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Myra Jane Cowan Griffith no se hubiera sentido más ofendida si le hubiesen tirado un cubo de agua fría a la cara.
-Tú eres esa chica Sperry -dijo en tono acusador-. ¿Qué estás haciendo aquí?
Jade cogió pensativa el pomo de latón de la puerta, con la mirada fija en Lamar. Se podían percibir los cambios producidos en él durante los últimos cuatro años. Llevaba el cabello más largo. Había engordado, y ahora tenía más aspecto de hombre que de niño. Pero sus oscuros ojos seguían siendo cautos, nerviosos, y cuando miraron asombrados a Jade parecieron pedirle disculpas.
-¿Podemos entrar? -preguntó Myra Jane despreciativa.
Jade apartó los ojos de Lamar y miró a su madre. Myra Jane había envejecido. Los peores aspectos de su carácter se reflejaban en su rostro. Con mano de novata había intentado camuflar la piel erosionada con maquillaje. El resultado era patético. La chillona sombra de ojos azul se había concentrado en los pliegues de los párpados, y la pintura de los labios se había desparramado por las grietas que salían de la boca.
Jade se puso a un lado y les indicó el vestíbulo. Myra Jane la miró de arriba abajo, moviendo nerviosamente los pintarrajeados labios en señal de desaprobación.
-No me has dicho por qué atiendes a la puerta de la casa de mi primo.
-Vivo aquí -replicó Jade.
-¿Jade?
Jade se volvió inexpresiva hacia Hank, que se acercaba desde la parte de atrás de la casa. Myra Jane observó horrorizada su cola de caballo.
-Soy Hank Arnett -le dijo, alargando la mano hacia Lamar-. ¿Eran amigos del doctor Hearon?
-Mitchell era mi primo segundo -respondió Myra Jane con frialdad-. ¿Dónde está su viuda?
Su tono de voz traslucía su desagrado hacia quienes consideraba que no estaban a la altura de las circunstancias.
-Le haré saber a Cathy que están aquí -contestó Jade, dirigiéndose a la escalera-. Hank, si no te importa...
Su voz se desvaneció mientras gesticulaba vagamente hacia el salón. Hank la miraba extrañado. Había notado algo raro, pero jamás hubiera podido imaginar lo que ella había sentido al ver a Lamar cuando abrió la puerta.
Jade se dio la vuelta con rapidez y corrió escaleras arriba. Al llegar se apoyó contra la pared y apretó los puños contra sus labios. Cerró los ojos con fuerza en un intento por contener su rabia. Un zumbido golpeaba sus oídos.
Cuatro años. Un tiempo suficiente para que el impacto hubiese sido más leve.
Pero al encontrarse cara a cara con Lamar la rabia había hervido en su interior, y había sentido deseos de destrozarlo, de hacerle tanto daño como él le había hecho a ella. A duras penas consiguió contenerse, pero se le revolvía el estómago sólo de pensar que ambos estaban bajo el mismo techo. Quería limpiarse, tomar un baño de agua hirviendo, frotarse el cuerpo igual que había hecho después de la violación.
Pero no tenía más remedio que soportarlo. Por el bien de Cathy, no podía montar ninguna escena. Cathy la necesitaba ese día. Sobreponiéndose se dirigió a la puerta de su habitación y llamó.
-Cathy, abajo tienes visita.
-Entra, por favor.
Cathy, tenía dificultades para abrocharse el vestido negro. Jade se acercó para ayudarla. Cathy se miró al espejo.
-A Mitch no le gustaba que fuese de negro. Decía que era un color demasiado dramático para mí. -Intrigada, inclinó la cabeza hacia un lado-. ¿Crees que me lo decía como piropo?
Jade descansó la barbilla sobre el hombro de Cathy, mirando en el espejo.
-Pues claro. Él pensaba que eras encantadora.
Cathy sonrió temblorosa.
-A veces olvido que se ha ido, Jade. Me doy la vuelta para decirle algo, y de repente me acuerdo y vuelvo a experimentar el dolor que ello me produce. Es como una herida fresca. ¿Sabes lo que quiero decir?
Lo sabía muy bien. Era exactamente así como se había sentido al abrir la puerta a Lamar Griffith unos minutos antes.
-Acaba de llegar Myra Jane Griffith de Palmetto. Está esperando abajo.
Cathy jugueteaba con los artículos del tocador.
-¿Dónde está mi pañuelo? Quiero llevar el que Mitch me compró un verano que fuimos a Austria.
El bordado pañuelo estaba a la vista. Jade lo cogió y se lo dio a Cathy.
-Ha dicho que es la prima de Mitch.
-Entonces, querrás decir Myra Jane Cowan.
-Su nombre de casada es Griffith.
-Lo había olvidado. No la conozco muy bien. Mitch no la podía soportar. Creo que su madre y la madre de Mitch eran primas hermanas. Hace años que no nos vemos, pero ella es el tipo de persona que se habría ofendido si no se lo hubiesen notificado personalmente. La llamé por teléfono la noche en que Mitch murió.
-La señora Griffith y su hijo Lamar estaban casi tan sorprendidos de verme como yo de verlos a ellos.
Cathy dejó de buscar su reloj de pulsera entre los objetos desordenados del tocador. Aún en su aflicción, podía captar el extraño tono de voz de Jade.
-No me fui de Palmetto en circunstancias muy agradables, Cathy. Hubo un... escándalo. Quería que primero lo supieses por mí, en caso de que ellos te mencionen alguna cosa.
Los ojos de Cathy parpadearon en señal de enfado.
-Más les valdrá que no lo hagan.
-Y no quiero que ellos sepan nada de Graham. Nadie sabe nada de él en Palmetto, y tengo mis motivos para actuar de este modo.
-¿Motivos que no puedes compartir conmigo?
Jade miró hacia otro lado y sacudió la cabeza.
-Jade -dijo Cathy cogiéndole la mano-, Mitch te quería. Yo te quiero. Esto no lo puede cambiar nadie. Si hubiese sabido que Myra Jane te traía malos recuerdos, no la habría llamado.
Las dos mujeres se abrazaron.
-Gracias -susurró Jade.
Bajaron las escaleras de la mano y entraron en el salón. Myra Jane estaba sentada en el borde del sofá, en una postura tensa. Lamar, sentado en una silla, tenía una mirada tensa e incómoda. Hank estaba de pie frente a una ventana. Miró con alivio a Cathy y Jade cuando aparecieron.
-Alguien está llamando a la puerta -dijo-. Yo abriré.
Cathy se dirigió a Myra Jane, sosteniendo aún el brazo de Jade.
-Gracias por venir, Myra Jane. Hola, Lamar. Mitch hubiera estado contento de que hubieseis venido. Creo que ya conocéis a Jade.
-Sí -contestó Myra Jane, dirigiendo una mirada de censura a Jade, que Cathy no tuvo en cuenta.
-Jade ha vivido con nosotros más de tres años -replicó Cathy-. Mitch la veía como la hija que nunca tuvimos. La adoraba, yo también. Jade, por favor, ¿podrías traer una bandeja de café para nuestros invitados? Por favor, perdóname, Myra Jane. Tengo que ir a saludar a los que acaban de llegar.
Como siempre, Cathy había evitado hábilmente una difícil situación. Pronto, los Griffith fueron absorbidos por los otros invitados que llegaron para dar el pésame antes del funeral. Jade estuvo ocupada recibiendo a las visitas y sirviendo café.
Durante el funeral en la capilla del campus, Jade casi consiguió olvidar la aparición de Lamar y su madre. Sentada al lado de Cathy, a petición de ésta, permaneció absorta ante el ataúd. Recuerdos de Mitch corrieron por su mente mientras era elogiado por miembros de la facultad. Había sido un catedrático respetado, un marido devoto, un amable y cariñoso sustituto de padre para ella y abuelo para Graham. Sus vidas no habrían sido lo mismo sin su existencia. Iban a añorarle terriblemente.
En el cementerio, la gente la admiraba por su fortaleza y dedicación a Cathy. Como sus ojos no se humedecieron, nadie podía llegar a imaginarse lo mucho que lloró interiormente. Parecía que el día fuese interminable. Numerosos amigos y compañeros de Mitch fueron a la casa a dar el pésame a la viuda. La multitud no se fue disolviendo hasta que comenzó a oscurecer. Entrada la noche, sólo quedaban algunos invitados. Cuando se fueron, Cathy y Jade estaban por fin solas.
-Creo que tendría que ir a buscar a Graham -dijo Jade.
-¿Por qué no dejas que pase otra noche allí? Ellos se ofrecieron. Ya sabes que lo están cuidando bien. Y tú no has parado en todo el día. Sé que estás cansada.
-Estoy exhausta -admitió Jade, hundiéndose en el sofá al lado de Cathy y sacándose los zapatos negros de tacón-. Pero no más que tú, estoy segura.
-La verdad, me ha gustado hablar de Mitch. Significaba mucho para tanta gente...
Jade cogió la mano de Cathy entre las suyas.
-Realmente, sí.
Estuvieron calladas un momento antes de que Cathy añadiese:
-No me he dado cuenta de cuándo se ha ido Hank, y no le he dado las gracias por todo lo que ha hecho estos dos últimos días.
-Le he pedido que acompañase a esa pareja de viejecitos de Birmingham. Todavía no habían conseguido una habitación en un motel, y parecían tener miedo de no saber llegar. Tú estabas con otra persona, así que Hank no ha podido despedirse.
-Es un chico encantador.
-Sí, sí lo es. Muy encantador. -Guardaron unos minutos de silencio, y entonces Jade añadió-: Gracias por cómo has llevado la situación con la señora Griffith y Lamar. He permanecido lo más lejos posible de ellos hasta que se han marchado.
-La muy bruja se las arregló para cogerme cuando salía del baño. Me agarró del brazo y me preguntó si estaba enterada del escándalo que te había obligado a salir de Palmetto. Le contesté que si tenía que decir algo negativo de ti, no era bienvenida a mi casa.
Cathy arrugó el ceño, preocupada.
-Jade, ¿es ese «escándalo» en Palmetto lo que no te permite llevar una relación romántica con Hank?
Jade se quitó el lazo negro del cabello y se soltó el pelo. Miró con fijeza el terciopelo negro mientras lo enroscaba entre sus dedos y dijo sosegadamente:
-Cuando estaba en el último curso del instituto fui violada por tres chicos. Lamar Griffith fue uno de ellos.
Aunque no lo había planeado, de repente el momento pareció apropiado para contárselo a Cathy.
-Myra Jane no lo sabe, por supuesto. Lo único que ha oído es que yo fui la responsable del suicidio de mi novio.
Una vez abierta la escotilla, las palabras fluyeron como un torrente. Estuvo hablando casi media hora. Explicó la historia sin mostrar emoción alguna, casi de memoria porque se la había repetido a sí misma cada vez que su determinación de la venganza se había debilitado. Desaparecida la sorpresa inicial, Cathy ahogó su llanto en el pañuelo.
-Oh, Jade -sollozó, cuando Jade hubo terminado-. Estoy contenta de que me lo hayas contado. No debías haberlo sobrellevado sola. Esto explica muchas cosas. ¿Cómo pudo tu madre abandonaros a ti y a Graham?
-Dudaba de mi inocencia y estaba resentida conmigo por no quedarnos en Palmetto y obligar a uno de los chicos a que reconociese a Graham y se casase conmigo.
-¡Dios mío! ¿Cómo pudo proponerte semejante cosa?
Jade se inclinó hacia delante y abrazó a Cathy.
-Tú eres la primera persona que verdaderamente ha creído mi palabra sobre lo sucedido. Sé que Mitch también lo habría hecho. Estuve tentada a decíroslo muchas veces. Ahora me alegro de no haberlo hecho, ya que Mitch y Lamar eran parientes.
-Yo también me alegro de que Mitch no estuviese aquí para oír tu historia. El habría... -Se detuvo y llevó la mano al pecho-. Oh, pero ojalá estuviese aquí, Jade. ¿Cómo voy a poder soportar el no volver a verlo nunca más, ni oír su voz ni poder tocarlo?
-No tendría que haberte molestado con mis problemas, especialmente esta noche.
-No, Mitch te habría obligado a ello. Nos ha unido más, y él lo habría querido así.
Jade siguió abrazándola hasta que cesaron sus lágrimas.
-Ahora me voy arriba, Jade -susurró con voz ronca al ponerse en pie-. Buenas noches.
-¿Estarás bien?
Cathy le sonrió sin fuerzas.
-No, pero necesito estar sola..., con él..., para decirle mi último adiós.
Después de haberse marchado, la casa parecía extrañamente silenciosa. Mientras Jade iba por las habitaciones recogiendo servilletas y vasos, pensó en lo contenta que estaría de tener a Graham de nuevo en casa, haciendo ruido, creando sus pequeños torbellinos de actividad. Quizás eso aliviase el vacío que Mitch había dejado al irse.
No estaba segura de que fuera capaz de entrar en su estudio sin verlo a él allí, hundido en la silla. Se dijo a sí misma que eso no debía ocurrir. Tenía que esforzarse en imaginárselo consultando uno de los libros que tanto amaba, o caminando por la acera cogido de la mano de Graham o explicando alguna de sus maravillosas historias.
El timbre de la puerta interrumpió sus pensamientos. Se echó una rápida mirada en el espejo del recibidor antes de abrir la puerta.
-Jade...
Ella intentó cerrar la puerta, pero la mano de Lamar fue más rápida y agarró el pomo.
-Por favor, Jade. Déjame hablar contigo un minuto.
Ella lo miró con odio, respirando furiosa.
-Vete de aquí.
-Por favor, Jade. He estado todo el día buscando el mejor momento para hablar contigo.
-Nunca habrá un buen momento. Y desde luego hoy menos.
Intentó cerrar la puerta de nuevo, pero él se colocó entre ella y el marco.
-Por Dios, Jade, ¿crees que ha sido fácil para mí venir aquí?
-Nunca lo podré saber porque yo nunca he violado a nadie. Nunca podré saber lo fácil o difícil que resulta enfrentarse después con la víctima, aunque no parecía que tú y tus amigos tuvieseis ningún problema en verme cada día en el colegio. Así que no comprendo por qué te ha sido tan difícil venir aquí esta noche.
Él se mostró afligido.
-Cualquier cosa que me digas no será ni la mitad de lo que me merezco, Jade. No puedo reparar lo que hice, Dios bien lo sabe. Pero, por favor, déjame hablar contigo unos minutos. Eso es todo lo que te pido.
Ella le dejó entrar, quizá porque él había reconocido que lo que había sucedido al lado del canal había sido contra su voluntad. Cuando más tarde pensó en ello, ésa fue la única razón que tuvo para haberle dejado entrar.
Cuando estuvo dentro, Lamar cerró con cuidado la puerta.
-¿Dónde está la señora Hearon?
-Arriba.
-¿Podemos sentarnos en algún lado?
-No. -Con un gesto automático de defensa, Jade se cruzó de brazos-. Di lo que has venido a decir, Lamar.
Estaba más guapo que cuando iba al instituto, pero no se mostraba más seguro de sí mismo. No discutió con ella.
-Jade, lo que te hicimos...
-Me tirasteis al barro, me cogisteis de las manos y las piernas y os turnasteis para violarme. Eso es lo que me hicisteis, Lamar.
-Oh, Dios -gimió él.
-Parece que tus recuerdos sobre esa noche están algo borrosos. Los míos, no. Neal me golpeó varias veces mientras me mandaba callar. Hutch fue el más bruto. Fue el que más daño me hizo.
Lamar sintió cómo se le ponía la piel de gallina.
-Tú dudaste, pero al final también lo hiciste.
-Porque no tenía otra elección, Jade.
-¿Ninguna elección? ¿Y qué elección tuve yo?
-Si hubiese querido pararlo, ¿qué podría haber hecho? ¿Cargarme a Neal y a Hutch? -Lanzó una risa corta y ronca-. Claro. Ahora puedo verlo. ¿No lo entiendes?
-No -contestó con fuego en los ojos-. Porque aunque no pudieses pararlo, no tenías por qué haber participado. Podías haberte puesto atrás para ayudarme. Podías haberme respaldado cuando expliqué lo sucedido.
-Neal me habría matado.
-Te quedaste con los brazos cruzados y dejaste que pisotearan mi reputación. No dijiste nada cuando Neal se burló de Gary y lo condujo al suicidio.
-No podía decir nada, Jade. Tenía que estar con Neal. Lo siento. -Aparecieron lágrimas en sus ojos-. Tú eres fuerte. Siempre lo has sido. La gente te admira. Tú no sabes lo que es tener sólo dos amigos.
-¡Sé lo que es no tener ninguno! Durante los últimos y solitarios meses del último curso en el instituto fui repudiada por todo el mundo, excepto por Patrice Watley.
Lamar era sincero al balbucir sus excusas.
-No te puedes imaginar lo que es estar bajo el mando de Neal. Hasta este año no he podido alejarme por fin de él, y eso le ha fastidiado mucho. Hemos estado viviendo juntos en esa vieja casa...
-No me interesa.
-Bueno, de todas formas me fui antes de terminar el semestre la primavera pasada, y él se pasó semanas sin dirigirme la palabra. Actuó de la misma manera que cuando se casó Hutch. Por cierto ¿sabías que se casó con Donna Dee Monroe?
-Tal para cual.
-Hutch estuvo jugando a fútbol durante un par de años. Neal estaba celoso incluso del equipo. Después del segundo curso, Hutch sorprendió a todo el mundo alistándose en la Marina. Neal decía que lo que Hutch quería era alejarse de Donna Dee porque ella no hacía más que agobiarle para tener un niño. Ahora viven en Hawai, pero he oído decir que van a volver a casa. Hutch todavía sigue sin ser padre.
A lo mejor sí lo era. Este pensamiento hizo estremecer a Jade.
-¿Por eso has venido aquí, Lamar? ¿A ponerme al día sobre mis violadores?
-Jade, casi me desmayé cuando esta mañana abriste la puerta. Me quedé sin habla de miedo.
-¿Miedo? -preguntó ella con una agria carcajada-. ¿Tenías miedo de que fuese a matarte?
-No, peor que eso. Tenía miedo de que me señalaras con el dedo y empezaras a gritar «¡violador!».
-Ya lo intenté una vez y no sirvió de nada.
-Tu desprecio es comprensible.
-Vaya, gracias, Lamar. Me alegro de contar con tu aprobación.
-No lo he dicho en ese sentido.
Bajó la cabeza y se quedó mirando al suelo, con un gran suspiro.
-Creo que sería mejor que te fueses.
-Todavía no he dicho lo que he venido a contar. -Ella le lanzó una mirada, mostrando su impaciencia para que se fuera-. Quiero que entiendas por qué..., por qué tuve que estar de acuerdo con ellos aquella noche. En ese momento de nuestras vidas, Hutch habría hecho cualquier cosa que Neal le hubiese ordenado. Además, creo que Hutch estaba enamorado de ti.
-Es increíble que te atrevas a dignificar la violación como algo romántico. -Dejó caer los brazos a los lados, apretando los puños-. La única diferencia entre lo que me hicisteis y el asesinato es que yo sigo viva. Y si Neal os hubiese dicho a ti y a Hutch que me mataseis, probablemente estaría muerta.
Los ojos de Lamar le suplicaron paciencia.
-Todo lo que has dicho es cierto, Jade. Fue un crimen, un acto violento de desquite dirigido a Gary por haber ganado a Neal en aquella pelea del Dairy Barn. Al menos eso es lo que era para Neal. Y siempre estaba comentando lo chula que te mostrabas cuando él estaba cerca. Creo que estaba resentido porque preferiste a Gary antes que a él. En cuanto a Hutch... -Se encogió de hombros-. Tengo mis teorías, pero sólo Hutch sabe por qué estuvo de acuerdo. -Hizo una pausa y respiró hondo-. Para mí fue una prueba de hombría. Tenía que demostrarles a ellos y a mí mismo que era un hombre. Por desgracia, no funcionó.
Jade le miró con aspereza. Él alzó la cabeza y la miró directamente a los ojos.
-Soy homosexual, Jade. -Soltó una risa burlona-. Supongo que soy el típico caso: padre débil, madre dominante. Mis sospechas sobre mí mismo no se confirmaron hasta después de mi depravado primer curso universitario, cuando follé mucho, pero no disfruté nada. El verano siguiente conocí a un hombre en Palmetto. Daba clases en la escuela primaria, hasta que le descubrieron acariciando a uno de sus estudiantes en el lavabo de hombres. Mi madre no se hubiera podido imaginar lo destrozado que me quedé cuando me contó, como mero cotilleo, toda la sórdida historia de mi amante. Supongo que se lo pasaba bien iniciando a jóvenes invertidos como yo. En fin, el caso es que se fue a algún lugar del este. Mi primera aventura amorosa terminó en tragedia.
-Lo mismo que la mía.
-Sí -respondió él despacio, mirando hacia otro lado-. Conseguí nuevos amigos y amantes en la universidad. Uno de ellos se puso celoso por mis actividades sexuales durante las bacanales de Neal. Yo participaba porque no quería que Neal se enterase de lo mío. Dios quiera que no llegue a oídos de mi madre. Probablemente me mandaría el Ku Klux Klan. ¿Te imaginas su reacción si se enterase de que el árbol genealógico de los Cowan va a morir porque su hijo es marica?
Graham podía ser un Cowan, pero Myra Jane nunca lo sabría.
-Todavía no he salido del cascarón -confesó Lamar-. Pero después de haberte visto hoy, quería que lo supieses. Pensé que podría ayudar a explicar por qué hice lo que hice.
Por unos momentos, Jade le observó con latente desprecio.
-Tú no has venido aquí para explicar las cosas en mi beneficio, Lamar. Has confesado tu oscuro pecado porque quieres que te perdone. Pues lo tienes claro. Tu preferencia sexual no justifica la violación.
»No sólo me violaste sino que causaste la muerte de Gary. Aunque pudiese perdonarte por la primera ofensa, puedes tener la seguridad de que nunca te perdonaré por la segunda. No, Lamar, mientras viva os guardaré rencor.
»Hasta que te he visto esta mañana, vivía con la idea equivocada de que el tiempo me había anestesiado. Pero entonces ahí estabas tú, y todo volvió como un rayo, tan horrible como entonces. Yo estaba allí, otra vez en el barro, suplicándoos a los tres que no lo hicieseis. -Sus ojos se empequeñecieron peligrosamente-. Nunca lo olvidaré, y mientras lo recuerde no te perdonaré.
Él miró fijamente a un punto tras el hombro de ella. Las atractivas facciones de su rostro estaban sumidas en la tristeza y resignación. Finalmente, sus ojos la miraron.
-Esto es lo que pensé que dirías. Pero tenía la esperanza de que valía la pena intentarlo. -Se volvió hacia la puerta, pero se detuvo y dio unos pasos atrás-. Supongo que no servirá de nada añadir que lo siento.
-No.
Abatido, sacudió la cabeza y se marchó, cerrando la puerta al salir. Jade corrió hacia ella y la cerró con llave. Apretó la frente contra la dura madera hasta que sintió dolor. Sus palabras burlonas resonaban en su cabeza. Neal había aguantado sus brazos y animado a Lamar a hacer uso de su turno. Hutch, jadeante por su reciente esfuerzo, llamaba mariquita a Lamar por mostrarse remilgado. Jade se tapó los oídos, se dio la vuelta, de espaldas a la puerta, y se dejó caer hasta que quedó sentada en el suelo. Inclinó la cabeza sobre sus rodillas y, como había hecho aquella noche, gimió temblorosa.
-No, por favor, no.
Pero de todos modos, Lamar lo había hecho y después parecía muy orgulloso de sí mismo. ¿Cómo se había atrevido ahora a venir a ella, aireando su culpable conciencia, revelando su angustioso secreto y pidiendo su perdón?
A él le habría parecido que ella había sobrevivido al incidente y que estaba bien. Él no lo sabía, pero incluso después de meses de terapia era incapaz de aceptar o de devolver el afecto a un hombre. Aquella noche estaba tan marcada en su alma como una mancha de nacimiento. Nunca podría deshacerse de ella. Era como una sentencia de vida que no podía compartir con nadie, especialmente con alguien tan bueno como Hank.
Debido a las circunstancias, hoy había podido evitarlo. Pero al día siguiente le diría que nunca podría llegar a expresar su amor físicamente. Para ella era imposible ser lo que él quería que fuese, lo que él se merecía tener. Esta vez tenía que hacérselo creer y aceptar.
La oscuridad de su corazón iba a tono con la noche. El silencio de la casa se cerró a su alrededor. Lloró por Graham, porque ya nunca más tendría a Poppy. Su corazón estaba destrozado por Cathy, que había perdido a su marido y mejor amigo. Sintió pena por Hank, por el dolor que ella produciría en su corazón.
En las horas más sombrías de la noche, casi envidió a Mitch y a su paz recién encontrada.


Jade se graduó en la Escuela Dander como la primera de la clase. En el discurso que tuvo que pronunciar dio públicamente las gracias al desaparecido decano, al doctor Mitch Hearon, por haber demostrado su fe en ella. Cathy sacó docenas de fotos de Jade con la toga y el birrete, y celebró una pequeña fiesta en su honor.
El día en que Jade fue por última vez a la tienda de la señorita Dorothy Davis, la espalda de la vieja mujer estaba más erguida que nunca, pero en sus ojos asomaban lágrimas.
-Menos mal que he puesto la tienda en venta -sollozó-. Me habría costado semanas encontrar a alguien que te reemplazase.
Lo que realmente estaba diciendo era que nunca podría reemplazar a Jade, y ambas lo sabían. Durante el último año que trabajó para ella, Jade llevó prácticamente la dirección del negocio. Los otros trabajadores la obedecían a ella. La señorita Dorothy había sido una mera figura decorativa.
-Toma esto -dijo, entregando a Jade un sobre blanco. En el interior había un cheque, el primero que la señorita Dorothy había hecho en años.
-¡Cinco mil dólares! -exclamó Jade al leer la cifra.
-Te lo has ganado. Si te lo hubiese dejado en mi testamento, los malditos abogados se lo habrían apropiado -explicó malhumorada.
-No sé qué decir.
-Dime adiós. Te vas a ir, ¿no es cierto?
Jade no la abrazó tan fuerte como hubiese deseado por temor a romperle sus frágiles huesos. Echaría de menos la tienda y a su excéntrica dueña, pero no sería ni la mitad de lo que añoraría a Cathy. Abandonar a Cathy iba a ser mucho peor que la separación de su madre.
Cuando llegó con el coche se quedó sentada en el vehículo, mirando la casa y recordando aquella mañana en que llevó a Graham en brazos. Ahora, éste salía por la puerta dando brincos. Era un chico robusto, de ojos azules y una pequeña hendidura en la barbilla. Ni siquiera jadeaba de cansancio cuando llegó al coche.
-Cathy quiere saber por qué estás aquí fuera, sentada en el coche.
La verdadera respuesta era que temía ir dentro y explicar las noticias, pero le dijo simplemente:
-Estaba esperando a que mi mejor chico me viniese a buscar.
-¿Yo?
-Claro. ¿Qué has hecho hoy?
Mientras caminaban hacia la casa, Graham parloteó sobre Barrio Sésamo y un viaje a un «sitio con millones de flores».
-El semillero -dijo Cathy, que había oído el último trozo de la conversación. Los tres se dirigieron a la cocina-. He comprado algunas semillas para las macetas del porche frontal.
-Serán muy bonitas. ¿De qué color?
Jade intentó mantener la conversación, pero se dio cuenta de que languideció por culpa de ella, no de Cathy. No podía retrasar más tiempo lo inevitable.
-Cathy, hay algo que tengo que decirte.
-Ya me preguntaba cuándo ibas a hacerlo. Sabía que te rondaba algo por la cabeza.
Cathy se sentó en la mesa, frente a Jade. Graham estaba pintando en una libreta, con la lengua fuera, a un lado de la boca.
-No sé cómo decírtelo, excepto que salga de un tirón. -Jade respiró hondo-. He aceptado un trabajo en una empresa manufacturera de ropa en Charlotte.
-¿Carolina del Norte?
-Sí. Me hubiera gustado encontrar algo más cerca de Morgantown, pero ya sabes que la escuela es la única industria de aquí. Este es un buen trabajo, con un respetable sueldo para empezar. Trabajaré para el vicepresidente encargado de los pedidos. -Miró a Cathy con un silencioso ruego de comprensión-. Esto significa que Graham y yo tendremos que mudarnos, pero es una oportunidad demasiado buena y no la puedo dejar escapar.
Jade estaba preparada para abrazarla y consolarla si estallaba en llanto. Pero el rostro de la mujer se iluminó como un árbol de Navidad.
-Me encanta la idea de un cambio. ¿Cuándo nos vamos?

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora