ADIVINA, ADIVINADOR... ESTOY JODIDA

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Sus ojos se cristalizaron, unos segundos antes de cerrarlos, quedando inconsciente.

—Quiero que lo lleven a Alemania y lo cuiden —no miraba ni a Julieta, ni a Dominic, yo solo lo miraba a él.

—¿Cómo podremos ir contigo, entonces? —cuestiona Julieta.

—No vendrán conmigo. Él necesitará ayuda para adaptarse, pasó todos estos siglos conmigo en su cabeza, será difícil continuar si todo los que vivió conmigo no existen. Por eso los necesitará a ustedes.

Me levanto del suelo, ya que sin darme cuenta había quedado de rodillas ante él para quedar a la misma altura. Busco la maleta que esta junto al uno de los sillones cerca a la ventana, Dominic toma a su hermano y con el mayor de los cuidados los acuesta en la cama. Se interpone en mi salida de la habitación.

—No te dejaremos sola.

—No es decisión de ustedes, sino mía. Así que apártate —le advierto pero no obtengo nada.

—No puedes lidiar con esto sola.

—Tengo a Abigor —contraataco ganándome una mirada dura de su parte.

—Tiene razón, solo estorbaríamos. Haremos algo más productivo si cuidamos a Sebastián —propone tratando de razonar con Dominic.

—Gracias por entender —mi hermana me regala una sonrisa comprensiva, la cual no dudo en devolver.

No sé que me ocurrió en ese momento, solo sé que quería estar al lado del hombre al que amaba, así que me acerque a él y bese sus labios y contemplé por un corto tiempo, demasiado corto, como descansaba.

—Lucharé por nosotros. Una vez que todo esto termine, viviremos la vida que tanto deseamos. Lo prometo.

Después de ese emotivo momento salgo del cuarto, conteniendo las lágrimas que amenazan con escaparse libremente por el amor que dejo libre.

—Si amas algo déjalo libre, si alguna vez te perteneció regresara a ti —recordé las palabras que le dijo a Báthory.

No me importa cómo, pero le demostraré que le perteneceré siempre.

Estaba en el aeropuerto esperando mi vuelo en primera clase. Abigor se negó completamente a tomar uno privado. Así que tuve que ajustarme a sus exigencias. Estábamos esperando en la sala VIP a que la lluvia parara, la fuerte tormenta había provocado que los vuelos se detuvieran hasta nuevo aviso.

—¿Quieres comer algo? —estaba divagando en mi cabeza cuando escuché la voz de Abigor.

—¿Qué? —después de un segundo reaccionó y buscó un respuesta una respuesta a su pregunta—, no, no tengo hambre.

—¿Por qué tan distraída? Desde que llegaste tienes la cabeza en otro lugar menos en este —reclama antes mi divagues.

—Lo lamento. Es solo que no dejo de pensar en Erzsebet y todos sus cómplices —miento descaradamente ante su preocupación.

La verdad era que no dejaba de pensar en Sebastián, no me lo podía quitar de la cabeza. Este debería estar, según mis instrucciones estrictas, en mi avión privado, quizás aún inconsciente, rumbo a su tierra natal con el propósito de inicia una nueva vida, una vida en la que no existo. Me conforta saber que estará protegido por mi hermana y el suyo, ellos estarán ahí para él y lo adentrar a una nueva realidad en la que por decisión mía no podre estar. El pensar en separarme de él me rompía el corazón y la nostalgia me invadía al recordarlo.

LA ORIGINAL °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora