Al día siguiente fui a una sala para tocar el piano, y de casualidad, me encontré a Viktor.
—Bu-buenos días...—dije mientras agachaba la cabeza.
—Hola Sam—dijo mientras miraba hacia otro lado ruborizado.
Yo no sabía qué hacer así que me quede parada como tonta.
—Vamos ven, siéntate conmigo—dijo mientras me daba paso a una silla.
Simplemente obedecía y no dije ni una sola palabra.
—Vamos Sam, toquemos a cuatro manos una canción de piano.
Había un piano blanco de cola adentro había dos planos más, pero de color negro. Viktor y yo tocamos la canción y hubo una parte en la que nuestras manos se coincidieron por lo que nos detuvimos y yo me quedé mirando a mi mano.
—Perdona...—dijo.
Empecé a llorar como una niña de tres años, él no entendía el motivo de mis lagrimas así que lo uno que podía hacer era abrazarme y susurrarme al oído palabras tranquilizantes.
—Lo siento Viktor pero es que y-yo... No puedo estar contigo... De veras que lo siento...—dije entre sollozos.
—Ya lo sabia...—dijo mientras me abrazaba más fuerte.
Él no se despegó de mis hasta un buen rato, le mire a la cara y para mi impresión el también había llorado ya que tenía los ojos rojos. Realmente el me amaba, simplemente sigo siendo una inexperta en el amor y no me doy cuenta de los sentimientos de los demás, solo pienso en mí misma.
Egoísmo.
