Al día siguiente me desperté con hambre ya que el día anterior no cene. Llamé al servicio de habitación y pedí dulce y salado, y en menos de 10 minutos ya lo tenía en la habitación.
Mientras tanto, Castiel seguía durmiendo, por lo que decidí levantarle cariñosamente.
—¡Castiel ya es de día!—dije mientras saltaba a la cama y espachurraba su cuerpo.
—¡Sam! Verás lo que es bueno—dijo.
Se levanto y se puso encima mía para hacerme cosquillas. Yo ya no podía más de tanta risa, me dolía el abdomen por lo que me rendí.
—¡Tiro lo toalla!—dije mientras cogía aire.
—Así aprenderás enana—dijo triunfante.
—¡El cartero siempre llama dos veces!—dije mientras volvía a saltar.
Esta vez intente buscarle yo las cosquillas, pero parece ser que no tenía por lo que tuve que besarle para no quedar en ridículo.
—Cuando has saltado de nuevo encima mía, me ha recordado a una escena de película, pero en vez de saltar tu saltarían nuestros hijos—dijo mientras me recostaba en su pecho.
—Si llegamos a tener, te aseguro que no serán pelirrojos cabeza ketchup—dije burlándome.
—¿Estás segura de eso? Apostaría lo que fuese.
—Te aseguro que tu color no es natural, es solo tinte y del barato.
—Quien ríe último ríe mejor—sentenció.
Nos levantamos de la cama y fuimos a desayunar, y al terminar ya no quedaba casi nada. Después, nos duchamos y vestimos para ir a dar un paseo por algún parque del centro. Ahí nos encontramos a Lys e Iris dibujando el parque, pero parecían demasiado concentrados por lo que decidimos no molestarles.
—Tendríamos que haber traído algo para jugar. Un balón o algo así.
—¿Uno como este?—dijo mostrándome el balón.
—¿De dónde la has cogido?
—Es fácil de negociar con un niño a cambio de una pirueta—dijo.
No iba a decir nada más ya que no valía la pena, así que ahora teníamos un balón para jugar, y yo tenía el juego perfecto para derrotarle.
