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Morgantown, Carolina del Sur, 1977
El doctor Mitchell Hearon, decano de asuntos estudiantiles y de ayuda económica en la Escuela Universitaria de Dander, en Morgantown, Carolina del Sur, abrió la carpeta de solicitud de Jade Sperry y le pasó un trozo de papel por encima de su desordenada mesa.
-Esto es un vale. Preséntelo en la oficina de becarios el día que se matricule.
Los ojos de ella se movieron en dirección a la tarjeta que él le entregó. Había una cantidad impresa a su nombre sobre un grabado que representaba la escuela. Intentó distinguir los números, pero incluso eso estaba fuera de su alcance.
-La cantidad cubrirá su enseñanza, libros y todas las cuotas -continuó el director-. Los gastos de estancia correrán a su cargo, aunque la escuela estará encantada de ofrecerle una lista de hospedajes con un presupuesto asequible.
Ella apenas podía dar crédito a sus oídos.
-Yo..., yo no sé cómo agradecérselo, doctor Hearon.
-Puede agradecérmelo haciendo las cosas lo mejor que pueda. Estudie mucho. Aplíquese. Haga que sus metas se conviertan en realidad.
-Sí, sí. Lo haré. -Su risa expresaba el alivio y la alegría que sentía. Se levantó con brusquedad y casi perdió el equilibrio-. ¡Gracias! No se arrepentirá. Usted...
-Es un placer, señorita Sperry. Creo que usted será una persona muy valiosa para la Escuela Dander. Somos pocos, pero gozamos de una auténtica reputación académica. Nos enorgullecemos de la diligencia e integridad de nuestros estudiantes.
Las circunstancias habían forzado a Jade a perder el derecho a beca en el Estado de Carolina del Sur. Después de trabajar más de un año en un gran economato de Savannah, empezó a enviar solicitudes a otras universidades y escuelas universitarias pidiendo ayuda económica. Volvió a mirar la tarjeta que tenía en la mano, sin apenas dar crédito a sus ojos.
Para concluir la entrevista, el doctor Hearon se puso en pie y extendió la mano.
-Me gustaría que pasase por aquí cuando se haya matriculado. Tengo interés en saber qué asignaturas ha escogido para el primer semestre. El profesorado toma un interés personal por cada estudiante.
-Vendré a verle. Se lo prometo. Gracias de nuevo. -Jade se dirigió a la puerta con rapidez. Después de abrirla, volvió la mirada hacia él por encima del hombro-. Ah, y déle las gracias a los otros miembros del comité de becas.
-Lo haré. Adiós, señorita Sperry.
-Adiós.
El largo pasillo tras el despacho estaba vacío y silencioso. Jade quiso expresar su regocijo con un grito hacia el techo de arcos góticos, pero se contuvo como pudo. No obstante, echó a correr hacia las puertas del final del pasillo con un desenfado que desentonaba con la majestuosidad del edificio.
Una vez fuera, dio rienda suelta a su euforia. Se apoyó contra una imponente y estriada columna, y se quedó mirando el vale antes de oprimirlo contra el pecho como si fuera una alegre avara. Después lo guardó en el bolso, abandonó la sombra de la galería de entrada del edificio administrativo y caminó bajo la luz de finales de verano.
Parecía más clara y amigable que cuando entró nerviosa en el edificio. Las flores a lo largo de las aceras brillaban bajo el sol. El cielo estaba excepcionalmente azul, con nubes blancas y sin manchas. Nunca había notado el intenso verdor del césped, ¿o es que el césped del campus de la Escuela Dander era mucho más verde?
Era como si ella, igual que Dorothy en El Mago de Oz, hubiese sido repentinamente empujada de un mundo en blanco y negro a otro en color. Había pasado por un verdadero infierno, pero luego salió al otro lado para descubrir que después de todo valía la pena luchar por la vida.
Las campanas Westminster en la torre de la capilla del campus dieron la hora cuando pasaba por la biblioteca. Se sentía invadida por un sentimiento de paz y optimismo que no había experimentado desde la violación. Ese día le habían otorgado un nuevo comienzo.
Al coche le había costado ponerse en marcha y el indicador del agua se encendía por encima de los cuarenta y cinco kilómetros. A duras penas consiguió sobrevivir desde Savannah, de donde habían salido el día anterior. Después de instalarse en el Pine Haven Motor Gourt, Jade utilizó las restantes horas de luz para conocer la ciudad donde se encontraba la escuela universitaria.
El campus formaba el núcleo de la ciudad, y a Jade le pareció que tenía encanto y carácter. La única industria local era la escuela, y el abovedado edificio administrativo, el único rascacielos del lugar. Alrededor del campus había bonitas casas solariegas que alojaban a miembros de la facultad. El barrio comercial de Morgantown era suficiente para satisfacer sus necesidades.
¿Dónde vivirían ellas? ¿Encontrarían algún apartamento barato cerca del campus, para que ella pudiese ir a pie a clase y dejar libre el coche para que lo usara Velta? El próximo semestre no empezaría hasta el mes siguiente, pero aún había muchas cosas que hacer. ¿Qué es lo que debería buscar primero: un trabajo de media jornada o un lugar dónde vivir?
Aparcó el coche frente a la casita número tres y, con una sonrisa irónica, se reprendió a sí misma por volver a caer en su típica manía de preocuparse. Ese día iba a relajarse y a celebrarlo. La consecución de la beca había sido el primer paso positivo hacia su objetivo final: el ver castigados a los asesinos de Gary.
Neal Patchett, Hutch Jolly y Lamar Griffith no eran sólo sus violadores; eran también los responsables del suicidio de Gary. Si alguna vez flaqueara su resolución de ver hecha justicia, sólo tenía que recordar la visión del cuerpo de Gary balanceándose en el extremo de aquella soga. Con su violencia, perfidia y mentiras, Neal y sus compinches le habían conducido al suicidio.
Jade no descansaría hasta que hubiesen pagado por sus crímenes. La venganza no vendría rápido. Sería un proceso lento y laborioso que quizá tardara años en realizarse, pero estaba preparada para ello. Gracias al doctor Hearon y a su comité, ya estaba en camino.
Se sorprendió de que la casita se abriera con sólo empujarla, pues pensaba que estaría cerrada con llave.
-¿Mamá? ¡Lo tengo!
Jade entró en la pequeña habitación que olía a cerrado. El acondicionador de aire de la ventana intentaba exhalar aire fresco, pero con poco éxito. Inmediatamente su cerebro captó tres cosas: había una maleta a los pies de su madre; un hombre al que Jade había llegado a odiar estaba de pie al otro lado de la maleta; Graham, su hijo, estaba llorando en la cuna portátil.
Jade se detuvo en el umbral e intentó averiguar lo que implicaba la maleta. La mirada de Velta era fría y desafiante. Los ojos del hombre, furtivos, rehuían los de Jade. Ésta quería exigir una explicación pero prevalecieron los instintos maternales. Dejó el bolso encima de la cama, se dirigió a la cuna y cogió en brazos al lloroso bebé, abrazándolo amorosamente contra su pecho.
-Ssst, cariño. ¿Qué pasa? Mamá ya está aquí. Todo va bien. -Lo arrulló hasta que dejó de llorar. Luego se dirigió a su madre-: ¿Qué está haciendo él aquí?
El hombre se llamaba Harvey algo o algo Harvey. Jade no lo recordaba. Había borrado intencionadamente el nombre de su cabeza después de romper su tarjeta de visita y tirarle los trozos a la cara. Había insistido en que si él no se iba voluntariamente de la sala de maternidad, haría que lo echasen. Aunque él se presentó como el fundador y director de una agencia privada de adopción, Jade interpretaba de forma diferente su ocupación. Estaba tan relacionado con una agencia de adopción como un traficante de drogas con un farmacéutico.
Harvey había sido el descubrimiento de Velta. Ella había explicado a Jade que él era la solución a todos sus problemas, es decir, el hijo ilegítimo de Jade. Sin consultar a Jade, Velta había llevado a Harvey al hospital un día después del nacimiento de Graham. Harvey le ofreció varios miles de dólares por su hijo.
-Un recién nacido blanco y masculino sin ningún defecto aporta el precio más alto en el negocio -había dicho.
Ahí fue cuando Jade pulsó el timbre de alarma que molestó a otros pacientes y alertó al personal de enfermería.
Jade abrazó ahora con más fuerza a Graham, mientras observaba a su madre.
-Mucho antes de nacer Graham ya te dije que nunca lo daría en adopción. Lo repetí después de nacer. Lo dije en serio entonces y lo digo en serio ahora. Dile a tu amigo que se vaya o llamaré a la policía.
-Harvey no está aquí ni por ti ni por tu bebé -contestó Velta.
Jade dirigió una severa mirada a los dos.
-Entonces, ¿qué es lo que está haciendo aquí? ¿Cómo supo dónde encontrarnos?
-Lo llamé por teléfono anoche y le expliqué dónde estábamos.
-¿Porqué?
Graham empezó a retorcerse entre sus brazos, pero ella no lo soltó. A pesar de lo que su madre hubiese dicho, Jade tenía miedo de que le arrebatasen el niño. Por desgracia sus problemas no las habían unido. Durante el pasado año, su inestable relación se había ido deteriorando. El interés de Jade por recibir una formación universitaria molestaba a Velta. Para ella, la solución a un hijo ilegítimo era un marido.
-Volvamos a Palmetto, Jade -había sugerido un día de principios de verano, cuando los ánimos estaban tan turbulentos como el tiempo bochornoso-. Al menos, estaremos marginadas en entornos conocidos. Si hubieras actuado de forma amable con ellos, estoy segura de que habrías conseguido que alguno de esos tres chicos reconociese a Graham y se casase contigo.
Jade había estado a punto de golpearla.
-¿Preferentemente Neal Patchett?
-¡Vivir en esa hermosa casa que tiene sería mil veces mejor que este estercolero! -había gritado Velta, gesticulando con las manos para mostrarle el pobre apartamento de Savannah-. Si desde un principio te hubieras mostrado más simpática con él no hubiera sucedido lo que sucedió.
Jade había salido precipitadamente de casa con Graham y no había vuelto a entrar hasta que estalló la tormenta de truenos. Desde entonces Velta no volvió a sacar el tema de volver a Palmetto y Jade imaginó que había desistido de esa idea. Aparentemente lo había hecho, pero tenía otro plan que de alguna manera incluía a Harvey.
-Todavía no me has dicho qué hace él aquí -dijo Jade.
-Desde aquel día en el hospital, Harvey y yo nos hemos ido viendo regularmente. En secreto, por supuesto.
Jade abrazó con mucha más fuerza a Graham. ¿Habrían preparado un plan para arrebatarle a Graham? ¿Intentarían hacer que ella se declarara madre incapacitada? Ella no dejaría que eso ocurriese. Nadie le quitaría jamás a su hijo.
-Harvey ha tenido la bondad de pasar por alto tu grosería -continuó Velta-. Cuando me acuerdo de la escena que organizaste en el hospital, no puedo imaginarme por qué ha sido tan bueno, como no sea por su buen corazón. -Velta se volvió hacia el hombre y sonrió-. Bueno, cuando llegamos ayer aquí me di cuenta de que te encantó este lugar. Por mucho que yo no quiera, tú estás totalmente decidida a ir a esta escuela. Así que anoche, cuando fuiste a comprar las hamburguesas, llamé a Harvey a Savannah y acepté su petición.
-¿Su petición? -preguntó Jade sobresaltada-. ¿Quieres decir una petición de matrimonio?
-Exacto -replicó Velta desafiante-. Estábamos esperando que volvieras para irnos.
Jade se quedó boquiabierta, mirándolos con incredulidad.
Luego estalló en una carcajada.
-¡Mamá, no lo dirás en serio! ¿Realmente te largas con ese tipo? Dime que es una broma.
-No es una broma, te lo aseguro. Harvey ha sacado todas mis cosas del apartamento de Savannah y las ha traído consigo. Lo que se haya quedado te lo puedes quedar. Vamos, Harvey. Ya hemos esperado bastante.
Harvey, que no había abierto la boca, cogió la maleta y se dirigió hacia la puerta, seguido de Velta.
-¡Mamá, espera! -Jade volvió a colocar a Graham en la cuna y corrió tras su madre, alcanzándola junto a un Sedan gris-. ¿Has perdido el juicio? -le preguntó-. No puedes irte así como así.
-Soy adulta. Puedo hacer lo que me dé la gana.
Jade retrocedió un paso. Velta le estaba echando en cara las palabras que ella misma le había dicho hacía poco, y en más de una ocasión; en particular, cuando informó a Velta de su intención de quedarse con el niño.
-No lo hagas -le susurró-. Sé que sólo lo haces por despecho, mamá. Te necesito. Por favor, no te vayas.
-Me necesitas mucho, pero es una pena, Jade. Tú te has cargado de problemas. Yo no voy a hacer de niñera mientras tú te vas a la escuela cada día.
Jade intentó otra táctica:
-Olvida que te necesito para ayudarme con Graham. Ya me las arreglaré -añadió rápido-. Pero mamá, por favor, piensa lo que esto significa para ti.
-¿Tan difícil te resulta aceptar que otro hombre me encuentre atractiva?
