TE AMO. ES UN PROMESA.

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Sentía el peso de esa mirada, pero solo duró unos minutos, minutos en los que me sentí culpable, minutos en los que observo mi pecado, después desapareció, pero no me abandonó el remordimiento que me producía besar a Abigor, cuando tengo un hombre que verdaderamente me ama, creyendo que les pertenezco.

Pero como siempre la excusa nos salva del castigo, el no tener opción, esa era la más cotidiana y común, sin embargo es la verdad absoluta para todos esos inocentes que cayeron en el purgatorio de los culpables, un lugar donde no deberían estar, sufriendo por algo que no cometieron, porque de esto se trata la justicia, nadie que no estuvo ahí y sabe lo que verdaderamente sucedió o lo que la otra persona sintió. Es simple juzgar, solo que no siempre lo hacemos bien.

Lamentablemente no es mi caso, engañé a dos hombres, solo por no tener alternativa, pero complemente consiente de mis decisiones que, según mi historial, nunca han sido las mejores.

Simplemente finalicé el beso cuando no puede seguir con él, coloque mis dedos en mis labios para evitar que me volviera a besar, intentando de que fuera lo más sutil posible.

—No creo que sea el momento más adecuado —dije apenas en un hilo de voz.

—¿Por qué? —cierra sus ojos, trata de controlar la respiración mientras pregunta como si se contuviera.

—Necesito asimilar las cosas de las que me acabo de enterar hoy. No es sencillo ignorar lo que tus caprichos han provocado en mi vida —trataba de que entendiera la situación en la que me encontraba. Siempre buscando algo lo suficientemente creíble para él—, por favor —rogué para que no me presionara. Realmente no me sentía en condiciones para entregarme a él de esa forma.

—He deseado hacerte mía por casi un mileno...

—No te será problema esperar un poco mas... —interrumpo cuando noto que iniciaba a alterarse— o al menos hasta que me familiarice con la idea —sabia que lo convencía así que supliqué—, por favor.

—Está bien. Nos otorgaremos el beneficio de la duda ambos pero... —levanta el índice indicando algo—, ten en cuenta que solo lo hago por ti.

—Gracias por comprender —besé de manera fugaz la comisura de su boca.

—He sido paciente contigo todos estos siglos. Ahora no lo seré —me advierte.

Sabía lo que implicaba eso. La advertencia en sus palabras me decía que no podía engañarlo mucho más y oponerme sería un suicidio.

—Por supuesto —pensé en cualquier otra cosa, evitando así continuar con el tema —deberíamos partir ahora mismo a Prada. Estoy más que segura que la condesa de esta apurando con sus planes.

—Primero necesito el grimorio de Báthory antes de abandonar Eslovaquia.

—Jamás preguntaste su lo tenía —una felina sonrisa se dibujo en mis labios llena de orgullo por mí misma.

—Así que por eso ella no ha iniciado el hechizo —se cruza de brazos con una ceja alzada y sus labios alzados ligeramente—, la astucia mató al gato, querida.

—Creí que era la curiosidad, así el felino moriría con la sabiduría que causó su muerte.

—Yo deseo que sea la astucia —contraataca.

—No se vale, tramposo. Sería muy contradictorio. La astucia lo salvaría —contradije.

—Será como mi corrompida mente lo quiera. El libre albedrio está de mi parte.

LA ORIGINAL °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora