EN EL OJO DEL HURACAN

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— ¿A dónde me llevas, Caterina? —es la decimoctava vez que pregunta lo mismo.

—Ya estamos en el estacionamiento, así que cálmate —digo ya deteniendo el auto.

—¿Sabes que con decir "estamos en el estacionamiento" no resuelves mi duda?

Salimos del auto y lo conduzco al ascensor.

—Esto podría llamarse secuestro —comenta de lo más común con su típica sonrisa traviesa.

—Oh, no quiero ir a la cárcel —finjo inocencia y temor—. No será conveniente que te lleve a mi casa...

—¿Me llevarás a tu casa? —me interrumpe.

—Claro que sí, tú dijiste alguna vez que deseabas acompañarme. Bueno, hoy se cumplirán todos tus deseos. Pero depende solo de ti que hacer cuando estemos dentro de la casa —tiro de su corbata y lo atraigo hacia mí.

Fue un beso necesitado, en donde los dos tomamos del otro, y de verdad que lo quiero todo de Aarón. Todo en él fue perfecto, no quiero que esto se arruine, mucho menos alguien que ya está muerto, ni Helena, ni su abuelo y mucho menos su ex estúpida.

Se abren las puertas del ascensor y entramos en una sala de estar. La decoración Luis XV trata de combinar con el estilo moderno del departamento. Claramente nos definían a mi hermana y a mí en nuestro intento por adaptarnos a la época a pesar de no ser originaria de esta.

—Así que esta es la guarida de las Zanetti.

—Sí. ¿Tienes hambre o prefieres beber algo?

—Estoy muriendo de hambre.

—Ponte cómodo entonces —digo mientras me dirijo a la cocina—. ¿Te apetece pasta?

Tomo del refrigerador unos rabioles y lo cierro cuando siento sus manos a los lados de mis caderas.

—Cualquier cosa puede esperar.

Presiona su cuerpo al mío aprisionándome contra el refrigerador, electrizantes besos caminan por mi cuello.

—¿No te estabas muriendo de hambre?

—Muero feliz —pega su pecho a mi espalda mientras sus manos viajan por mi abdomen.

—Si así lo profieres... —dejo en el mesón los rabioles y me giro para quedar cara a cara juntando nuestros labios.

Lo conduzco hasta mi habitación y cierro con seguro la puerta. Siento como sus hábiles manos bajan el cierre de mi vestido verde agua hasta caer alrededor de mis pies, dejándome en solo en ropa interior. Le quito la corbata y después su camisa blanca, dejando su pecho descubierto. Me acerco a su cuello, justo por encima del río de sangre que corre dándole vida.

—Hueles tan deliciosamente bien que deseo devorarte —digo plantando un beso en su yugular.

Caminamos sin dejar de besarnos hasta que me acuesta en la cama con él encima de mí.

—No sabes cuánto te deseo en este momento. Serás mía la noche entera —murmura con voz ronca—. Toda mía.

El acto fue salvaje y maravillosamente excitante hasta el último momento. Después de que todo sucediera Aarón se tumbo a mi lado agotado, jadeando buscando calmar su respiración.

—Lo siento —lo digo apenas con un susurro.

—¿Por qué te disculpas...

Se calla al verme, me siento ahorcadas de él y clavo mis colmillos en su yugular.

LA ORIGINAL °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora