SANGRE DE PECADORA

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Me quede el resto de la noche sentada en el suelo leyendo las cartas de Erzsebet y a veces la llegue a entender. Este hombre es realmente maravilloso, en todas y cada una de las cartas le expresa cuanto le ama y renunciaría a su propia vida con tal de que ella esté bien.

—Veo que sigues despierta —comenta Sebastián entrando a la habitación—, Huele a lavanda.

—Uno de los tantos métodos que aprendí, para crear una barrera entre tu hermano y yo.

—Te extrañé tanto Cati —dice al sentarse a mi lado.

—Te he dicho un millón de veces que odio que me llames igual que mi madre.

—Lo sé y lo siento, es solo que me gustaría ser el único que te llame de esa manera.

—Pues búscame otro alias, si no quieres que tu cabeza está separada de tu cuerpo.

—Lo tendré en cuenta. Ahora... —se levanta y me tiende la mano—. ¿Me permitiría esta pieza, mi lady?

—No hay música.

—¿Eso importa? —pregunta con su típica sonrisa de chico bueno—, para mí, es más que suficiente el chispar del fuego.

—Está bien —digo mientras tomo su mano.

Sitúa una de sus manos en la parte baja de mi espalda y me atrae hacia él, mi mano en su hombro y nuestras manos derechas entrelazadas. Con movimientos lentos empezamos a danzar por todo el espacio, sin apartar nuestras miradas.

Él se acerca para darme un beso pero lo esquivo y eso hace que nos detengamos pero no nos liberamos del abrazo del otro.

—No te besaré, cuando hace unas pocas horas besé a tu hermano. No sería justo para ti.

—Dicen que el tiempo lo cura todo, pero llevo siglos de existencia y lo único que hace es intensificar mi amor y deseo por ti.

—Lo lamento —mascullo desviando la mirada.

—¿Qué lamentas?

—Haber jugado así con tu hermano y conmigo, nunca pensé que se enamorarían así de mi. Y siento no poder corresponderte o a tu hermano.

—Sabes que detesto que las personas digan que lo sienten porque sienten algo diferente a lo que yo quiero. Pero tienes razón, jugaste con ambos y ahora tienes a dos vampiros poderosos detrás de ti, que harían lo que fuera por complacerte.

—Creí que sería solo diversión, luego ambos me confesaron su amor y pensé que yo sentía lo mismo —espero unos segundo para pasar el nudo en mi garganta—. Pero luego conocí a Tristán y vi que no era igual.

—No tienes la menor idea de lo mucho que lo envidio. Tú ante mis ojos eres la mujer perfecta.

—El amor nos vuelve ciegos, incluso estúpidos.

—No sabes lo estúpido que soy cuando pienso en ti, o cuando estoy cerca de ti.

Acerca sus labios a los míos y los funde en un beso tan suave y dulce que hiela la sangre, la ternura en cada caricia demuestra la misma adoración que siempre veo en sus ojos.

—Te amo Caterina, y no me importa nada con tal de besarte —pasa su mano por mi mejilla—, no importa si todo comenzó con un juego para ti, para mi es mucho más que eso, y por eso mismo luchare por ti, no importa el lugar o el tiempo.

Me suelta suavemente de su abrazo, y sale de la habitación dejándome con lagrimas en los ojos y con el alma por el piso. Me distraigo escuchando el chispar de las llamas de la chimenea, me concentro como el fuego consume la madera, el olor que desprenden las cenizas, el calor que desprende la leña.

LA ORIGINAL °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora