24

36 2 1
                                    

Cree que podría ser un jugador de fútbol profesional, señor Burke?
—Te dije que me llamaras Dillon.
—Ya lo sé, pero suena extraño.
—Llámame Dillon. Has hecho una buena jugada, Graham. Y contestando a tu pregunta, sí, creo que te puedes hacer profesional si lo deseas suficientemente.
—Eso es lo que mi mamá también dice. Dice que puedo hacer todo lo que quiera si lo deseo suficientemente.
Desde el vestíbulo donde escuchaba sin ser vista, Jade sonrió.
—Una mujer lista, tu madre.
—Ah, ¿viste su fotografía en el dominical?
ella. —Ya lo creo. Eso sí que fue un buen artículo. Deberías de estar orgulloso de
—Lo estoy.
El entusiasmo de Graham fue disminuyendo poco a poco.
—Pero todavía no me deja ir en bicicleta hasta el lugar de la construcción.
—Tendrá sus razones.
—Son estúpidas.
—No para una madre que se preocupa por su hijo.
Mientras escuchaba la conversación que se desarrollaba al tiempo que la partida de ajedrez, Jade pensaba que tal vez no había sido mala idea invitar a Dillon a cenar. Cathy había continuado insistiendo en invitar a Dillon a cenar, así que ella se lo había preguntando esa misma tarde. Había hecho que sonara espontáneo y casual.
—¿Por qué no te acercas a cenar esta noche? Graham ha estado esperando a jugar contigo al ajedrez.
Él había dudado unos segundos antes de aceptar.
—De acuerdo. Estaré allí en cuanto me haya puesto un poco decente.
—Bien, te veré después.
Su actitud había sido sencilla y agradable, evitando que él pudiera dar un significado especial a la invitación.
La cena había discurrido alegremente. Le habían tratado como a un viejo amigo de la familia. Mientras hacían bromas y se tomaban el pelo, era difícil creer que sólo unas pocas semanas atrás su boca había explorado la suya con pasión, que su mano había acariciado su pecho, que su cuerpo se había frotado contra el de ella debido a una excitación sexual.
Jade no habría imaginado jamás que muchos días después recordaría con tanta claridad ese abrazo o que los recuerdos le indujeran a las mismas ambivalentes y extrañas sensaciones que le habían producido el beso.
—¿Qué es lo que estás haciendo aquí fuera en el pasillo?
Ella se sobresaltó cuando Cathy se acercó por detrás y la pescó escuchando.
—Estaban en una conversación seria de hombres y no quería interrumpirlos —le dijo, susurrando.
Cathy le lanzó una mirada de entendimiento y la acompañó hacia la sala de estar, donde el tablero de ajedrez había sido dispuesto sobre la mesa del café.
—Hay más licor de melocotón, Dillon. Cuando quieras más, sírvete tú mismo.
—Gracias. Cathy, pero no. La cena estaba deliciosa.
—Gracias.
—Mamá, Dillon me ha dicho que quizás esta próxima temporada podamos ir él y yo a Clemson a ver un partido de fútbol.
—Ya veremos.
Graham se estaba preparando para pedirle un compromiso más firme, cuando de pronto sonó el timbre de la puerta.
—Yo iré.
Se puso de pie rápidamente.
—Uno de mis amigos me va a traer el nuevo recambio de Nintendo. Dillon, si quieres te puedo enseñar a jugar.
Dillon torció la boca, y luego sonrió abiertamente.
—No saber jugar al Pequeño Ícaro me hace sentir viejo y estúpido.
—No tanto como a mí —le dijo Jade con una suave sonrisa—. Todavía no he desarrollado la habilidad de llevar el Joy Stick.
En sus ojos apareció un destello de travesura.
—He oído decir que todo necesita su práctica.
Jade agradeció el grito de Graham desde la puerta principal.
—¡Mamá! Es esa mujer otra vez.
Jade se levantó de la silla y se dirigió hacia el vestíbulo, caminando lentamente, cuando Graham dio paso a Donna Dee en la sala de estar.
—Ya había venido otra vez a buscarte —dijo Graham.
Donna Dee se quedó un momento mirando a Dillon antes de encontrar los ojos de Jade.
—Quizás hubiera tenido que llamar antes, pero... ¿puedo verte un minuto?
Jade había dejado las cosas claras durante su última conversación. No quería repetir la escena, sobre todo delante de Cathy, Graham y su invitado.
—Vayamos a la galería.
Cuando se hubieron apartado de la puerta principal, Jade se enfrentó a Donna Dee.
—Deberías haber llamado. Te habría dicho que no perdieras el tiempo viniendo de nuevo.
Donna Dee prescindió de cualquier simulación de educación.
—No te hagas la interesante conmigo, Jade. Vi el reportaje que te hicieron en el dominical del pasado fin de semana. Ahora eres un pez gordo. Por lo que ese tal Garrison ha escrito tan extensamente sobre ti, debes de creerte que eres la mejor cosa que jamás nos ha pasado en este condado. Pero ni unos caballos salvajes me hubieran podido arrastrar hasta aquí si no fueras mi última esperanza.
—¿Para qué?
—Hutch. Ha empeorado. Su estado es crítico. Si no se encuentra en los próximos días un donante de riñon, lo voy a perder.
Jade bajó su mirada hacia las baldosas pintadas del porche.
—Lo siento, Donna Dee, pero no te puedo ayudar.
—¡Me tienes que ayudar! Graham es la única esperanza que tiene.
—Tú no sabes eso. —Jade mantuvo su voz baja pero con un tono de rabia—. No acepto que pongas sobre los hombros de mi hijo la responsabilidad de la vida de Hutch.
—No en los suyos sino en los tuyos. ¿Cómo puedes dejar morir a un hombre sin hacer nada para ayudarle?
—No cualquier hombre, Donna Dee. Un hombre que me violó. Si Hutch estuviera envuelto en llamas, yo le tiraría agua, pero tú me estas pidiendo mucho más que eso. Ni siquiera permitiría que Graham pasara por las necesarias pruebas. —Sacudió la cabeza con firmeza—. No. De ninguna manera.
—¿Incluso si Hutch es el padre de Graham?
—¡Shh! Te puede oír. Baja la voz.
—¿Qué es lo que vas a decir a tu hijo cuando quiera saber sobre su padre? ¿Le vas a decir que dejaste morir a su padre porque te querías vengar?
—Cállate, por el amor de Dios.
—Por ti misma, querrás decir, ¿no? No quieres que Graham sepa que eres tan buena como un asesino. ¿Crees que te querrá si alguna vez descubre que dejaste morir a su padre sin levantar siquiera una mano para ayudarle?
—¿Qué significa todo este griterío?
Jade se giró. Dillon las estaba mirando desde la puerta metálica.
—¿Dónde está Graham? —preguntó ella llena de miedo al pensar que él también hubiera podido oír las palabras recriminatorias de Donna Dee.
—Cathy se lo ha llevado arriba.
Él cruzó la puerta metálica y se acercó a las dos mujeres en la galería.
—¿Qué sucede?
—Yo he venido para rogar por la vida de mi marido —le dijo Donna Dee—. Jade le puede salvar si quiere.
—Esto no es verdad, Donna Dee. No sabes nada seguro.
—En este preciso momento, Hutch está en la unidad de cuidados intensivos —explicó Donna Dee a Dillon—. Él se morirá a menos de que Jade permita que su hijo le done un riñon. Ella lo rechaza porque no quiere que el chico conozca quién es su padre.
Los ojos de Dillon se dirigieron hacia Jade. Eran inquisitivos y penetrantes. Ella sacudió la cabeza, silenciosamente.
—Bueno —dijo él mirando fijamente a Donna Dee—. Ya has dicho lo que querías decir. Adiós.
Amargamente, Donna Dee levantó la vista hacia él. Su expresión continuaba imperturbable.
—Si tu hijo descubre algo de esto —dijo dirigiéndose a Jade— nunca te lo perdonará. Espero que te acabe odiando.
Abandonó la galería, llegó precipitadamente hasta la acera y se metió en el coche. Justo cuando ella empezaba a serenarse, Graham cruzó precipitadamente la puerta, con Cathy siguiéndole los talones.
—Mamá, ¿por qué gritabais tanto?
—Nada, Graham. Eso no es asunto tuyo —le contestó ella, evitando la dura mirada que Dillon había fijado en ella.
—Es la segunda vez que esta mujer viene aquí; debe de ser un asunto importante. Dime qué es lo que quiere de ti.
—Es un asunto particular, Graham.
—Me lo puedes decir.
—No, no puedo. ¡Y no quiero discutir más sobre este asunto! Así que déjalo correr.
Le avergonzó delante de su héroe, Dillon, el tono elevado y aleccionador de su voz.
—¡Tú nunca me dices nada! —le gritó—. Me tratas como a un niño tonto.
Se metió rápidamente dentro de la casa y corrió escaleras arriba. Cathy estaba preparada para intervenir, pero se contuvo prudentemente.
—Estaré en mi habitación, si me necesitas.
Cuando hubo entrado, Dillon se dirigió a Jade:
—¿Quieres que hable con Graham?
Ella se giró abruptamente, dirigiéndole una mirada feroz y canalizando su ira hacia él porque era una vía de escape.
—No, gracias —dijo en tono crispado—. Creo que por esta noche ya has tenido bastante espectáculo. Te pido que olvides todo lo que has oído aquí.
Él la cogió por los hombros y tiró de ella hacia él.
—Lo siento.
Después la dejó ir tan rápidamente como la había cogido, y le dijo por encima de su hombro:
—Sabes dónde puedes encontrarme si quieres que haga algo por Graham. Buenas noches.
Él no necesitaba esta mierda.
Dillon estaba de pésimo humor mientras conducía su destartalada furgoneta. Al llegar al remolque apagó el motor. Al parecer, Loner estaba en otra excursión canina. No había acudido a darle la bienvenida. Dillon pensó que daba igual mientras pasaba al interior del remolque. No era una buena compañía, ni siquiera para el perro. En el interior, el remolque estaba tan caliente y humeante como una olla a presión. Puso en marcha el aire acondicionado y se quedó delante de la salida de aire frío, al mismo tiempo que se quitaba la camiseta y se desabrochaba los téjanos. Apoyó sus antebrazos en la pared, encima del aire acondicionado, e hizo descansar su frente sobre ellos. El aire sopló por su piel sudorosa y agitó velozmente el vello de su torso.
Le resultaba imposible entender a Jade. Cada vez que pensaba que ya la había entendido, era arrojado hacia otro lado, como esta noche. Nunca hubiera podido imaginar que iba a presentarse una mujer en casa de Jade, después de cenar, reclamando al hijo de Jade para su enfermo marido.
Ella había mencionado a Hutch. El fin de semana se había publicado en el periódico local la noticia de que el sheriff de Palmetto, Hutch Jolly, estaba en el hospital de Savannah a la espera de recibir un trasplante de riñon. A menos de que fuera una increíble coincidencia y Palmetto tuviese dos hombres llamados Hutch esperando un donante de riñon, Hutch Jolly era el padre de Graham. Era evidente que Graham no lo sabía y Jade trataba de ocultárselo.
¿Sabía Jade algo de la enfermedad, antes de regresar?
¿Estaba exhibiendo a Graham como una zanahoria delante de un enfermo en estado crítico? Si Jolly era el padre de Graham, ¿qué papel representaban en todo esto los Patchett?

El Sabor Del EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora