MI DULSE PASADO

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Crucé el estacionamiento del museo en dirección a mi auto. Cuando por fin lo encuentro aparece la persona que menos me esperaba frente a mí.

—Hola Agustín —digo con una sonrisa fingida—. Ahora eres maestro o el verdadero profesor se está desangrando en la oficina.

—Déjate de ironías Caterina. No me dirás que me extrañaste desde nuestro último encuentro.

—La última vez que te vi, Marcius, fue en Venecia hace ciento dieciocho años, estabas en una cama durmiendo después de que pasara la noche contigo.

—Sí, no mucho cambia aparte de la época —contesta él con su seductora sonrisa—. El carnaval de Venecia fue excelente en 1897.

—Recuerdo que te veías tan sexy con esa mascara, con esos aires de misterio y arrogancia —me acerco a él hasta quedar a tan solo centímetros—. Lástima que ya no me interesas —me alejo y paso a su lado para dirigirme hasta mi lujoso Lamborghini negro hasta que me agarró el brazo.

—Eso es mentira —susurra en mi oído—. Aún te puedo hacer que liberes más que el interés por mi —muerde suavemente mi oreja.

—En otro momento será —me lo quito de encima. Me giro antes de entrar al auto—. Hasta pronto, Marcius.

Arranco el auto sin esperar repuesta.

———

Al llegar a mi departamento me encuentro con una imagen desagradable. En el sofá estaba Julieta en ropa interior, sentada a ahorcajadas encima de un pobre chico (actualmente Luca Dechanel) y bebiendo de la sangre que resbalada desde su cuello hasta sus pantalones.

—Si yo no hiciera lo mismo con mis víctimas me perturbaría —digo tratando de ignorar la escena que acontece en mi sala de estar—. Pero al menos limpien cuando terminen. Y si el mueble o el piso le cae una gota de sus fluidos me asegurare de enterrarlos vivos en el primer agujero que encuentre.

—Me encanta tenerte en casa, hermanita —responde sarcástica limpiando su boca.

—Lo mismo dijo Julieta —voy a la cocina por un vaso de agua y desde ahí escucho como se despiden.

—Tu preciosa sala de estar está totalmente limpia. Nunca dejo regueros —comenta Julieta orgullosa entrando a la cocina.

—¿El baño, la cocina, y mi cuarto también están limpios? —ella frunce el ceño confundida—. ¡Por Dios, Julieta siento su olor por toda la casa! ¿Lo arrastras por todo el lugar para que se desangre? ¿Y por qué mi cuarto?

—Me gusta variar —de nuevo con su felina sonrisa.

—Tienes más de novecientos años y te comportas como adolescente.

—Habla la santa que no rompe las reglas nunca, ¿te recuerdo que paso con el lobito? —me paralizo ante el recuerdo de Tristán—. Lo siento Caterina, no era mi intención herirte...

—Pero lo has hecho Julieta —puede que lo dijera con voz severa pero las lágrimas revelan que de verdad me duele su comentario.

—Perdóname por favor...

—Sólo no vuelvas a mencionarlo —me encamino hacia mi habitación.

Cierro la puerta con seguro y la agonía vuelve a mí con cada momento que estuve con él. Y los recuerdos con ello...

Grecia, Atenas. 8 de agosto de 1270.

Me libero de mi ropa y me sumerjo en las aguas de un precioso lago bajo la luz platinada de la luna. Después de lo que parece una eternidad escucho unos murmullos.

LA ORIGINAL °SIN EDITAR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora