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-Oye, mamá.

-¿Que oiga qué?

Graham levantó la vista de Deportes Ilustrados que estaba manoseando. Se hallaba tendido en el suelo del salón, tumbado de barriga.

-Dicho por ti, suena divertido. Normalmente se lo dicen los negros entre sí.

-Una vez me encontré a un hombre, un hombre blanco, que solía empezar sus frases con «oiga», y esto me molestaba tanto que lo mandé a la cárcel.

Graham rodó sobre su espalda y se sentó.

-¿Bromeas?

-No bromeo.

Tenía el pelo negro revuelto y le brillaban los ojos. Ella se lo quedó mirando, descaradamente. Desde que él y Cathy habían llegado a Palmetto la semana anterior, Jade parecía no haberle visto bastante. Le había echado terriblemente de menos durante el mes y medio de la separación. Había sido el período de tiempo más largo que habían estado separados, y no le había gustado.

-Si no me crees -dijo ella-, pregúntale al señor Burke la próxima vez que lo veas. Él sabe mejor que yo que este hombre está en la cárcel.

-El señor Burke es increíble.

-¿Increíble?

Jade trató de entender el calificativo. Dillon trabajaba infatigablemente y tomaba cada retraso, ya fuera por inclemencias del tiempo o por mal funcionamiento del equipo, como una afrenta personal. Elevaba su diligencia hasta rayar en el fanatismo. Construir la fábrica se había convertido en su cruzada. Estaba casi tan obsesionado en este objetivo como ella.

-Creo que se le podría decir «increíble». -Jade mantuvo deliberadamente un tono evasivo.

Dillon no tenía vicios que ella supiera. No se había emborrachado nunca ni se había presentado con resaca delante de ella. Si se veía con alguna mujer, sería lejos del remolque porque nunca había llegado a su conocimiento que se llevara alguna mujer al lugar de la construcción.

-La primera vez que le vi, pensé que era una persona huraña -le dijo Graham.

-¿Huraña?

-No sonríe mucho, ¿verdad?

-No, creo que no -dijo ella pensativamente. En muy pocas ocasiones le había visto sonreír. Y en las pocas ocasiones que le había visto, había sido más bien una expresión irónica.

-Y la primera vez que me llevaste a la construcción, me gritó cuando subí al bulldozer.

En el poco tiempo que llevaba en Palmetto, Graham le había pedido tres veces que le llevara a visitar el lugar de la construcción. Estaba fascinado con ello. Ahora, Jade se preguntaba si estaría más fascinado por Dillon que por el lugar de la construcción.

-Me alegro de que Dillon te gritara. No deberías jugar con la maquinaria. Puede ser peligroso.

-Eso fue también lo que me dijo el señor Burke. Me dijo que la gente que anda jugando a hacerse daño, tiene mierda en el cerebro.

-¡Graham!

-Lo dijo él, mamá, no yo. Sólo te lo estoy repitiendo.

-¿Qué otras pintorescas expresiones has aprendido del señor Burke?

Él sonrió.

-Creo que ahora le caigo bien, pero casi se vuelve loco cuando Loner y yo nos subimos en la apisonadora.

-¿Loner?

-Su perro. Así es como el señor Burke llama a su perro. De todas maneras, la estaba escalando como si fuera una colina normal, cuando el señor Burke salió corriendo de su remolque gritándome que me bajara a toda hostia de la apisonadora..., eso es lo que dijo, mamá. Entonces me agarró del brazo, me sacudió y me preguntó si es que no tenía ni una pizca de juicio, y que por qué los niños siempre se complicaban la vida con las apisonadoras. Le dije que no era un niño. Él me dijo: "Tampoco has crecido mucho que digamos. Y mientras estés por aquí, harás lo que yo te diga". Daba miedo, porque cuando habla así, tan serio y grave, no puedes ver cómo se le mueven los labios por debajo del bigote.

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora