ojalá fuéramos normales, como todo el mundo.
—No existe ese factor de normalidad, Graham.
—Bueno, la mayoría de la gente es más normal que nosotros.
Lo arrastró hasta sus brazos y presionó su preocupada cara contra su garganta.
—Algunas veces ocurren cosas en nuestra vida que no las podemos controlar. Debemos hacer lo mejor para vivir con aquello que nos han dado.
»Deseo con todo mi corazón que tú hubieras podido disfrutar de una vida normal de familia. No ha funcionado. Lo siento. He hecho todo lo que he podido. Y todavía sigo haciendo lo que creo que es mejor —añadió, pensando en el consejo de Cathy y Dillon de contarle a Graham lo de su violación. No podía. Su hijo estaba pasando ya por una situación suficientemente difícil, adaptándose a su nueva casa y madurando rápidamente, como para afectarle con su tragedia.
—Ya sé que lo estás haciendo, mamá. Olvida lo que te he dicho. —Se zafó de sus brazos y le dirigió una tenue sonrisa.
—Te pido perdón por haberte avergonzado hoy delante de Dillon, te prometo no volverlo a hacer.
—¿Estabas con él esta noche?
—Sí. ¿Por qué?
—Sólo preguntaba.
—¿Qué? —preguntó echándose a reír—. Se te escapa la risa.
—Creo que tú le gustas a Dillon, eso es todo.
—Pues claro que le gusto. No podríamos trabajar tan bien juntos si yo no le gustara.
—Venga, mamá. Ya sabes a lo que me refiero.
—Somos amigos.
—Ah. —Sonrió con un aire de superioridad—. ¿Crees que seré tan alto como él cuando termine de crecer?
Miró la fotografía enmarcada de su mesita.
—¿Cuánto medía el abuelo Sperry?
Cuando cumplió trece años, Jade le entregó oficialmente la Medalla de Honor de su abuelo y la fotografía que siempre había conservado como un tesoro. Desde que era tan pequeño que se sentaba en su regazo, le había explicado la historia heroica de su padre en el conflicto de Corea. Nunca le había dicho que la muerte de su abuelo fue un suicidio.
—Medía metro ochenta y cinco centímetros de alto.
—Así que yo también seré tan alto como mínimo.
—Probablemente. —Se inclinó hacia él y le besó la frente—. Pero no tengas tanta prisa en llegar hasta ahí, ¿vale? Buenas noches.
—Buenas noches, ¿mamá?
Ella se volvió y lo miró.
—¿Era alto mi padre?
Pensando en sus tres atacantes, respondió rápidamente.
—Por encima de la media.
Graham asintió con satisfacción. Entonces alcanzó el interruptor de la lámpara que estaba por encima de su cama, y lo apagó.
—Buenas noches.

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora