Faltaba una hora para mi viaje a Prada, me dispuse a ir al castillo de Báthory.
A escondida de todos me escabullí fuera del hotel y me interné en el bosque. A velocidad vampira llegué a los jardines de lo que alguna vez fue el castillo de la condesa sangrienta.
Tenía que saber cómo fue liberada de la condena que le había otorgado hace siglos. Necesitaba investigar, ver si había más cabos sueltos de los que veía. Al entrar en el lúgubre lugar, evitando ser vista por alguien, bajé al sótano, con mi poder de elementos cree una bola de fuego y con un solo pensamiento ésta rozó todas las antorchas del lugar encendiéndolas en segundos. El sitio era de difícil acceso y con un laberinto de caminos para llegar a los verdaderos calabozos, de los cuáles nadie sabía de su existencia, excepto la propia Báthory y sus seguidores. La entrada de las catacumbas se suponía estaban selladas con un hechizo cerradura, era imposible de abrir, o eso creía. Busqué entre los largos pasillos de las catacumbas de castillo, un poso. Hasta que por fin di con una rejas de hierro, que no daba a una habitación sino a un gran hoyo de más de cinco metros hacia abajo con más de la mitad llena de agua de siglos de almacenamiento y estoy segura que otros metros más están llenos de cadáveres, era asqueroso el olor que despedía.
Saqué de mi abrigo un rubí de un hermoso color escarlata. Este tenía una pulida y perfecta forma de estrella de diez puntas, una más grande que la otra o más pequeña, esa forma irregular le otorgaba un grado casi imposible de falsificar. Aparte claro, del hechizo que guarda dentro.
Llevé mi mano a un ladrillo al lado de la cerradura y lo jalé, dejando ver otra cerradura con la misma estrella que el rubí. Introduje la llave que en segundos fue succionada por la cerradura, destruyendo así última posibilidad de volver a abrir esta puerta.
Tiré de la reja, dejando paso a la horrible oscuridad del agujero.
Sabía que no había la más mínima posibilidad de que la condesa estuviera ahí, bajo esas aguas infestadas en cadáveres, dentro de un sarcófago que ella misma había mandado fabricar para sus infames torturas.
Mi idea era que sería su castigo eterno. Me di cuenta que ninguna tortura valdría todas las vidas que cobraron sus actos, aún así la quería ver sufrir de la peor manera. Sus pulmones se llenarían de esa agua llena de muerte y a pesar de disecarse por no alimentarse, no volvería a sentir belleza de respirar. Puede que nosotros no la necesitemos pero una costumbre, acto natural para el ser humano que era difícil de abandonarlo aún como vampiro. Así que si llega a tomar una pequeña inhalación en el agua se abriría paso por sus vías nasales hasta alojarse permanentemente en sus pulmones, creando el ardor más extremo de parte de su cuerpo entero, en protesta por la ausencia de oxigeno.
Pero ahora no importaba. Ella estaba libre, lo que significaba que había fallado.
Escucho unos ruidos desde alguna parte de laberinto de caminos que tenía el sótano. Agudizo mi oído y al detectar la ubicación exacta de donde provenía el sonido me dirijo a él a velocidad vampira.
Todas las antorchas se apagaron de golpe dejándome sumida en la oscuridad. No duré mucho desorientada ya que, una de las ventajas de ser vampiro es una visión nocturna perfecta.
Pero mi satisfacción no duró mucho gracias a mi hallazgo, provocando una inmensa sorpresa.
El gruñido del animal era escalofriante, sus hocico o al menos el intento de uno estaba deformado por las facciones brusca y demoniacas propias de un perro del infierno. Este tenía el aspecto de un rottweiler, pero su tamaño y sus otras dos cabezas lo hacían diferente y más aterrador. Su piel se caía en algunas partes, como si se hubiera derretido, pero las partes que aún seguían intactas mostraban un negro tan oscuro como la noche.
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LA ORIGINAL °SIN EDITAR°
VampiroSiempre te han contado la misma historia de que Dracula es el primer vampiro. Pues ella siempre se encargo de que todo el mundo creyera en eso. Su verdadera historia la marcara todo la eternidad. Una decisión que la condeno a vagar por el mundo com...