Querido, Caleb:
Dos mil trescientas cincuenta y ocho horas
Es de esas veces en que me suelo sentar a pensar
Y termino más triste de lo que estaba al comenzar
Releo y releo las cartas, buscando respuestas
Sin embargo me alegro, los químicos hacen efecto
Estas en un diferente mundo, caminando en un diferente espacio
Tráeme muchas fotografías
Aunque no me las muestres, podré verlas a escondidas
Las lagrimas corren la tinta, quien lo diría, vaya ironía
Digo, es lo más lógico pero pensé que era indeleble así conservarlas a través del tiempo
Recuesto mi cabeza en el sillón
Solo escucho mi agitada respiración
Cierro los ojos
Y pienso en los corazones rotos
Pienso en los golpes sin explicación
En las ventanas que se rompieron y que atravesaron mi corazón
Alrededor de ti, todo fue un misterio, más que un comienzo lo nuestro siempre fue motivo de burlas
Y tropiezos
¡Quizá!
Solo prolongue tu final, y puede que ya estaba escrito que así ibas a terminar
El sonido de las zapatillas blancas que vienen hacía mí a toda velocidad
Y de repente, ya no era tanta la distancia que nos separaba
Revisaban el catéter
Chequeaban tu pulso que funcionaba con normalidad
Azules
Muy azules
No me canso de compararlos con el mar
Me sacan a rastras
Y entre gritos y sollozos ¿celebro?
He caminado de aquí para allá
Mi cuerpo se hartó
Retazos de cabello rosado desfilan en mis dedos
No me pueden retener aquí sin preguntar nada
He escuchado palabras médicas sin parar
¡Y YA NO PUEDO MÁS!
Dos mil trescientas cincuenta y nueve horas
He ido por la caja
¿La recordarás?
Es algo tarde para decir que la he llenado de recuerdos de Roma
Espero que aun conserve su aroma
He intentado calmarme pero ha sido en vano
Tengo demasiada angustia y me cuesta articular palabra
Eso y qué es posible que este sufriendo un pre-infarto
¿Me dejarán pasar?
¿Ahora o debo entrar a la fuerza?
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Dear, Caleb.
General FictionQuerido, Caleb. Así empiezan las cartas, para el chico de los cigarrillos, ese que rara vez sonreía, el que a un lado de mi ventana siempre se encontraba, pero en algunas madrugadas escapaba de casa, por supuesto, yo rara vez sabía donde estaba, y m...