Aquella vez que Castiel y yo nos imaginamos una escena en la que estábamos en la cama, junto con algunos niños con nosotros, se hizo realidad.
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Hola lector@s, antes de leer el capítulo quería agradecerles millones por leer esta novela de Castiel, de verdad, les debo demasiado. Creo que esto de escribir no es lo mío y por ello decidí terminar esta historia más rápido de lo que tenía planeado ya que aparte de no ser buena, la imaginación se puso en mi contra. Sin ustedes no hubiera sido posible que esta novela hubiese seguido adelante, todas vuestras lecturas (que ya casi son 3K) ha hecho que siguiera escribiendo. Habéis sido parte de mi motor de inspiración.
Gracias, gracias y más gracias por molestaros en leer, no puedo demostrarlo con acciones pero si con palabras.
¡GRACIAS!
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Una niña y un niño pelirrojo entraron en nuestra habitación y saltaron encima de su padre, haciendo que se sobresaltara.
—¡Me las vais a pagar pequeños enanos!—dijo mientras se levantaba de la cama y cogía a los niños
—¡Mamá ayúdanos!—dijeron al unísono.
Como aún no me había "levantado" seguí durmiendo, y escuche como la puerta de la habitación se cerró. Después de unos 15 minutos se volvió a abrir, y Castiel me quito las sabanas de encima.
—Despierta pequeña—dijo mientras me "levantaba" con un beso.
—¿Quién ha dicho que estaba dormida?—dije mientras me sentaba encima de la cama.
Cuando me senté vi a mis niños con el desayuno esperando a que me despertara, mirándome curiosamente.
—Mamá, lo que antes papá te ha dado en los labios como se llama?—dice El Niño pelirrojo de 8 años.
—¡Lo sé hasta yo! Eso se llama beso—responde la otra pelirroja de 6 años.
—¡Esa es mi chica! Igual de inteligente que su padre—dice Castiel mientras la coge en brazos.
—Perdona, pero él y yo somos el doble de inteligentes que tú—respondí.
—Eso es lo que crees tú—dice mientras deja la niña en la cama—Pero en rapidez no me ganas—sentenció.
En un rápido movimiento me agarro de la cintura y me beso con fragilidad.
—Mamá y papá se están dando amorcitos—se susurran los niños entre ellos.
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Los delfines de aquella fuente y todas las luces se iluminaron más de lo que ya estaban, lo que hizo que los cabellos pelirrojos de Castiel se vieran más claros de lo que ya eran.
—Oye Castiel, te noto un poco nervioso ¿qué tal si nos vamos a casa?—dije mientras le sujetaba de la mano.
—No... Espera. Para mí eso no es fácil de decir, no es mi estilo hacer estas cosas y será la única vez que me veras hacerlo—dijo.
Se levanto del banco y me dio un beso, seguido de esto, se arrodilló ante mi.
—Sam... Tú... ¿Me prometes que serás la mujer del resto de mi vida?
—¿Cómo? Creo que no te he escuchado bien—respondí.
Entendí a la perfección que me había dicho, pero quería que dijera otras palabras.
—Maldita tabla de planchar...—susurró—Tú... ¿Quieres casarte conmigo?—dijo mientras sacaba un anillo y me lo colocaba en dedo anular.
—La duda ofende pelirrojo—dije con los ojos cristalinos.
Él se quedó mirándome esperando una respuesta, a lo que yo respondí con un beso.