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-Oye, Jade.

Jade volvió la cabeza desde su casillero y apretó los libros de texto contra el pecho. Pocos compañeros de clase le dirigían ya la palabra, así es que se sintió agradablemente sorprendida de que alguien se acercase a ella.

Los hechos eran oscuros, pero el bulo que corría por el instituto de Palmetto era que Jade había sido infiel a Gary Parker con Neal Patchett. Se comentaba que Gary le había dado la patada. En dos meses y medio, había pasado de ser la chica más solicitada del último curso a ser una leprosa social. Mientras sus compañeros se ponían al día ante el torbellino festivo que precedía a la graduación, ella sentía que le volvían la espalda.

El cotilleo no sólo se daba entre las paredes del instituto. Se había filtrado de lleno entre la gente. Cuando llegó a oídos de Pete Jones, despidió a Jade del trabajo de media jornada, con la débil excusa de que prefería tener a un chico joven trabajando para él.

Las cosas en casa no eran mejores. Velta se quejaba de que en el trabajo la miraban con malos ojos:

-He oído a mis compañeros de trabajo que hablaban mal de ti. ¿No te dije que te culparían por lo sucedido? Tenías que haberle dicho a ese negro que te llevase directamente a casa. Fue un gran error ir al hospital. Al hacerlo, sentenciaste tu destino y el mío.

Jade no tenía a nadie para ayudarla en sus problemas. Nunca perdonaría a Donna Dee por haberla traicionado. Aparentemente, Donna Dee tampoco la había perdonado por incitar el deseo sexual de Hutch. El abismo que había entre ellas era ya insalvable. La pérdida de su mejor amiga y confidente, sin nadie que la reemplazase, había sido como perder un miembro del cuerpo.

Pero era por haber perdido a Gary por lo que Jade lloraba cada noche amargamente. Por su actitud, era evidente que creía las mentiras que circulaban sobre ella. La rabia y la confusión eran una base fértil para sucias sospechas, y Neal Patchett las había plantado y cultivado bien. Astuto como la serpiente del jardín del Edén, Neal seguía atormentando a Gary con indirectas. Perseguía a Jade como un sabueso. Sus miradas ardientes comunicaban que compartían un secreto escabroso. Sus insinuaciones le revolvían el estómago. Pero si odiaba el refocilamiento de Neal era sobre todo por Gary. Su seguridad en sí mismo y su orgullo habían sido vapuleados con la misma brutalidad que el cuerpo de ella.

-Hola, Patrice -dijo a la chica que había tenido el coraje de romper la barrera y hablarle.

Patrice Watley era rechoncha, pálida y salvaje. Jade no recordaba haber hablado con ella desde hacía un año, cuando se formó la frontera entre las chicas buenas y las malas. Hasta hacía poco, ambas estaban en lados opuestos de la línea divisoria.

No hacía mucho que la madre de Patrice había obtenido el cuarto divorcio, y ahora estaba a la caza y captura del marido número cinco. Su activa vida amorosa la había tenido siempre tan ocupada que Patrice gozaba de plena libertad de movimientos. Así pues, a los dieciocho años, Patrice era una chica muy experimentada.

-No quiero decir nada con esto, ya me entiendes -susurró al acercarse más a Jade-, pero ¿estás embarazada?

A Jade se le pusieron blancos los nudillos al apretarlos contra los lomos de los libros de texto.

-Claro que no. ¿Por qué me lo preguntas?

Patrice chasqueó los labios con impaciencia y muestras de solidaridad.

-Bueno, mira, Jade, ya te he dicho que con esto no quiero decir nada, pero conozco los síntomas, ¿vale? He pasado dos veces por ello.

Jade inclinó la cabeza y, de forma estúpida, introdujo el dedo pulgar en la espiral de su libreta.

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora