Volví a subir a mi habitación con Basha a mi lado y me eche a dormir, pero unos 10 minutos más tarde senti que algo subió a la cama pero no le di importancia. Pero me asuste cuando alguien pasó su brazo por mi cintura, y como no tenía que ser Castiel.
—¡AH! Qué piensas, ¿matarme?—dije acelerada.
—¿Quién ha dicho eso?
—¡Yo! Podrías haber sido un pervertido. ¿Pero tú no te habías ido?—dije mientras me daba la vuelta, quedando cara a cara.
—Tu lo has dicho, había. Espere a que al menos miras si estaba en la cocina pero ni eso. Eres realmente descuidada.
—Lo siento pelirrojo—dije mientras le estiraba las mejillas.
—No soy un niño, ni se te ocurra volver a hacerme eso
—Vale vale entendido—dije.
Nos levantamos de la cama y pedimos pizza, y mientras tanto Castiel me enseñaría a tocar la guitarra eléctrica.
Pero era tan mala que decidimos dejarlo para otra ocasión, y ahora me tocaba a mí enseñarle al pelirrojo un poco de piano.
—Mira, la mano tiene que colocarse en forma redonda—dije mientras le mostraba la mía.
—Es muy incomodo, tocaré con la mano plana.
—Plana como tus nalgas...—dije susurrando.
—¿QUÉ HAS DICHO?—dijo mientras se levantaba.
—¡Nada nada, soy inocente!—dije mientras levantaba las manos.
—¡Ahora verás lo que es bueno!—dijo mientras se acercaba a mi.
Empecé a correr por toda la casa para que Castiel no me pillara, pero claramente el es más rápido y me atrapo.
—Querida Sam, ¿te declaras culpable?—dijo mientras me cogia la barbilla.
—Mmm... ¿Si?
El pelirrojo se acercó más y más a mi, hasta el punto en el que nuestros labios casi se tocaban. Él estaba dispuesto a besarme pero justo tocaron el timbre, el de la pizza.
—Que quiere—dijo.
—Su pizza chico—contesto el repartidor un poco asustado.
—Aquí tiene el dinero
—Mu-muchas gracias—dijo mientras se marchaba.
Castiel cerró la puerta, dejó la pizza en la mesa y se sentó enfadado en el sofá.
Por mi parte, me senté encima suya y le di el beso que antes me quería dar, pero no pudo.