-Claro que no. Pero a lo mejor lo deseas tanto que te hace ver algo que realmente no es. ¿Has pensado en ello? Por lo menos date tiempo para conocerlo mejor.
-No más tiempo, Jade. Hace mucho que no hago nada por mí. Estoy cansada de pagar tus errores. Por tu culpa, tuve que dejar mi trabajo, vender la casa y volver a empezar de nuevo.
-No fue culpa mía -protestó Jade con voz ronca y angustiada.
-Fuiste violada, luego insististe en quedarte con el niño, cuando lo mejor para todos hubiese sido deshacerte de él.
-No habría sido mejor para mí, mamá. Yo quería a Graham. Y lo sigo queriendo.
-Bueno, Harvey me quiere a mí -insistió Velta-. Después de todo lo que he pasado, quiere que tenga buenos momentos.
Jade se sintió responsable hacia su madre. Era su deber como hija intervenir para que no ocurriera un desastre, incluso si ello significaba ofenderla. Era mejor dañar sus sentimientos que dejar arruinar su vida.
-Él no te merece, mamá -dijo. Lanzó una mirada despectiva al grasiento pelo de Harvey y a su brillante traje-.Se alimenta de los sentimientos de la gente por interés. Negocia con la vida humana. ¿Es ése el tipo de hombre con el que te quieres casar? Papá fue recompensado con la Medalla de Honor. Era un héroe. ¿Cómo puedes incluso pensar en...?
-¡Eso no es verdad!
Velta le dirigió una mirada rencorosa.
-Estábamos bien hasta que tú llegaste. Entonces Ron no pudo soportar vivir con nosotras y se voló los sesos. Así que ya tienes dos suicidios a tu cargo, Jade. De hecho, no me has dado más que problemas desde el día en que fuiste concebida. No voy a pasar el resto de mi vida en la estela de tu destrucción. -Empujó a Jade hacia un lado, abrió la puerta del coche y se metió dentro.
Harvey cerró la puerta ruidosamente, rodeó el coche y se deslizó tras el volante. Velta mantuvo la cabeza desviada mientras daban marcha atrás y se iban.
-¡Mamá, no! -Jade corrió tras el coche, pero éste aceleró-. ¡Mamá! -gritó.
Miró hasta que estuvieron fuera del alcance de su vista. Luego se quedó mirando fijamente en la misma dirección hasta que el llanto de Graham la sacó de su pasmosa incredulidad.
Estúpidamente, entró en la pequeña casita. Graham ondeaba sus regordetes brazos en señal de resentimiento. Tenía la boca totalmente abierta, enseñando los dos únicos dientes. Jade lo arrulló mientras le cambiaba el pañal. Con las prisas de hacer la maleta e irse con Harvey, Velta no se había molestado en cambiarle durante el tiempo que Jade estuvo fuera.
Se sentó con el bebé encima de la cama y lo meció, mientras esperaba que se calentase el biberón. Cuando alcanzó la temperatura deseada, le colocó la tetina en su boca. Él la cogió anhelante. Debido a su voraz apetito, ella había dejado de darle el pecho mucho antes de estar emocionalmente preparada para ello.
Él se agarró a su blusa, con sus rechonchos deditos hurgando en la tela. Al chupar el pezón de goma, ella lo sostuvo aún más cerca para tener la sensación de alimentarle con su cuerpo.
Siempre permanecería el misterio de cómo era posible que algo tan precioso y dulce como Graham hubiese podido salir de algo tan horrible como una violación. No solía asociar la concepción de Graham con el incidente porque el hacerlo la hubiera forzado a especular sobre de quién sería la semilla que había tomado raíz en su cuerpo. Ella nunca lo quiso saber.
El separar el origen de Graham de la violación tuvo lugar aquella tarde en casa de Georgie. Esta había comentado a Jade que se enorgullecía no sólo de su precisión en el manejo de los instrumentos médicos sino de su intuición con la gente. Esa tarde, su intuición la había obligado a preguntar a la joven y temerosa Jade si realmente quería abortar.
-Usted no parece el tipo de chica que normalmente acude a mí, señorita Sperry. Lo dijo incluso esa fresca de Patrice Watley. ¿Está segura de que quiere continuar con esto?
Fue en ese momento cuando Jade supo que no quería. El feto que llevaba en su interior, como por arte de magia, había dejado de tener relevancia alguna respecto de la violación. El niño que crecía en su interior era suyo. Lo quiso al instante y por completo.
La revelación le causó tal impacto emocional que se desmayó sobre la mesa de Georgie. Durante media hora estuvo sollozando desconsoladamente, no por angustia, sino por el alivio de haberse liberado de la agonizante decisión que la había obsesionado durante semanas.
El acceso de llanto la dejó débil y temblorosa. Al final se tranquilizó, agradeció llorosa a Georgie el tiempo que le había dedicado y se fue. Georgie se quedó con los cincuenta dólares por haber convencido a una chica indecisa para que no abortara.
-¿Preparado para eructar? -Jade sacó la tetina de la boca de Graham. Éste protestó un poco, pero se calló cuando Jade le dio palmaditas en la espalda hasta que eructó muy a gusto-. ¡Dios mío! -exclamó ella-. ¡Eso sí que es un eructo! -Él la miró y sonrió. Una sensación de amor invadió su cuerpo como un potente narcótico. Le pasó el pulgar por el labio inferior, limpiándole la mezcla de leche y saliva, y chupó el dedo. Luego volvió a colocar al niño contra su pecho y continuó dándole el biberón.
Turbada y débil a causa de la emoción, ese día abandonó la casa de Georgie con renovada esperanza. Si le hubiera explicado todo a Gary, como hubiera tenido que hacer la noche de la violación, él lo hubiera comprendido. Amable y cariñoso como era, habría estado de acuerdo con su decisión de quedarse con el niño. Se habrían ido de Palmetto, se habrían casado y habrían perseguido sus sueños. Gary tomaría al niño como propio y, así, nadie lo sabría nunca. Con esos planes en mente, había corrido hacia la casa de Gary.
Pero ahí era donde sus recuerdos anhelaban detenerse. El camino hacia la granja de Gary siempre conducía directamente al granero y a la horripilante visión que allí le había esperado.
-Si hubieses confiado un poco más en mí... -Se inclinó hacia delante y susurró las palabras sobre la mejilla aterciopelada de Graham-. ¿Por qué lo hiciste, Gary?
Ella sabía el motivo, por supuesto. Su fe en ella había sido destruida. Aquellos que lo habían hecho continuaban con sus vidas inalteradas, aunque no sería para siempre.
En parte, Dios había sido misericordioso. Graham no se parecía en nada a ninguno de los tres atacantes. Ninguna de sus facciones proporcionaba pista alguna de su paternidad. Tenía el cabello oscuro y ondulado, como el de ella. Sus ojos eran azules y algo achinados. El único rostro que podía distinguirse de su rolliza belleza era el de Ronald Sperry, que era la versión masculina de la suya propia. Le gustaba que se pareciese a su padre.
Desde el día en que sucedió, a Jade siempre le pareció dudosa la versión de que su padre había muerto accidentalmente. Pese a ello, cuando oyó la verdad de labios de su madre recibió un golpe brutal. Velta siempre había negado con vehemencia que la herida fatal de su marido, producida por él mismo, era intencionada. Para ella, el admitirlo y sugerir que Jade era la responsable, le demostró el grado de antipatía de su madre.
¿Tan desesperadamente infeliz había sido el vivir con ella que le había inducido a fugarse con un tipo tan odioso como Harvey? Así parecía. Jade deseaba poder agarrarse a un bonito recuerdo de su madre pero no había ninguno, a diferencia de los muchos que conservaba de su padre.
Cuando Graham terminó de comer no lo puso en su cuna, sino que lo mantuvo junto a ella, como solía hacer cuando necesitaba el consuelo de un contacto humano. Ahora que el golpe del abandono de Velta había perdido algo de fuerza, las consecuencias de cómo la partida afectaba a ella y a Graham empezaban a aflorar.
Todo lo que Jade llevaba encima era un repuesto de ropa y unos treinta dólares, apenas lo suficiente para llevarles de nuevo a Savannah. Una vez allí, ¿cómo podría arreglárselas ella sola para mudarse a Morgantown?
-¿Qué vamos a hacer, Graham? -Acarició con la nariz su dulce y oloroso cuello-. ¿Qué vamos a hacer?
La opción más fácil sería volver a Savannah y reanudar su trabajo, prometiéndose que en cuanto hubiese ahorrado lo suficiente continuaría con sus estudios.
Pero ahora aún resultaría más difícil ahorrar dinero porque tendría los gastos extras del cuidado del niño. Un aplazamiento acarrearía otro y el deseo de buscar una compensación se alejaría de sus manos.
No, no dejaría que eso ocurriese.
Tenía que haber un camino. No podía dejar pasar esta oportunidad. Ya había sacrificado una beca y no estaba dispuesta a sacrificar otra.

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora